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Educación para la paz: Hiroshima 70 años después

Mañana, 6 de agosto, a las 8:15 horas de Japón, decenas de miles de personas, japonesas y de otras nacionalidades, elevarán una oración por la paz mundial. Será una conmemoración triste y, a la vez, esperanzadora. A esas horas se cumplirán 70 años de la primera explosión atómica sobre Hiroshima.

HiroshimaEl Genbuko-Dōmu, la cúpula cuya estructura resistió el impacto —a sólo 600 metros abajo y 150 al este del hipocentro de la explosión de la bomba— se vestirá de luto como símbolo del dolor, mas se ratificará al Parque Conmemorativo de la Paz como símbolo de esperanza de un mundo mejor. Los participantes en la ceremonia del recuerdo llorarán por la tragedia e insistirán en que Japón mantenga incólumes los tres principios: no poseer, ni fabricar ni introducir armamento nuclear. También demandarán la erradicación total de armas de destrucción masiva.

Hiroshima, cual ave fénix moderna, resurgió de sus cenizas gracias al esfuerzo de sus habitantes. Quedó destruida, mas su reconstrucción fue rápida y radical. Las aguas de las siete vertientes del río Ota son cristalinas, la ciudad es verde, abundan plantas, árboles y flores. El agua que brota de las tuberías es potable. Se logró en décadas de paz.

La paz no es sólo la ausencia de la guerra, es un estado de ánimo comunitario y solidario, es la convivencia armónica entre naciones, grupos sociales y personas. Pero no se alcanzará mientras subsista el afán de lucro asociado al armamentismo. La paz del mundo es antes que nada un asunto de conciencia y carácter, de educación pues.

La organización global, Docentes sin Fronteras, define a la educación para la paz como aquella que permite a los estudiantes —futuros ciudadanos del mundo— apropiarse de conocimientos, habilidades, actitudes y valores necesarios para poner fin a la violencia y la injusticia y promover una cultura de paz.

hiroshima-japon-paz-dibujosLa misma organización establece que la educación en derechos humanos, educación multicultural, educación para la ciudadanía global y la resolución pacífica de conflictos caen bajo el ámbito de educación para la paz. Aunque educación para la paz es contextual en extremo y a menudo se adapta a regiones o situaciones específicas, el propósito subyacente es el mismo: “la paz es la paz, no importa donde estés”. Su fin último es elevar la dignidad humana.

Me consta, lo observé en la escuelas de educación básica y bachillerato que visité en la prefectura de Hiroshima el año pasado: cientos de docentes, trabajan cada día con ahínco por una reproducción consciente de los atributos de la paz, aun en clases de matemáticas y ciencias naturales. Además, los símbolos de las escuelas, murales, actividades colectivas —que abundan en los clubes que los mismos estudiantes organizan desde los primeros grados— también reproducen los afanes de paz y valores de la convivencia.

Educar para la paz, los derechos humanos y la formación de la ciudadanía cosmopolita implica esfuerzo, tesón y conocimiento. No es nada más un asunto de incorporar materias en la currícula, desarrollar textos y equipar a los maestros con habilidades intelectuales y actitudes favorables a la paz. Esos atributos son indispensables, pero es imprescindible contar con una política educativa consecuente.

Me pregunto si el nuevo modelo educativo —que el secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, anunciará este mes— contempla elementos de esta naturaleza. No es que la educación para la paz sea nada más una tarea de la escuela y del gobierno, es una responsabilidad de todos y debemos hacerlo en todas partes. Pero si hay dirección e inversión de capital intelectual para hacer de esos elementos parte sustantiva de la práctica educativa, los fines últimos se alcanzarán más pronto.

En Hiroshima, donde tienen como telón de fondo la tragedia de una bomba atómica, la ciudadanía acumuló un aprendizaje interiorizado por experiencias traumáticas. Pero aquí tenemos como trasfondo una violencia endémica —y no sólo por el crimen organizado— que bien valdrá la pena emular lo que autoridades y maestros hacen allá. ¡Que la protesta contra la guerra no se quede en la conmemoración de los 70 años del drama de la bomba atómica!

RETAZOS

El Comité Directivo del Consejo Mexicano de Investigación Educativa nos otorgó el Reconocimiento COMIE al Mérito Académico “Pablo Latapí” 2015 a Teresa Yurén, Romualdo López, Rosa Nidia Buenfil y a mí. Felicito a mis colegas y agradezco a los integrantes del Comité por la distinción.

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