¡Apaga tu IPhone; no me ignores!

¿Es cierto que el iPhone nos hace menos inteligentes y empeora nuestras relaciones y productividad?

El iPhone, y en general los teléfonos inteligentes, son quizá el producto más exitoso de la historia. Estos artilugios, a diferencia de otras tecnologías como el avión o automóvil, nos acompañan todo el día a todas partes, incluso duermen con nosotros.

Estudiosos del tema reportaron en abril en Computers in Human Behavior, que algunas personas sienten un “ataque de pánico” cuando pierden su iPhone.

No es para menos. Los teléfonos inteligentes no solo nos comunican, también son centros de entretenimiento, estudio y juego; es más, son asistentes ejecutivos. Nos recuerdan eventos y guían por el camino sin que nuestros cerebros tengan que ejercitar habilidades de mapeo (Carr, N., The Glass Cage); nos dan la hora, despiertan y avisan de reuniones; nos dan las noticias (verdaderas y falsas), recomiendan restaurantes y lugares que visitar; nos monitorean la salud, distraen todo el tiempo y nos ayudan a aislarnos de manera segura cuando estamos fuera de la zona de confort, como cuando en un evento no conocemos a nadie (Fullwood et al, Computers in Human Behavior), y lo hacen de una manera que sintoniza con el diseño natural del cerebro para reaccionar automáticamente ante su llamado. Las notificaciones son llamadas de atención que alertan al cerebro de que algo importante sucede.

El iPhone, o más bien lo que el iPhone representa, es conductista, adictivo y, por eso, imposible de ignorar.

Pero, ¿qué efectos tiene para nuestros cerebros, mentes y relaciones personales? Hallazgos recientes sugieren que el uso del iPhone nos hace menos inteligentes y más superficiales (Carr, N., WSJ); más vacuos (Alvesson, M., The Triumph of Emptiness); menos enfocados y menos productivos aun sin contestar las notificaciones recibidas. Según Stothart et al, en el Journal of Experimental Psychology: “La mera presencia del propio teléfono inteligente [aún apagado] reduce la capacidad cognitiva”.

En el año 2012, en Australia, se inventó una palabra para describir la acción de ignorar a otros en favor del teléfono: phubbing que proviene de phone (teléfono) y snub (ignorar). El phubber es un menospreciador. Todo el mundo lo hace, aunque algunos más que otros.

Según Wikipedia y Newzoo, cerca de 53 millones de mexicanos usamos el teléfono inteligente. Si como sostienen los estudiosos el uso del iPhone y el phubbing reducen las habilidades cognitivas y la productividad, el resultado es una pérdida intelectual colectiva con aislamiento social. Si sumamos estos resultados con el reciente hallazgo de Shakya y Christakis en el American Journal of Epidemiology de que a más uso de Facebook menor bienestar, salud física y mental, la marcha tecnológica quizá se convierta en una lenta pero constante reducción de humanismo e intelectualidad. En efecto la era del conocimiento podría convertirse en la era de la ignorancia, la superficialidad y la distracción con efectos perversos para la democracia.

Hay indicadores de que algunas escuelas elitistas precisamente en Silicon Valley prohíben el uso de teléfonos y tabletas (Lewis, P., The Guardian, 2017) como lo han hecho por años las escuelas japonesas (Andere., E. 2016). Varios de los ingenieros que ayudaron a la explosión de los medios como Google, Facebook y Twitter ahora abanderan causas diferentes que limiten la distracción y aumenten la atención (Lewis, P., The Guardian, 2017).

Por tanto, con base en lo anterior y en el artículo de Roberts, Williams y David en Computers in Human Behavior, donde hallaron una reducción del entusiasmo y efectividad de los trabajadores en la medida que sus jefes usaban el iPhone, por favor, “apaga tu teléfono y escúchame”.

Ah, por cierto, la versión final de este artículo la leí en mi iPhone.

El autor es investigador visitante de la Universidad de Nueva York y miembro del consejo editorial de Educación Futura.

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