La experiencia de los estudiantes universitarios ante la transición ocasionada por el COVID19

Sylvia Vázquez Rodríguez 

Juan Carlos Silas Casillas

La experiencia de los estudiantes universitarios en la segunda mitad del semestre de primavera 2020 ha sido difícil. Ante la declaración de pandemia por la Organización Mundial de la Salud y la orden de suspender actividades por parte del gobierno federal y los gobiernos estatales, las Instituciones de Educación Superior (IES) se vieron obligadas a trasladar su docencia de forma abrupta y emergente de lo presencial a una modalidad que se ha venido llamando “virtual” de manera amplia. Esto significó que profesores e instituciones tuvieron aproximadamente una semana para “migrar” los cursos. Esto a su vez representó que los estudiantes tuvieron unos cuantos días para prepararse en vistas a una modalidad educativa que no tenían contemplada y una rutina de trabajo mayormente desconocida.

A la luz de este inesperado fenómeno, el Grupo de Investigación sobre la Educación Superior en Coyuntura (GIESuC), un grupo de académicos en Guadalajara, se propuso retratar la vivencia de estudiantes y académicos que tuvieron que transformar su relación con la enseñanza y el aprendizaje. Para los estudiantes, se desarrolló un cuestionario que se difundió por redes personales y sociales entre el 24 de marzo y el 30 de abril. La experiencia de los profesores ya ha sido relatada en este mismo espacio por lo que ahora se habla de los alumnos.

Se obtuvieron 4,183 respuestas válidas de estudiantes de América Latina, aunque la gran mayoría fueron de México y proporciones menores de Colombia, Argentina y otros países. Más de 80% de las respuestas provienen de estudiantes de licenciatura y proporciones menores de alumnos de posgrado o Técnico Superior Universitario / Profesional Asociado. Dos terceras partes fueron mujeres y un tercio hombres. 

El análisis de los datos lleva a bosquejar varias ideas relevantes en torno a la experiencia por la que han pasado los jóvenes. La literatura sugiere que, para los estudiantes, la formación universitaria incluye la experiencia completa de ir al campus, deambular por los pasillos, comer en la cafetería, interactuar con compañeros y profesores, etc. Ahora, con esta experiencia de mutación acelerada, quedó claro que los jóvenes universitarios no han procesado de manera fácil las circunstancias que les planteó el confinamiento. A principios de año, ellos tomaron decisiones basadas en sus cálculos e intereses y se inscribieron a un programa que se cursaría de forma presencial y su expectativa era que estarían atendiendo al plantel de forma frecuente y, en caso de los campus universitarios más equipados, incluso hacer uso de las instalaciones deportivas, culturales, sociales y recreativas, además de las meramente académicas. Al no suceder, los estudiantes tuvieron un momento inicial de perplejidad que parece transformarse en incomodidad.

Más de la mitad de los estudiantes afirma que la frecuencia y calidad de las interacciones con sus compañeros y profesores ha disminuido. 64% señala menor frecuencia y 56% menor calidad en el intercambio con sus pares. Por otro lado, 57% dijo que ha disminuido la frecuencia de interacción con los profesores y una cantidad similar (56%) señaló que ha disminuido la calidad de los intercambios.

Algunos datos notorios que arroja el estudio muestran que más de la mitad (56%) piensa que su aprendizaje será menor en esta modalidad y sólo 5% que será mayor. 14% cree que será igual a lo esperado de forma presencial y una cuarta parte (25%) señaló que era pronto para afirmarlo. Será interesante saber cuál fue su opinión ahora que ha terminado el semestre.

Uno de los elementos que parece relacionarse con esta expectativa de menor aprendizaje es que los alumnos tenían poca experiencia en el tema de la educación mediatizada. 61% nunca había tomado un curso “no-presencial”, 12% sí había tomado clases en esa modalidad, pero tal vez no lo volvería a hacer y 6% definitivamente no lo haría de nuevo. Una minoría (15%) sí tenía experiencia en este tipo de educación y lo volvería a hacer.

