El modelo educativo y la memoria histórica

La fotografía que acompaña al título de HISTORIA en el Plan y programas de estudio para la educación básica 2018, es la de un niño que aparece en una zona arqueológica sentado en la parte alta con la mirada fija en el suelo, en la parte baja unos visitantes caminando y otros apreciando lo que tiene ese lugar. Esta imagen que comunica la desconexión entre el niño y el sitio histórico nos invita a reflexionar ¿Qué tipo de ser humano pretende socializar el Modelo Educativo? ¿Cuál es el papel del conocimiento histórico en la formación del ser humano? ¿Qué significa la posibilidad de un taller de microhistoria en el ámbito de autonomía curricular? Y ¿Qué importancia tiene la memoria colectiva local?

Lo que se pretende lograr desde quienes elaboraron el Modelo Educativo, es un niño que al término de su educación primaria, reconozca “algunos fenómenos del mundo natural y social que le generen curiosidad y necesidad de responder a preguntas. Los explore mediante la investigación, el análisis y la experimentación. Conozca las principales características de algunas representaciones y modelos (por ejemplo, esquemas y líneas del tiempo)” (Modelo Educativo, 2017: 49). Significa socializar a un individuo que reconoce y siente curiosidad por este mundo complejo que estamos viviendo, que se caracteriza por una crisis global, que tiene como constante, una crisis que es simultáneamente, energética, ambiental, económica, de salud y cultural. Que se manifiesta en realidades cotidianas que en muchos de los casos no nos detenemos a pensarlas, que tiene como punto de llegada la modernidad sin importar las diferencias culturales, ni el deterioro de la naturaleza, la salud y las condiciones de pobreza en que se vive. Para entender la realidad el conocimiento histórico es fundamental porque permite reflexionar sobre nuestra condición humana, sin embargo el modelo manifiesta que el estudiante reconozca representaciones e instrumentos didácticos como la línea del tiempo, este planteamiento nos permite acercarnos al tratamiento que se le asigna a la historia.

El conocimiento histórico en educación primaria pone énfasis en la comprensión de hechos y procesos de la historia de México y del mundo. En cuarto y quinto grado presenta dos cursos de historia de México, que mantiene el tratamiento cronológico de los contenidos con una concepción lineal del tiempo, en donde la historia es una especie de rampa que conduce hacia la modernidad, donde se plantea que el presente es mejor que el pasado y el futuro mejor que el presente, con esta concepción se contribuye en la socialización de una historia nacional, en esa visión de un México unido con un pasado común, que mantiene como columna vertebral a la Independencia de 1810, Las Leyes de Reforma y La Revolución Mexicana de 1910; éstos son hechos decisivos del acontecer nacional mexicano y también son elementos fundamentales en la conformación del sistema político mexicano.

En el enfoque pedagógico remarca la importancia del pensamiento histórico, sugiriendo realizar ordenamientos cronológicos con el uso de recursos como la línea del tiempo. Pensar históricamente implica no únicamente hacer ordenamientos

cronológicos en las líneas del tiempo, el trabajo con este recurso requiere trabajar el orden, la sucesión y la simultaneidad de acontecimientos históricos. Para establecer relaciones simultáneas es necesario que se incorpore la memoria colectiva local que le permita al niño entender procesos históricos nacionales e internacionales, implica abrir las puertas del salón para que esa historia de carne y hueso que se ha mantenido por tradición oral de generación en generación, entre, para que forme parte de un tratamiento didáctico que dialogue en un marco de distintos procesos históricos que han ocurrido en el plano nacional e internacional, porque la comunidad no es un territorio desconectado de otras latitudes, por lo que se trata de sincronizar en tiempo y espacio los procesos históricos locales.

Dejarle al componente de autonomía curricular en el ámbito de conocimientos regionales, una posibilidad de acercar a niños de distintos grados un taller de microhistoria, es una opción que tiene serias limitaciones para el desarrollo del pensamiento histórico por tres razones. En primer lugar, incorporar a niños de distintas edades implica un tratamiento diferenciado para trabajar didácticamente la noción de tiempo, porque ésta tiene una relación con el desarrollo de procesos cognitivos. En segundo lugar, por la diversificación de grados, dificulta establecer relaciones simultáneas entre procesos históricos locales, nacionales e internacionales. En tercer lugar, se corre el riesgo de que el curso de microhistoria se convierta en un espacio anecdótico para los estudiantes.

Cuando el Modelo Educativo y el Plan y programas de estudio plantean el olvido de la memoria histórica local, como elemento fundamental para que el estudiante piense históricamente, pretenden ocultar en un país multicultural que están borrando el rostro identitario de los pueblos originarios que históricamente han resistido desde la invasión de los europeos hasta la actualidad. Pretenden hacernos creer que la memoria colectiva de los pueblos originarios son ciclos que terminaron con la “conquista española”, que ve a los indígenas como objetos que se quedaron detenidos en el tiempo y que únicamente se encuentran en los museos y en las zonas arqueológicas. Los indígenas viven en la actualidad en distintas partes del país, con una forma muy singular de ver y sentir el mundo, esto significa que su historia se mantiene viva.

El Modelo Educativo aspira socializar un sujeto con exceso de individualismo, que sienta curiosidad por la historia. La escuela necesita formar un ser humano histórico que se conecte con su origen a través del conocimiento de la memoria colectiva de los viejos abuelos, que acompañado con su maestro/a y su familia busque explicaciones en la historia de su comunidad para entender el presente, que piense históricamente desde su terruño con la finalidad que pueda establecer relaciones simultáneas con otras historias que ocurren en el país y el mundo. Esta historia fortalece la identidad cultural porque lo relaciona con su origen, si esto ocurre lo conecta con su corazón y le recuerda su verdadero rostro colectivo.

Formar en la escuela primaria a un ser humano que piense históricamente, requiere atender la profesionalización del docente, esto para los responsables de la política educativa en nuestro país es de muy poco interés, así lo refleja la mutilación de espacios curriculares como Historia de la educación, Educación histórica en el aula y Educación histórica en diversos contextos, cursos que desaparecen de la malla curricular 2018 de las Licenciaturas en Educación Primaria y Preescolar en las escuelas normales. La formación inicial y permanente de los docentes en servicio, requiere un acompañamiento de procesos formativos desde la antropología, historia, filosofía, sociología y pedagogía; que permita entender la condición humana en estos tiempos en que el olvido borra la conciencia histórica.

La recuperación de la memoria histórica requiere pensar en los niños, maestros, padres y madres de familia para retomar esa herencia ancestral de reflexionar y trabajar juntos, para hacer visible esa historia viva que se encuentra en las fiestas, la comida, la defensa de la naturaleza y la historia oral que se transmite por gentes con buena memoria que sienten una pasión por contar historias de su localidad. La escuela en lugar de olvidar la memoria colectiva, debe generar las condiciones para que a partir de ésta le ayude al niño a desarrollar su pensamiento histórico que le permita entender a partir de su mundo otros mundos.

Silvino Villarreal Chacón

Oaxaca, resistencia, 2018.

Facebook Comentarios

Leave A Comment