La cortesía y la cultura venezolana

ADITH GOMEZ GOMEZ

La cortesía venezolana tiene características muy específicas que la perfilan y la hacen muy propia, pese de haber sido heredada de los colonizadores españoles, como un elemento  cultural  es el  resultado de un proceso sincrético en el que se fundieron elementos de las culturas aborígenes, negros y europeos.

La cortesía se entiende, de acuerdo a Bravo 2004, como «una actividad comunicativa cuya finalidad propia salvaguardar la imagen el otro y que responde a normas y códigos sociales que se suponen en conocimiento de los hablantes. Este tipo de actividad, en todos los contextos, “considera el beneficio del interlocutor” (Bravo, 2004: 33). Así pues, la cortesía tiene como propósito principal servir de puente en la interacción comunicativa y que ésta tenga un sentido de cooperación[1]. Existen diferentes estudios, entre estos los de Bravo (2004), que asumen este ritual de interacción como un fenómeno sociocultural y no como una serie de normas universales a cumplir, con el propósito de salvaguardar la imagen de los interlocutores. Si bien su origen tuvo una función reguladora del comportamiento (Bolufer:2013), con un sentido completamente heterónomo, en la sociedad actual pareciera además poseer un tintas autónomas.  Así son notorias las diferencias culturales en cuanto a las representaciones sociales de la cortesía en diferentes países, por ejemplo si se compara la cortesía japonesa de la norteamericana o la cortesía venezolana con respecto a la británica. En este sentido, cada país pareciera poseer su propio código de regulación social, siendo unos más rígidos y ceñidos a lo dictado por los manuales de urbanidad y otros más flexibles en cuanto a ello. Los estudios interculturales  de Havertake (2010), Spencer-Oatey (2004) y Bravo (2004) han evidenciado lo  anterior. Las diferencias en cuanto lo que una persona pueda interpretar como cortés o no, están condicionadas por los imaginarios y las representaciones sociales que se hayan construido sobre la cortesía y éstas están condicionadas por los procesos históricos sociales de cada región.

Analizando la génesis de la cultura venezolana, como un elemento resultante de un sincretismo cultural[2] se ha asumido históricamente la cortesía como herencia de Europa, la cual se incorporó a los Latinoamericanos de la mano de los conquistadores, especialmente los sacerdotes lasallistas quienes estaban encargados de enseñar religión a los locales, llevando a cabo un “proceso civilizador” o de blanqueamiento que requería el control y manejo del cuerpo y el uso de las buenas maneras. En este sentido, Bourdieu (2010) considera que la educación tiene como propósito reproducir los intereses de los grupos dominantes, por lo que constituye un mecanismo de dominación, de modo tal que la implementación de la cortesía y el comportamiento burgués en la sociedad colonial puede asumirse como una forma de [3]violencia simbólica.  A pesar del proceso de aculturación pretendido por España, los procesos históricos vividos en el país y la inevitable presencia de elementos autóctonos y africanos en la cultura, dieron lugar a un sistema de cortesía que pareciera poner de manifiesto la cosmovisión venezolana, diferente de otros pueblos y que pudiera ser signo de identidad cultural.

Los manuales de urbanidad y la cortesía en Venezuela

Durante el siglo XIX, los manuales de urbanidad se pusieron en boga en casi toda América Latina y Centroamérica, como elementos formadores de la civilización Hispanoamericana. Ante esto, Venezuela no permaneció como la excepción. Maggi (1993) señala que durante el siglo XIX en Venezuela los manuales, cartillas y catecismos eran los textos más utilizados en las instituciones educativas. Los más populares de la época fueron Las Lecciones de Buena Crianza, Moral y Mundo de Feliciano Montenegro y Colon 1841, Conversaciones Familiares entre un Padre y Su Hijo sobre la Vida del Hombre de Tomas Antero  1845, Manual de Urbanidad y Buenas maneras 1854 de Carreño, Las páginas de la Infancia, el Libro de los Deberes de los Niños de Angel María Terradillo 1870, El Consejero de la Juventud de francisco González Guiñan 1902, Consejo de un Padre a sus Hijos de Egidio Montesinos 1831-1913 y El catón cristiano de san Casiano para el Uso de las Escuelas con Ejemplos 1823. Sobre este particular, se puede observar la esencia del conductismo y la incidencia de la religión sobre el nuevo proyecto de país, el progresista. En el siglo XIX, se instaura la enseñanza de la religión como estrategia educativa, el arquetipo que promovían estos manuales era el de ciudadanos decorosos, sumisos, afables y controlados.

