AMLO y Elba Esther: ¿qué política educativa?

Pedro Flores-Crespo*

El triunfo de Andrés Manuel López Obrador en la elección presidencial fue significativo por al menos tres razones. En primer lugar, porque la gente supo evaluar las acciones del gobierno saliente de Enrique Peña Nieto (2012-2018) y votó por una opción supuestamente distinta. Hubo entonces contraste de proyectos y libertad para elegir alternativas. Segundo, debería llamar la atención que gana la elección un líder opositor que recurrentemente cuestionó las instituciones electorales del país, a veces con razón y otras no. Esto abre una ventana de oportunidades para construir un modelo de oposición distinto, y en ello, la crítica pública al poder Ejecutivo será imprescindible. Tercero, ante el cambio de gobierno en diferentes ámbitos de la vida pública de México, como la educación, se espera un cambio de políticas y programas en función de la ineficacia para poder resolver los problemas sociales que enfrentamos como la baja calidad de la educación y su inequitativa distribución. Para eso existe la competencia partidista: si una opción política no responde a las expectativas de la sociedad, otra podrá echárselo en cara y, por la vía de los votos, tomar el poder.

Someter el desempeño gubernamental al escrutinio público, recibir todo tipo de cuestionamientos, e imaginar alternativas de política educativa más eficientes son tres prácticas derivadas de la democracia que muy pronto el gobierno de AMLO va a enfrentar. Pero pese a que algunos buscan que al próximo presidente no se le toque ni con el pétalo de una crítica porque aún no empieza funciones, sí es importante empezar a advertir sobre las oportunidades y riesgos del que se ha anunciado como un “proyecto alternativo de nación”, específicamente, en el tema educativo.

Aunque Esteban Moctezuma, propuesto como próximo Secretario de Educación Pública, ha negado públicamente que AMLO tiene un “pacto” con familiares cercanos a la maestra Elba Esther Gordillo, el maestro Fernando González, yerno de la maestra y ex subsecretario de Educación Básica, declaró en entrevista con Sabina Berman que las Redes Sociales Progresistas (RSP) —que él en parte dirige y que están formadas por “80 por ciento de maestros”— sí estaban trabajando a favor de la coalición Juntos Haremos Historia que encabezó López Obrador.

El trabajo, según el maestro González, consistió en hacer trabajo territorial, tocar en las casas para “convencer personas en el cara a cara” y ganar votos. Esto conformaba una “estructura complementaria” a la que establecieron los partidos. Ante la pregunta de cuántos maestros podrían haber apoyado a AMLO, el maestro González respondió que alrededor de un millón de personas más sus familias, es decir, unos cinco millones. Esto, entonces, no guarda congruencia con lo declarado por Moctezuma Barragán en el sentido de que el maestro González había apoyado a AMLO a título personal.

Para complementar el escenario postelectoral, el pasado 20 de agosto reapareció públicamente la profesora Elba Esther Gordillo. Luego de haber sido exonerada de los delitos que se le imputaron, la maestra ofreció una conferencia de prensa en donde pretendió encarnar, como bien observa Carlos Ornelas, al magisterio: “No sufrí sola, también sufrieron las maestras y los maestros de México”. Otro rasgo discursivo de la ex lideresa fue su pretensión de erigirse aún como una representante sindical fuerte y con legitimidad para hablarle al gremio. Les pidió a los maestros “entregarse” a los niños en este inicio del ciclo escolar y, con exageración, habló de querer un sindicato “fuerte y unido” porque en “cada escuela pública” se percibe una “crisis”. La victimización de la maestra —y del gremio en sus propias palabras — quiso calar hondo.

Si en verdad las SDP le dieron tantos millones de votos a AMLO y la maestra recupera el poder dentro del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), estaríamos frente a un sofisticado refrendo del viejo pacto corporativo entre un gobierno democráticamente electo y un sindicato. Durante las elecciones se opera en redes, se niegan públicamente las alianzas político-electorales, pero cuando se triunfa, se empieza a coincidir y a operar cupularmente. ¿Y la autonomía de los maestros para elegir quién los representa o para construir sus propias trayectorias profesionales? Sobre quitarles las tutelas burocráticas al profesorado ni Elba ni AMLO han hablado.

El pacto corporativo entre el gobierno de AMLO y la maestra Gordillo, además, empieza a ser más visible en términos discursivos. El mismo día en que el presidente electo le dijo al saliente que va a “cancelar” la reforma educativa, la profesora con una fuerte carga histriónica señaló: “la reforma educativa se ha derrumbado”. ¿Qué consecuencias le puede acarrear al flamante gobierno de AMLO una alianza corporativa? Primero, un mal desempeño gubernamental. Esa fatídica ineficiencia que el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) experimentó precisamente en el nivel de educación básica, y que pese a la cuantiosa cantidad de recursos materiales, legales y simbólicos que poseía la coalición corporativa (Presidente-CNE/SNTE), fue incapaz de mejorar sustancialmente la calidad de la educación de México. Y, como podemos recordar, la opción político-partidista oficial —con una ex secretaria de Educación Pública a la cabeza, Josefina Vázquez Mota— quedó en el último lugar de las preferencias electorales. Entonces, se puede decir que en democracia pactar corporativamente es tan malo en el presente como en el futuro.

