La educación alternativa en América Latina

A finales de la década de los ochenta nuestro continente vivió los estragos de la crisis económica más severa en la historia reciente, que había iniciado algunos años antes. A la década de la ochenta la reconocen los expertos como la década perdida en educación, había pasado el movimiento estudiantil de 1968 en nuestro país, pero muchos países del cono sur entraban a la triste etapa de dictaduras o vivían la asfixia de sus consecuencias. En la década de los noventa inicia el despliegue de las propuestas educativas basadas en esquemas neoliberales (adelgazamiento del Estado, ahorro y austeridad, tendencia a privatizar el servicio educativo, elitización del acceso a la educación superior, etc.). de esta manera los gobiernos formales de los países latinoamericanos comenzaron a adoptarse o a fomentar las nuevas condiciones de colocar a la educación en la esfera de lo inalcanzable.

De esta manera, los gobiernos de los países de la región comenzaron a renunciar a una parte de su compromiso histórico por garantizar la atención educativa a hombres y mujeres desde los grados básicos de instrucción hasta la Universidad. Fue Chile el país del gran experimento neoliberal. En paralelo surgieron iniciativas alternativas provenientes de grupos de intelectuales de avanzada o de colectivos de la sociedad civil, los cuales se fueron organizando así, de manera alternativa, con apoyo en el financiamiento de algunas fundaciones internacionales o de grupos altruistas, que prefirieron gastar o invertir su dinero en proyectos educativos alternativos.

De esta manera se comenzaron a desplegar desde este momento infinidad de inactivas pedagógicas y sociales a las cuales también se les conoció bajo el rótulo de educación popular, educación social, educación alternativa o educación contra cultural.

En cada país surgieron personajes icónicos basados en la solidez de su pensamiento y en la penetración de sus propuestas, una de las características de estas iniciativas es el carácter colectivo en la forma de darles soporte, curso de acción y seguimiento, y al final surgió una propuesta la cual permitía sistematizar las distintas iniciativas de educación popular.

En todo este marco de propuestas tenemos la presencia de un personaje clave que sirvió de motor y de inspiración en las mismas ha sido el pedagogo brasileño Paulo Freire. El pensamiento freiriano, a partir de sus textos clásicos: “Pedagogía del oprimido” y “Educación como práctica de la libertad”, no sólo generó un marco de referencia diferente al de las hegemonías gubernamentales sino también una metodología de atención y de relación educativa, que también ha sido profundamente alternativa. Es más, es en la metodología de atención en el encuentro cara a cara entre educadores y educandos el rubro que sirvió como detonante para demostrar que gran parte de las propuestas educativas de los gobiernos fracasaban era precisamente ahí en su carácter vertical, impositivo y autoritario. En su texto de las metodologías horizontes Olac Kalmeier, “En diálogo. Metodologías horizontales” propone la importancia de horizontalizar el encuentro entre los que educandos y los educadores y ahí los roles cambian: ambos son educandos y educadores.

En nuestro país destacan las propuestas de un modelo alternativo de escuela de Gabriel Cámara de la llamada Comunidad educativa, él demuestra a partir de esta iniciativa que es posible crear otro modelo de escuela y de atención educativa basado en la flexibilidad en la tarea y del compromiso educativo compartido.

Las comunidades de base del llamado clero progresista, junto con algunos jesuitas por la liberación, también contribuyeron a desescolarizar el proceso educativo y a adaptarse a las necesidades de la gente en su contexto y en su situación social concreta.

En América latina también algunos gremios u organizaciones sindicales sirvieron para lanzar iniciativas educativas de avanzada como la CTERA en Argentina y las iniciativas progresistas de algunos sindicatos de maestros en países de América del sur. No ha sido así para el caso mexicano, en nuestro país la organización sindical de educadores –el SNTE-,  ha estado copada en algunos esquemas de cacicazgos sindicales basados en la corrupción y en la alianza con los sectores del poder.

Otro rasgo en las iniciativas de educación alternativa en América latina, que se han desplegado a lo largo el continente, han sido la transversalización de la tarea educativa.  El compromiso de educar se ha ligado con iniciativas como la defensa de la tierra como es el caso de Brasil, del cuidado y preservación el medio ambiente en Bolivia y Ecuador, de mantener un compromiso educativo con los grupos originarios del territorio como es el caso del modelo zapatista en el sureste de nuestro país con el modelo Rayito de sol, o el movimiento Mapuche en Chile, de iniciativas ecológicas y de preservación del medio ambiente y de iniciativas de producción comunal agropecuaria, forestal y pesquera basadas en la cooperación, la solidaridad y el bien común. O el caso de la resistencia política en contra de imposiciones imperialistas como sucede en Cuba, Venezuela y Bolivia.

No existe un manual o un texto global que le de claridad a todo lo que aquí he dicho las iniciativas del llamado movimiento de Educación Alternativa son aisladas, particulares focalizadas y en resistencia; porque son iniciativas para cuestiones muy particulares, pero hace falta el gran texto, el Libro Blanco de la educación alternativa y popular para con clave latinoamericana.

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