El difícil ejercicio de la autonomía

Permítanme iniciar con una anécdota. Un colega de una universidad, que ocupaba un puesto directivo en un campus alejado de la Ciudad de México, fue cesado pues según le dijeron, él no estaba para pensar, sino para ejecutar. Lo remataron diciéndole que debía obedecer, o sea, no podía contradecir las órdenes del superior. Seguramente, a este colega le irá mejor al desligarse de una administración que impide la libertad de pensar por sí mismo y actuar.