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AMLO y educación: divergentes

En mi artículo del domingo, al analizar la situación del sistema educativo en Oaxaca, concluí que quizás Andrés Manuel López Obrador moderaría su discurso contra la Reforma Educativa. Ello, por las divisiones dentro de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y la persistencia de grupos antipartido.

Si juzgamos por el mensaje que AMLO manda en su “Decálogo por la educación y el magisterio”, dado a conocer en Guelatao, Oaxaca, el sábado 12, me equivoqué. Sentenció: “Se cancelará la mal llamada Reforma Educativa. Haremos uso de las facultades del Ejecutivo para detener las afectaciones laborales y administrativas contra el magisterio nacional” (Excélsior 13/05/2018).

Sin embargo, si enjuiciamos el asunto a la luz del documento que Esteban Moctezuma Barragán —secretario de Educación Pública designado en caso de que AMLO gane las elecciones— entregó a las organizaciones de la sociedad civil que promueven el “Foro10 por la educación”, el horizonte discursivo presenta discrepancia.

En su mensaje de Guelatao, AMLO recuperó su discurso agresivo y adscrito a las demandas de la CNTE: “Cancelar la mal llamada Reforma Educativa”. Para lo cual, afirmó al día siguiente, enviará al Congreso una iniciativa de ley preferente con el fin de: “Quitar todas las leyes o artículos de leyes que afecten la dignidad del magisterio”.

No obstante, en el documento que proporcionó a las organizaciones de la sociedad civil, informa mi compañero David Vicenteño, “a lo largo de las diez repuestas, en ninguna de ellas López Obrador menciona la idea de cancelar la Reforma Educativa, habla de establecer grupos de coordinación con la actual administración para conocer los avances de la implementación” (Excélsior, 12/05/2018).

En su discurso de Oaxaca, AMLO ofrece un decálogo que ratifica frases de campaña y puntos de su “Proyecto alternativo de nación”, como “no habrá rechazados, 100 por ciento de inscripción a todos los jóvenes de universidades y becas mensuales a estudiantes de media y superior de escasos recursos”. Además —y eso le ganó aplausos de los asistentes—, afirmó que promoverá las propuestas alternativas de educación que cada entidad federativa ha impulsado, como el Plan para la Transformación del Estado de Oaxaca (el famoso PTEO). Éste representa la esencia de las propuestas de los maestros disidentes que, en la práctica, significa ampliar sus redes de control de la educación pública en el estado, administrar el presupuesto educativo, que los líderes de la S-22 distribuyan las plazas, ascensos y recompensas extraordinarias a los docentes.

En cambio, en el documento para el Foro 10 por la educación, AMLO apoya la enseñanza del inglés, uso de las nuevas tecnologías y lamenta que el nuevo modelo educativo llegara al final del sexenio, “por eso es que las primeras tareas serán garantizar la viabilidad de su implementación paralelamente a una gran consulta con los maestros, padres de familia, expertos y sociedad en general”. Además, ofrece crear un equipo conjunto con integrantes del gobierno saliente “para darle seguimiento a la implementación del Nuevo Modelo Educativo”.

Tenemos, pues, dos discursos —que incluyen aspectos programáticos, cada uno de diez puntos— que ofrecen cosas distintas, unas con una mano tendida a los grupos disidentes que rechazan la reforma desde sus inicios, otras imposibles de cumplir (que todo el que quiera ingrese a la educación superior). Éstas contrastan con propuestas de continuidad de la Reforma Educativa, incluyendo la evaluación docente, pero con la participación de padres de familia y los colectivos escolares (que ya están incluidos en las nuevas leyes), con lo cual “…se pretende que los intangibles de la labor docente, como el trato humano que significa enseñar, se tomen en cuenta”.

Aquí tenemos un dilema. ¿A quién hacerle caso, al AMLO moderado o al AMLO radical? El candidato dice una cosa en la plaza pública, aunque aclaró al día siguiente que no es necesario firmar ningún acuerdo con los maestros, porque él cumple sus compromisos. Pero su mensajero expresa una consigna discorde ante organizaciones de la sociedad civil en un documento que el candidato rubricó, pero que no presentó en persona.

Estoy convencido de que, si AMLO gana la Presidencia, no concordará con ninguno de los discursos. No sólo porque sean antagónicos, sino por su vocación. Desconfía de la sociedad civil, no concederá; pero tampoco permitirá que la CNTE le dispute poder.

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