Fracaso educativo

No se conocen datos representativos sobre aprendizaje a escala nacional; se cancelaron programas como el de Escuelas de Tiempo Completo que beneficiaban a los más pobres; y estudiantes que asistían a las opciones escolares más desfavorecidas recibieron menos apoyo durante la pandemia (Mejoredu).

Mientras que a las y los maestros de educación básica se les alababa en el discurso oficial – generando con ello un efecto placebo que derivó en “romantización” -, el gobierno de la autonombrada Cuarta Transformación redujo 82 por ciento los recursos federales del Programa para el Desarrollo Profesional Docente en dos años (Mancera et al.). Por si esto fuera poco, 8,000 profesores adscritos al Programa Nacional de Inglés (Pronin) trabajan, según el profesor Rogelio Alonso, sin tener acceso a “derechos laborales fundamentales”. Es decir, la “revalorización magisterial” no existe.

Incluso, en el ámbito de la educación superior, el lenguaje del presidente es contrario a cualquier idea de reconocimiento o aprecio gremial. Ante el inesperado recorte presupuestal a las universidades públicas del país, AMLO expresó que ahora los académicos debemos “hacer más con menos” (Animal Político, 17/12/20 nota de Nayeli Roldán). Ya ni hablar de la intervención gubernamental al Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) para imponer a un director de manera irregular o la sobre ideologización de los asuntos científicos a cargo del Conacyt y el forzado nombramiento de “investigador nacional” al Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, mediante una comisión irregular y a pesar de tener acusaciones fundadas de plagio.

Por todo esto, no es extraño que a tres años y medio este gobierno ya sea, objetivamente hablando, un desastre en materia educativa. Concentrar el poder para servir sus intereses, descalificar al contrario, imponer la austeridad, menospreciar el conocimiento y actuar de manera arbitraria bajo el supuesto de “transformar” dio resultados negativos.

De pilón, nos cruzó una pandemia. El INEGI ha estimado que un poco más de 738 mil estudiantes no concluyeron el ciclo escolar pasado y de éstos, 435 mil (59%) declararon un motivo relacionado con Covid. Bajo la popular idea de declarar obligatoria la educación superior en 2019, la triste realidad nos golpeó. 5.2 millones de personas de 3 a 29 años no se inscribieron al actual ciclo escolar por razones atribuidas al Covid y a la falta de recursos. Si a esto le agregamos los 3.6 millones que no se registraron por “tener que trabajar”, la exclusión escolar en México alcanza un total 8.8 millones.

Coneval respalda el argumento de que la 4T ha sido un gobierno ineficiente. De 2018 a 2020, la pobreza creció de 52 a 56 millones de personas que no tuvieron ni dinero para satisfacer sus necesidades como tampoco acceso a derechos básicos. Pese al extenso programa de becas a jóvenes, de 2018 a 2020, la inasistencia de la población que aún no completa la educación media superior aumentó. ¿Qué vamos a hacer a futuro? Primero, afinar la crítica; segundo, discutir propuestas de política imaginativas en temas centrales como la equidad y el aprendizaje; y tercero, aprovechar los errores de la 4T, hacer comparaciones y construir una narrativa para darle significado popular a su inviabilidad. De estos tres puntos hablaremos la próxima semana.

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