Segunda consecuencia, si el gobierno democráticamente electo se rinde ante grupos que no poseen legitimidad para formular política educativa, va a socavar la confianza del gremio magisterial y de otros sectores sociales y políticos necesarios para el desarrollo educativo y democrático del país. Y la primera prueba de confianza que enfrentará el gobierno de AMLO en el ámbito educativo será la organización, desarrollo y desenlace de los foros de consulta para crear un Acuerdo Nacional sobre la Educación (ANED), que iniciaron el 27 de agosto y terminarán el 29 de octubre.

¿Por qué es la prueba de fuego para el gobierno entrante? Primero, porque precisamente el gobierno aún no entra en funciones y su desgaste político podría adelantarse. Como alguien que ha defendido la deliberación pública y el diálogo social para construir la política educativa, no puedo estar en contra de los foros, pero eso no obsta para decir que este tipo de encuentros llevan desafortunada y comúnmente un sello de simulación. Y en este caso es peor, pues el presidente electo ya declaró que “cancelará” la reforma. Entonces, ¿para qué preguntarnos? Su palabra, ¿es la ley? ¿Será AMLO capaz de rectificar públicamente?

Es muy probable que el desarrollo y los resultados de los foros levanten dudas, protestas y variadas suspicacias. ¿Cómo persuadir al aliado morenista que ciertos puntos de la reforma son adecuados y deben permanecer, según las voces asistentes al encuentro de discusión organizado por el gobierno electo? O del otro lado, ¿cómo mostrarle al crítico inteligente que los resultados de los foros son confiables, aún cuando cuestionen sus propias creencias? Esperemos que el equipo de transición del nuevo gobierno haya considerado esta complejidad y proceda de una manera distinta. Para eso, precisamente, fue elegido.

Como señalé anteriormente, una de las ventajas de esta elección presidencial es que hay la oportunidad de renovar la oposición por medio de una crítica más madura y razonada. Al ganar AMLO, podríamos empezar a darle menos cabida a las teorías del complot o la conspiración. Si ahora gobernará el otrora opositor que tenazmente luchó por el poder y ganó, la idea de que “no lo dejarán llegar” debe disiparse. Hay nuevos aires democráticos en México y eso es muy importante para la construcción de la crítica pública.

Dice Soledad Loaeza que la oposición mantiene una relación “directa” con la democracia porque busca la solución del conflicto, no por medio de “la eliminación del adversario, sino gracias a la identificación de intereses comunes” y para eso el diálogo es indispensable. ¿Se entenderá esto en la actual administración? Pese a haber ganado con un poco más de 30 millones de votos, los morenistas tendrían que ser menos soberbios y dejar de pedirle disculpas y arrepentimientos a la minoría que los hemos cuestionado. Esperaría que la tiranía de la mayoría —en palabras de Giovanni Sartori— no cruce la mente de los ganadores.

El claro triunfo de AMLO tampoco debe servir como un pasaporte para la inmovilización política como sugieren algunos conservadores de izquierda, al contrario. El nuevo gobierno tiene toda la legitimidad para hacer las cosas distintas y si no lo hiciese, que la crítica pública así se lo demande. Es sintomático, por ejemplo, que una de sus propuestas centrales de política educativa identifique bien el problema (falta de oportunidades para estudiar), pero repita fórmulas añejas (abrir universidades o suprimir exámenes de ingreso) como si la equidad se propiciara automáticamente por abrir las puertas de un establecimiento escolar. Nuevas reglas institucionales, formas de aprender diversas, pedagogías orientadas a la expansión de las capacidades humanas y renovados encuadres para certificar todo tipo de conocimiento parecen no estar en el horizonte educativo de Morena.

Además, ante el nuevo contexto político-electoral, la izquierda tiene la oportunidad de mostrar su honestidad intelectual (Orwell) marcando abierta y públicamente los errores del gobierno de López Obrador, ¿o es que acaso volverán a elegir la parcialidad para no darle armas al enemigo? Ojalá que no. En este 2018 todos estamos ante la oportunidad de volvernos más democráticos y modernos.

En resumen, si el gobierno electo de López Obrador opta por darle entrada al corporativismo para pagar supuestos beneficios electorales, socavará la confianza social con la que ganó y pondrá las bases para su anticipado fracaso gubernamental en el terreno educativo. Las verdaderas alianzas por el cambio van por otra vía. Aunado a esto, si la tiranía de la mayoría se impone y el revolucionario Andrés Manuel no logra comprender la función que tienen la crítica pública en el ejercicio de gobierno, la regresión está en puerta. Por el bien de los más pobres, deseo equivocarme.

*Texto publicado originalmente en “Distancia por tiempos“, blog de educación de Nexos.

Facebook Comentarios

Leave A Comment