Uno de los elementos controversiales en los perfiles de respuesta es el de la dedicación de horas de trabajo académico. 86% de los muchachos respondió que esperaría dedicar igual o menor cantidad de horas a su aprendizaje ahora en “modo contingencia”, sin embargo, hubo un notorio incremento en la cantidad de personas que dijeron dedicar más horas que antes. Sin lugar a dudas, esta es uno de los factores que afectan su actitud.

Un elemento que contribuye a una presumible incomodidad es que tres cuartas partes (73%) afirma que, en su experiencia, cada profesor ha elegido la plataforma que ha considerado adecuada y en ella ha instrumentado su curso. En la práctica esto ha contribuido a una curva de aprendizaje bastante pronunciada, ya no sólo en términos de los contenidos de la asignatura o la cantidad de trabajo dedicado a aprenderlos, ahora se suma tener que ser hábil en varias plataformas.

Señalan que han enfrentado dificultades logísticas, de conexión e incluso referidas a sus profesores. Las dos más frecuentes fueron que uno o dos de sus profesores tenían complicaciones para utilizar las plataformas y que el internet se cae lo que ocasiona que se queden a medias en algo. Otras dificultades que recibieron una alta cantidad de menciones fueron que el internet es lento y que hay mucho ruido en el lugar donde podría estudiar. De alguna manera, la suma de factores comienza a explicar la incomodidad aparente de los estudiantes: cambio súbito en la modalidad educativa, inexperiencia en educación no-presencial, declive en las interacciones, incremento en tareas y horas dedicadas al aprendizaje, necesidad de manejar con destreza varias plataformas simultáneamente y diversas dificultades de conectividad o logística. 

Los elementos presentados en el párrafo previo abonan a los resultados en la parte de emociones y sentimientos más presentes. En ellos resaltaron la sensación de saturación de tareas y actividades, junto con el estrés y la frustración. Los estudiantes están inconformes en mayor o menor grado.

Por último, en un tono más positivo, se puede decir que, en términos generales, los estudiantes perciben como ventaja el ahorro en tiempo y recursos relacionados con la transportación, así como la posibilidad de gestionar los trabajos por hacer en sus propios términos. A pesar de la aparente incomodidad que les ocasiona, reconocen estar desarrollando habilidades en el uso de plataformas educativas y a darle a las tecnologías de información y comunicación un uso más académico que recreativo. Extrañan el campus, las instalaciones deportivas, culturales, sociales y recreativas, así como la libertad de deambular y decidir de manera autónoma.

Los estudiantes tienen sugerencias para sus profesores e instituciones. Piden que se les tenga más paciencia y empatía, mejor comunicación, que se dé capacitación a los profesores, se unifique la elección de plataformas y se balanceen las cargas de trabajo entre asignaturas.

Con relación al género, no se encontraron diferencias significativas en las respuestas de los estudiantes, excepto en el orden que valoran las plataformas: los hombres valoran Moodle encima de Zoom y Google Classroom, mientras que las mujeres valoran Google Classroom en primer sitio, seguido de Zoom y Facebook, dejando Moodle en cuarto lugar. 

Quedan muchas interrogantes todavía, como: ¿qué diferencias hay entre los estudiantes más jóvenes y los más experimentados?, un análisis más profundo sobre las ventajas y desventajas que están viendo los estudiantes y sobre los aprendizajes adicionales que reportan estar desarrollando en esta situación. En los próximos días se desarrollarán análisis comparativos. Por ahora se comparten los datos globales del estudio desarrollado por el Grupo de Investigación sobre la Educación Superior en Coyuntura (GIESuC) en:  www.giesuc.org o la página de Facebook: https://www.facebook.com/GIESUC/ 

O se puede solicitar a la dirección de correo electrónico: giesuc2@gmail.com

Descárgalo aquí Vivencia de estudiantes ante la pandemia GIESuC Final

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