Aprendizajes clave vs marco curricular 2022

Sergio Martínez Dunstan

En días pasados conversé con algunos profesores. A petición de una colega y por invitación de la universidad en donde labora. Considerando la expectativa institucional, le propuse al área académica abordar la cuestión curricular como objeto de estudio y análisis. Sigo considerando la conveniencia de involucrar al magisterio en la discusión. Al menos se despertaría su interés por el próximo plan y programas de estudio. Aún falta por reflexionar al respecto. Por ejemplo, ¿cuál es la currícula vigente? ¿La del 2011, conocida como la RIEB (Reforma Integral de la Educación Básica) o también como el 592 por el Acuerdo Secretarial que lo formalizó? Negativo. ¿La del 2017, nombrada Aprendizajes Clave para la educación integral? Parcialmente. ¿La de la nueva escuela mexicana, esa surgida de la reforma educativa del 2019? Tampoco. ¿Los aprendizajes fundamentales imprescindibles (AFI)? No ¿La del marco curricular 2022? ¡Menos! Entonces, ¿cuál? Pues, un poco de todos.

Intentaré explicarlo a pesar del reto que representa hacerlo por este medio. Para ese fin, utilizaré un esquema gráfico al igual que en la charla referida en el párrafo anterior.   Lo comparto a través del hipervínculo respectivo. Sugiero que lo descarguen, antes de continuar con la lectura, y lo observen con detenimiento porque en lo subsecuente abundaré en detalles sobre su contenido.

Empiezo planteando la pregunta primigenia: curricularmente ¿de dónde venimos? Procedemos de un modelo educativo, el del 2017, que aspiraba a formar capital humano para insertarlo en la sociedad del conocimiento mediante dos currículum. Uno flexible, llamado autonomía curricular, concretado, en su momento, a través de los clubes y entendido como la libertad de la escuela de enriquecer el otro currículum, el obligatorio. Éste se integraba por los campos de formación académica y las áreas de desarrollo personal y social. Se puso en marcha inmediatamente con la expectativa de generalizarla para el ciclo escolar 2019-2020.

Siguiente cuestionamiento: curricularmente, ¿en dónde estamos? Nos situamos en un modelo transitorio, emergente. Crónica de una muerte anunciada, en alusión al extraordinario escritor colombiano. La llegada de la actual administración gubernamental, y una vez aprobada la reforma educativa del 2019, se fue desmantelando de manera paulatina la política educativa anterior. La autonomía curricular dejó de ser el modelo de gestión a seguir dejándole a las escuelas la responsabilidad de continuar implementándola y, si así lo decidieran, le restaron el impacto para la evaluación de los estudiantes. El currículum flexible se convirtió en flexibilidad curricular, en una opción sin la obligación de llevarlo a la práctica como lo fue en el modelo anterior. Con ello, se anunció una transición curricular en tanto se elabora y pone en marcha el próximo. A la RIEB se le pusieron los santos óleos aunque su alma ande vagando en pena por los salones de clases invocada por algunos maestros que intentan darle vida artificial a pesar de que le hayan extendido el acta de defunción, oficialmente. Al modelo educativo del 2017 le restaron importancia a la autonomía curricular. A cambio, le incorporaron los principios, fines y criterios de la educación y demás principios filosóficos derivados de las modificaciones del artículo tercero constitucional. Incluyendo la nueva escuela mexicana y las prescripciones legales inherentes a los planes y programas de estudios dispuestas en la ley general de educación y demás normas derivadas al respecto. Aunado a lo anterior, fueron agregadas tres líneas fundamentales de la próxima currícula: vida saludable, activación física así como la formación cívica y ética. Este modelo educativo actual es un “frankenstein”. Retoma algunas partes del destinado a fallecer pero que no termina por morir y del que se anunció su llegada, está en labores de parto, pero todavía no termina por nacer. Curricularmente, aquí estamos. En plena elaboración de un modelo curricular, de los próximos planes y programas de estudio.

¿Hacia dónde vamos? Nos encaminamos, a pasos lentos y temblorosos, hacia una renovación curricular. La escuela, según la pretensión, formará niñas, niños, adolescentes felices, ciudadanos críticos del mundo que les rodea, emancipados, capaces de tomar decisiones que beneficien sus vidas y la de los demás, comprometidos con su comunidad. Al menos así se establece en el marco curricular 2022. El próximo plan de estudios reconoce las capacidades como referentes para establecer las intenciones educativas en el perfil de egreso, en los contenidos de los programas de estudio y su relación con los ejes articuladores en sus respectivos campos de formación así como el establecimiento de las actividades de enseñanza y aprendizaje. En la oración anterior se condensa la estructura curricular. En el párrafo de la página 70 de la versión de junio del documento referido, se menciona, con toda puntualidad: “La base jurídica de la educación establece que los planes y programas de estudio tienen un sentido de lo nacional que se construye desde la diversidad, por lo tanto, el plan de estudios, los programas educativos, los libros de texto y otros materiales de la educación básica estructuran sus contenidos, teniendo como finalidad el interés de las comunidades que componen la sociedad, a partir de la articulación de lo común con lo diverso.” Hacia allá vamos. O, mejor dicho, hacia allá nos llevan.

Resultaría conveniente tener claridad sobre la distinción, pedagógicamente hablando, entre modelo educativo, modelo emergente y modelo curricular. Se tendrían más elementos de juicio para comprender los alcances, limitaciones y proyecciones del próximo marco curricular. Aún faltan piezas del rompecabezas por colocar en el lugar correcto.

La academia me ha permitido adentrarme a la realidad educativa. Lo reafirmé días después. En esta ocasión, fui a una escuela. Estuve con la directora, los maestros, el supervisor de la zona y los asesores técnicos pedagógicos. Retomé el tema, corregido y aumentado. Reafirmé la importancia del trabajo de los docentes y sus necesidades profesionales. Una de ellas, la cuestión curricular.

 

Carpe diem quam minimun credula postero

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