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Algo más que un censo

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El Censo de Escuelas, Maestros y Alumnos de Educación Básica y Especial, realizado por el INEGI, es algo más que un censo: es, como dijo el doctor Miguel Cervera, un registro administrativo realizado por estadísticos. Porque, en efecto, el interesado podrá encontrar las cifras y los porcentajes agregados y desagregados de toda la información, pero tras cada cifra el INEGI entregó a la SEP el registro preciso de las escuelas, profesores y estudiantes. Es entonces una herramienta útil para el análisis, un eslabón de lo que puede convertirse en un sistema de información y una base de datos invaluable para empezar una serie de ajustes y reformas. Por supuesto, también puede servir para la alharaca y el desgarre de vestiduras.

Para la realización del Censo se contrató y capacitó a 17 mil 432 personas; entre la SEP y el INEGI equiparon 2,548 oficinas en todo el país. Fueron censados el 90.6 por ciento de los centros de trabajo en operación, es decir, 236,973, públicos y privados. Y no lo fueron el 9.4 por ciento; 24,658. Esta última cifra se explica por la negativa a colaborar en Chiapas (9,896 centros de trabajo que representan el 41 por ciento del estado), Oaxaca (6628, 27.4), Michoacán (6587, 27.3) y en menor medida Guerrero (654, 2.7). En el resto de las entidades el Censo fue total o casi.

Las escuelas públicas siguen siendo absolutamente predominantes. En 12 estados representan más del 90 por ciento del total. En 16 fluctúan entre el 80 y el 90 por ciento. Y solo en cuatro entidades están por debajo de esos porcentajes: Distrito Federal 51.8, Morelos 66.7, Baja California 75.3 y México 78.5. Así que de lo que suceda en ellas dependerá la formación de la inmensa mayoría de los niños y jóvenes. El 90.4 por ciento de los niños de primaria acuden a la pública, el 91.1 a la secundaria pública; e incluso en preescolar el porcentaje es elevado: 84.3.

Detenerse en las condiciones que guardan las escuelas es fundamental porque la educación formal no se desarrolla en un campo idílico. Existen condicionantes sociales y económicas del desempeño escolar. Y como era de suponerse, la desigualdad en las circunstancias está claramente ilustrada. En Chiapas, Guerrero, Nayarit y Oaxaca se encuentran los mayores porcentajes de escuelas con piso de tierra; en Guerrero, Chiapas, San Luis Potosí, Oaxaca y Michoacán los más altos números relativos de las que no disponen de agua de la red pública; en Chiapas, Oaxaca y Michoacán los porcentajes más bajos de acceso a internet. Vale la pena pensar en esas situaciones porque impactan las posibilidades del proceso educativo.

2,247,279 personas laboran en los centros de trabajo, de las cuales fueron censados 1,814,483. La cifra presentada por el INEGI en el sentido de que “298,174 no trabajan en su centro de trabajo” ha sido leída por algunos como sinónimo de que el 13.3 por ciento de los que cobran son “aviadores”. Vale la pena hilar un poco más fino, porque como bien nos advertía Olac Fuentes Molinar, que de esto sabe y mucho, 113,259 “laboran en otro centro de trabajo”, lo que quizá suponga un problema de adscripción administrativa, pero no de falta de cumplimiento en el trabajo; 30,695 tienen “licencia o comisión”, lo que se ha leído como si en todos los casos fuera una licencia o comisión sindical, lo que no siempre es así, dado que muchos maestros trabajan en áreas administrativas de la propia SEP (lo cual tampoco disculpa los excesos del SNTE y la CNTE en ese renglón). Se trata de dos ejemplos significativos de cómo lecturas apresuradas o intencionadas distorsionan los alcances de los resultados. Incluso las 39,222 personas que aparecen en el rubro de “baja porque no los conocen”, ¿debe leerse como 39 mil personas que cobran y nadie las conoce o como gente que fue dada de baja porque nadie las conoce?

La otra cara de la moneda es el porcentaje de maestros frente a grupo y directores de escuelas con grupo que laboran en escuelas públicas y tienen plaza federal o estatal: en secundaria llegan al 95.4 por ciento y en primaria al 92.8. Cabe decir, que en todos los grupos de edad y estados de la República, siempre son más las maestras que los maestros.

En fin, apenas un paso. Un paso necesario: conocer con exactitud las circunstancias en las que funcionan las escuelas, laboran los maestros y estudian los niños y jóvenes. Ahora es preciso mejorar las condiciones en las que se trabaja y estar conscientes de que la reforma de la educación -si es que se da y funciona- será con los maestros y no contra ellos.

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