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Esquelas en la plaza pública

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Desde que la revolución cibernética permitió que los periódicos se publiquen en la red y que los lectores respondan, critiquen o comenten noticias y editoriales, la plaza pública se expandió como nunca en la historia. Quienes hoy escribimos opiniones en Excélsior tenemos jueces —severos unos, benevolentes otros— que se encargan de corregir nuestros errores, informar nuestra ignorancia o, como dice el lenguaje popular, “leernos la cartilla”. Unas veces nos apoyan; otras, nos reprochan. Además del blog del periódico donde los lectores se transforman en árbitros, recibimos mensajes en los buzones electrónicos. Hoy, cualquier cosa que anotemos es colectiva, no individual

Sin embargo, quien es el redactor final y firma por lo dicho es el objeto de la crítica. ¡Y qué bueno que así sea! Es una maravilla que ya no haya santones ni plumas intocables. El periodismo del presente es vivo y vivificante. Los lectores que lo deseen también son autores. En esta casa, al final de cada artículo, hay una sección para epístolas y es allí donde se da el arbitraje público y, a veces, el diálogo entre el columnista y sus lectores o alguno de ellos.

Jerónimo Hernández es un lector agudo, seguidor de mis artículos y comentarista inclemente. Además, tiene una prosa ágil y construye sus argumentos con rigor lógico. Índica que tiene 12 años de experiencia docente. Él es un conocedor desde la práctica y también —se nota en sus escritos— se nutre de literatura académica y documentos oficiales.

El señor Hernández se encarga de mostrar —y exponer a otros leyentes— mi ineptitud sobre los asuntos de los que escribo. Acepto que es más lo que ignoro del sistema educativo que lo que conozco de él. Es más, estoy inseguro de lo que informo. La duda es mi divisa, no la certeza. Quizá por ello otros corresponsales me reprenden porque utilizo con frecuencia ese “quizá” (o “quizás” si la palabra de adelante comienza con una vocal) o: “tal vez”, “es probable”, “a lo mejor”, “quién sabe” y “acaso”.

Claro, hay hechos y datos qua afirmo. Por ejemplo, “el 2 de diciembre de 2012 el Presidente y los tres grandes partidos políticos del país firmaron el Pacto por México”. En esos asuntos no hay gresca, aunque registro que puedo cometer deslices. Una de las ventajas es que siempre alguien se da cuenta de esas equivocaciones y lo avisa. Un dicho en la profesión señala que los periodistas publicamos nuestros errores.

En mi columna del domingo 4, “La rutina burocrática”, narré la tribulación que sufren las egresadas de la carrera de técnico profesional en enfermería gineco obstetra del Hospital de Jesús. El señor Hernández apunta que tal carrera está incorporada a la UNAM y no a la SEP, como escribí en mi denuncia de las trabas que pone esta dependencia para la titulación de las egresadas. Ofrece la liga a la página de internet. Allí, en efecto, se apunta que la licenciatura en enfermería —no la de técnico profesional— está asociada a la UNAM. Luego me recrimina: “O hay un error en su fuente y no se preocupa usted por verificarlas, ¿o de qué se trata?”.

Regreso a mi informante, profesor de ese hospital: la SEP otorgó el Rvoe hace más de 30 años a la carrera de técnico en enfermería, luego de técnico profesional, incorporada a la DGETI. Cuando la SEP implantó el bachillerato tecnológico, la escuela defendió la opción inicial, pero debido a esa modificación, a partir de 2015 no ha recibido nuevas alumnas hasta que se complete la transición, para lo cual modificó planes de estudio y adecuación de sus instalaciones. El acuerdo entre la SEP y el Hospital de Jesús fue que las estudiantes que estuvieran inscritas y registradas en la DGETI, con anterioridad al nuevo programa de bachillerato tecnológico, continuaran con el plan previo y se titularan en esta modalidad. No retroactividad de derechos.

Es allí donde está la querella para las últimas siete egresadas y en particular para las dos que ya completaron su nivelación a licenciatura. Es a ellas a quienes la rutina burocrática perjudica y por quienes abogué en mi escrito anterior.

El señor Hernández asegura que la “DGETI de la SEP desde hace como año y medio que está en una crisis profunda […] es uno de los organismos más ineficientes y porosos de la SEP y que ahí se puede encontrar de todo”.

Mantengo mis dudas: ¡Espero que también puedan encontrarse soluciones!

La rutina burocrática corroe a las instituciones; además, sostengo, atenta contra la legitimidad de la Reforma Educativa.

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