Para la época, los manuales de urbanidad y buenas maneras fungían no sólo como cartillas para formar modelos de conducta ideal, sino como códigos culturales que buscan alienar y blanquear simbólicamente a la sociedad venezolana, la cual tiene un profundo interés en proyectar que está a la par con la europea (Straka: 2009). La cortesía, marcada por las clases sociales y los géneros, viene a sembrar distancias entre los ciudadanos, así pues más que promover un  trato afable, tiene como función poner a cada quien en el lugar social que le corresponde, de acuerdo a su estatus.

La sociedad venezolana a pesar de no ser europea, busca aparentar una imagen de élite, que presume de no envidiar nada a los países europeos.[4] Straka (2009) comenta al respecto que a pesar de los intentos de alcanzar un comportamiento refinado, progresista y civilizado, en el fondo permanece en el imaginario social venezolanos una esencia cimarrona que impedía asumir los valores y actitudes occidentales de manera total, no obstante, aprendieron a simular su comportamiento cuando era necesario. En términos de Braudillar (1979) Venezuela desarrolla una cultura del simulacro[5], de la apariencia, cuya base principal era el Manual de Carreño. Díaz Rodríguez[6] presenta algunas descripciones de intelectuales como José Asunción Silva sobre el comportamiento de los caraqueños en 1894:

Como en todas partes sucede, hay un grupo cosmópolis que toma té,

se lava con Pear’s soap, se viste en Londres, lee a Bourget etcétera.

Está bien visto, no es interesante y lo encuentra usted en toda capital.

Eso se llama aquí Boulton, Eraso, White, Olavarría, y es lo que estoy

frecuentando, con más el cuerpo diplomático […] Son otras cosas, las

locales, sabe?… Chiveras, charreteras, ajos que fluyen como hemorragia

por la boca gruesa; odios furiosos de resto de las luchas pasadas

pretensiones que se exteriorizan en cruces y condecoraciones…

En un país con grandes riquezas, y una estratificación social marcada, la cortesía y la educación vienen de la mano con la alta alcurnia, especialmente en la capital del país, puesto que en el interior, todavía la población está conformada por agricultores y campesinos, descendientes de indígenas y esclavos quienes estaban muy distantes de la refinada actitud occidental presentada en los manuales de urbanidad y buenas maneras. Esta situación permanece por varios años hasta que se decreta en el año 1870, la educación gratuita y obligatoria en el gobierno de Guzmán Blanco. El acceso masivo del ciudadano común a la educación trajo como consecuencia, a lo largo del siglo XX, la reducción de las distancias sociales entre los diferentes estratos socioeconómicos.

Dicho cambio social generó nuevas representaciones sociales en los venezolanos sobre la cortesía. Para finales del siglo 20, el comportamiento refinado y cortés del venezolano había pasado de ser una serie de normas cuyo propósito era salvaguardar la imagen y denotar alcurnia, a ser un elemento interaccional y de cooperación en la comunicación. La cortesía venezolana pareciera haber evolucionado como una opción[7] en el sistema lingüístico que tiene el hablante, ante una situación comunicativa específica, más que concebirse como una serie de normas comportamentales heterónomas. Atrás quedó la república fingida, con todo su afrancesamiento y evolucionó como un elemento favorecedor de la otredad y de la interacción intersubjetiva en el mundo de la vida social (Shultz: 1972), adquiriendo un sentido más ético.

