Hacia una educación incluyente

*Jennifer L. O’Donoghue

En una sociedad desigual, la educación representa la única posibilidad para millones de niñas, niños y jóvenes a tener una vida distinta. Es la base para la construcción de una sociedad más incluyente, equitativa y participativa.

Realizaremos esta aspiración cuando aseguramos que todas y todos: 1) lleguen a la escuela listos para aprender y permanezcan en y transiten por ella en tiempo y forma (15 años de educación obligatoria); 2) aprendan lo que quieren y lo que necesitan; y 3) participen como constructores activos de su propia experiencia educativa. Estar, aprender y participar es lo que exige el derecho a aprender.

Pero en México el sistema educativo es todavía excluyente. Las campañas electorales pusieron enfoque en los millones de jóvenes fuera de la escuela y el tema se verá concretado en el programa Jóvenes Construyendo Futuro.

Uno de cada dos jóvenes que dejan la escuela se va por falta de interés, aptitud o requisitos para seguir estudiando (INEGI, 2017). Es decir, no han aprendido lo que quieren y lo que necesitan. Esto no debe sorprender; al término de la educación básica, 1 de 3 jóvenes no ha aprendido lo necesario en lenguaje y comunicación, y 2 de 3 en matemáticas (PLANEA 2017).

Esto es la triple exclusión: jóvenes excluidos de la escuela porque no han desarrollado lo necesario para poder estar en ella, y otros que siguen adentro del sistema, pero que no aprenden o no se sienten escuchados ni involucrados. Este círculo vicioso debe romperse si realmente queremos construir una educación –y una sociedad– incluyente.

Es importante reconocer que estamos mejorando. 29 estados han logrado que más jóvenes entren a la educación media superior en los últimos años, y en nueve estados los jóvenes no sólo se quedan más años en la escuela, sino que aprenden más (ICRE, 2018).

La solución está en lo local y la clave en precisar y focalizar. La exclusión educativa no se vive por igual en todos los estados, ni en todas las comunidades o escuelas. La diversidad en las problemáticas, así como en los avances subraya la necesidad de tener estrategias adecuadas para cada contexto. Becas pueden ser parte de la respuesta, pero no la solución.

Ver cambios a largo plazo requerirá mejorar el aprendizaje y el interés, la relevancia y la pertinencia de la educación para los jóvenes. Un enfoque en el aprendizaje incluyente debe ser multifactorial, con estrategias para el desarrollo en la primera infancia, la formación y apoyo a los docentes y el desarrollo del liderazgo escolar, espacios y formación para la participación de las familias, un currículum participativo y autonomía y acompañamiento a las escuelas para que puedan tomar las decisiones para su contexto.

*La autora es investigadora de Mexicanos Primero

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