El cierre y el regreso

Eduardo Gurría B.

En todos los ámbitos educativos del país prevalece la pregunta acerca de cómo será el regreso a las aulas, pero primero habrá que preguntarse: ¿habrá regreso?, ya que hasta el momento no se vislumbra una solución al problema de la contingencia de salud, independientemente de las cifras que el gobierno, a través de los canales de la Secretaría de Salud, da a conocer; cifras y declaraciones nada confiables debido, en gran medida, a la desinformación y cruce de datos y números muy contradictorios, tanto al interior del país, como las que provienen del exterior y de las propias instituciones de salud, públicas o privadas, y aun de los propios particulares.

En el documento emitido por la SEP (Cierre de la sesión ordinaria del ciclo escolar COVID19),  para el CTE del 8 de junio, se establecen, en forma general los lineamientos para:

  1. El cierre del curso 2019-2020
  2. El inicio del curso 2020-2021

El primero de ellos (plena contingencia), sobre el cierre, resulta un tanto fuera de tiempo, ya que las escuelas, para esa fecha, ya se encontraban inmersas en las actividades de cierre, atendiendo, sí, a los tiempos establecidos por la SEP, pero considerando las propias condiciones para la evaluación del tercer periodo y la evaluación total. Es decir, todo lo referente a las medidas tomadas por la contingencia ya se había implementado: clases a distancia, uso de las plataformas virtuales (esto en los casos de las escuelas, maestros y alumnos que cuentan con los medios), elaboración de concentrados, etc., por lo que la SEP, simplemente reforzaba estos protocolos, les daba secuencia e instruía sobre aspectos de promoción, evaluación del tercer periodo y calendarios o cronogramas. 

Lo que nos ocupa es lo referente a la segunda parte, aquí, el documento trata sobre el protocolo y las medidas de seguridad para el regreso a las clases presenciales, tanto para la educación básica, como para la media básica y la media superior incorporada a la SEP. 

 A partir de las medidas precautorias, que se centran en la premisa de: “un enfermo, la escuela se cierra”, podemos concluir que el gobierno está consciente de que el peligro de la contaminación, para nada, habrá desaparecido, y de que el riesgo prevalecerá, sobre todo hacia el interior de las aulas, en donde se dará una concentración muy significativa de niños, jóvenes, docentes y personal, por lo que surge la duda, muy justificada, sobre si esas medidas resultarán realmente efectivas. Entonces, ¿los padres de familia estarán dispuestos a exponer a sus hijos a esta incertidumbre?

En la parte de los anexos del mismo documento aparecen cifras sospechosamente peregrinas que informan sobre los porcentajes en los resultados del programa “Aprende en casa”, que, en forma general, nos hablan de un éxito relativo en cuanto a los resultados obtenidos:

80 % de los maestros estuvieron en contacto con sus alumnos.

85 % de los alumnos siguieron el programa “Aprende en casa”.

I millón de maestros fueron capacitados. (¿en qué?).

94 % de los estudiantes tuvo acceso a la TV.

81 % de los estudiantes de Educación Media Superior (SEP) tuvo acceso a internet, excepto en el Estado de Oaxaca, en el cual, la cifra fue de solo el 75 % -¿otra vez Oaxaca?-.

Estas cifras, por muy maquilladas que estén, cuentan la historia de unos resultados, cuando menos, pobres, ya que quedan en el aire los porcentajes faltantes que, aunque son menores, son muy alarmantes y si es que son verídicos, sobre todo ante la expectativa de un recrudecimiento del brote cuando llegue el tiempo del regreso a las aulas y a todas las actividades sociales y económicas en general, y cuando se establezca el semáforo naranja. Entonces, ¿estos porcentajes se mantendrán, esto, en el mejor de los casos, o aumentarán?

Más que un análisis completo y complejo del documento, se requiere de una revisión general en cuanto a la información que transmite, omitiendo la paja de relleno que contenga, debido a las reservas que el mismo gobierno genera en la población en cuanto a los sensibles temas de la salud y la educación, ahora hermanados indisolublemente.

Las escuelas particulares habrán de reforzar sus medidas e incrementar la inversión en recursos para la capacitación, la adquisición de equipos y la suscripción a plataformas y redes en general, con la finalidad de que la próxima vez, que de seguro la habrá, no las tome desprevenidas y se vean forzadas a improvisar, a la vez que puedan agregar un plus a su oferta educativa si es que quieren sobrevivir como tales, aunque habrá instituciones que lamentablemente no lo logren. Esto en lo que se refiere al sector privado.

En cuanto al sector público, el planteamiento es distinto, así como la cifra poblacional que requiere de sus servicios educativos.

Si el gobierno quiere construir obra pública, la educación es la mejor obra pública que puede construir; el Estado debe usar bastos recursos en inversión educativa. Los porcentajes referidos por la propia SEP son de preocuparse, no se puede ni se debe dejar a sectores de la población, cualesquiera que sean, fuera del derecho a la educación, aun en tiempos de contingencia y no basta el discurso político que, como tal, es retórico y repetitivo, para solucionar una problemática que desde hace muchas décadas se ha venido presentando y que ahora, ante la crisis, ha hecho agua por todos lados.

Para ello, se requiere de un paso previo; una estrategia en salud efectiva y congruente con la realidad, de una erogación más que suficiente que garantice la salud o, al menos, disminuya considerablemente los riesgos.

No se trata de un problema nuevo, es de antaño, pero es hoy cuando ha reventado ante circunstancias que, si bien, con la anterior epidemia de la influenza H1N1 del año 2009-10, se habían vislumbrado, nunca se pensó que podrían repetirse con una intensidad que afectó, y sigue afectando toda la estructura social.

 

Referencia

Consejo Técnico Escolar – Sevwww.sev.gob.mx › 2020/06 › guia-cte-08junio2020

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