Al respecto, es importante señalar que en Venezuela, los estudios sobre la cortesía desde un punto de vista cultural son recientes, no obstante existen aportes desde la perspectiva de la investigación lingüística en los que se describen con qué función es empleada. Jaimes Estevez y Adrian Segovia (2016) realizaron una recopilación de los estudios en materia de cortesía, los cuales apoyan el aporte de Watss (2003) y de Bravo (2004) quienes postulan que la cortesía no sólo se trata de aspectos políticos y normativos sino que también refiere a aspectos de índole sociocultural. Lo anterior demuestra que la cortesía actual del venezolano (a excepción de los andinos) tiene un propósito de salvaguardar la imagen del otro y establecer relaciones cercanas, es decir se tiende a la cortesía valorizante. Álvarez Muro (2007) también realizó un significativo aporte al estudiar la cortesía de la región andina. Lo anterior, permite establecer diferencias interculturales y distinguirnos de culturas como la anglosajona que prefiere la cortesía mitigadora o negativa.

A modo de conclusión, se puede decir que la cortesía como elemento sociocultural gestó su origen en Europa y fue incorporado en el imaginario social venezolano como un elemento de control y aculturación, a través de la educación. Sin embargo la realidad socio-histórica y cultural de Venezuela fue moldeando y creando sus propios signos y representaciones sociales sobre lo que puede ser considerado cortés o descortés, e incluso sobre el valor de la cortesía en las prácticas sociales cotidianas. La cortesía pasaría entonces a ser un elemento sociocultural que pudiera llegar a ser representativo de la ideología y la cultura de cada pueblo.

REFERENCIAS

Alvarez Muro, Alexandra (2007). Cortesía y Descortesía. Teoría y Práctica de un sistema de significación. Estudios de Lingüística en Español.

Bolufer, Mónica (2013). De la Cortesía a la Urbanidad. Red de Revistas Universitarias. REBIUM. Polifemo.

Bourdieu, Pierre (1980). “El capital social. Apuntes provisionales”, en Zona abierta,

núm. 94-95. 2001. Madrid.

 

Bourdieu, Pierre (1987). “Los tres estados del capital cultural”, en Sociológica, año 2,núm. 5, UAM- Azcapotzalco.

Bourdieu, Pierre (1994). “Estrategias de reproducción y modos de dominación”, en

Colección Pedagógica Universitaria. 37-38. enero-junio/julio-diciembre 2002, IIEUV

Bourdieu, Pierre (1996). Cosas dichas. Barcelona: Gedisa.

Bourdieu, Pierre (1997a). Capital cultural, escuela y espacio social. México: Siglo XXI.

Bourdieu, Pierre (1997b). Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Barcelona:  Anagrama.

Bourdieu, Pierre (2002). La distinción. Criterio y bases sociales del gusto. México: Taurus.

Bourdieu, Pierre y Jean-Claude Passeron (1970). La reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza. México: Fontamara.

Bravo, D. (2004). La Pragmática Sociocultural. Ariel Lingüística

Havertake, H. (1994). La Cortesía Verbal. Análisis Pragmalingüístico.

Spencer-Oatey, H. (2002). Rapport Management.A Framework for Analysis. London. Continuum.

Straka, Thomas (2009). La República Fingida. La Urbanidad como Salvación. Venezuela 1870-1900. Saber ULA. Presente y Pasado – Año 014 – Volumen 14. Nº 28

Schütz, A.(1972). Fenomenología del mundo social. Introducción a la sociología

comprensiva. Buenos Aires: Paidós.

[1] Desde la linguistiva Grice (1975) establece el principio de cooperación

[2] Briceño Guerrero (1999) utiliza el término para describir la cultura venezolana como resultado de la fusión de varias culturas.

[3] Para Bordieau (1999) La violencia simbólica se define como una violencia que se ejerce sobre los individuos con su propia complicidad. Es una violencia encubierta.

[4] Straka(2009) denomina el proyecto de nación como la creación de la republica fingida.

[6] Manuel Díaz Rodríguez. Ídolos rotos, [1901], Caracas/Barcelona,

Ediciones Nueva Segovia, s/f, p. 58.

[7] Alexandra Alvarez Muro (2004) realizó una descripción de la cortesía empleada en los Andes venezolanos.

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