La importancia y vigencia actual de las Escuelas Normales Rurales en México a 100 años de su creación 

Velia Torres Corona

Co-directora en Investigación y Diálogo para la Autogestión Social, A. C.

El Observatorio del Derecho a la Educación y la Justicia (ODEJ) es una plataforma para el pronunciamiento público, impulsado por el Campo Estratégico en Modelos y Políticas Educativas del Sistema Universitario Jesuita (SUJ). Su propósito consiste en la construcción de un espacio de análisis informado y de posicionamiento crítico de las políticas y las reformas educativas en México y América Latina, arraigado en la realidad social acerca de las injusticias del sistema educativo, y recupera temas coyunturales y estructurales con relación a la agenda educativa vigente.

El 8 de agosto de 2021, el periódico La Jornada publicó una nota titulada “Retroceso, suplir internados y comedores por becas en normales rurales: expertos”, donde se explicaban las intenciones del gobierno federal en turno, de entregar becas de manutención a cada estudiante de las Escuelas Normales Rurales (ENR) del país, con el fin de pagar alimentos y vivienda. En esa nota, aunque no aclara que el gobierno federal lo diga explícitamente, se señala que esta iniciativa eliminaría directamente los internados de estas escuelas, aspecto que, según la voz de los especialistas en el tema y de los propios normalistas rurales entrevistados, sería un “gran retroceso y golpe al normalismo rural”, debido a que dichos internados no sólo son lugares físicos, sino “espacios de construcción colectiva” y ligados a la búsqueda de la justicia social. Como lo explica una de las entrevistadas, los internados de las ENR “son como otra escuela” donde es posible encontrarse con otros/as estudiantes, diversos/as en muchos aspectos, con los cuales se comparten conocimiento e ideas, se aprende mutuamente y en colaboración.

La noticia es preocupante, sobre todo viniendo de un gobierno que, al menos en su discurso, está a favor del “pueblo” y los sectores más empobrecidos, ya que eliminar los internados de las ENR sería atentar contra estas escuelas y el normalismo rural como proyecto político pedagógico. Esta preocupación se sustenta en varias razones y hay que explicarlas:

  1. En primer lugar, el uso de las becas de manutención puede ser leído desde la lógica neoliberal educativa del bonus educativo, mencionado en la nota. Esta lógica consiste en transferir al estudiante una suma equivalente a lo que el Estado hubiera gastado en él dentro del sistema educativo público. Este hecho, que puede parecer inocente, lo que posibilita es que el Estado se desligue de su responsabilidad social, que consiste en brindar recursos suficientes para la infraestructura de las escuelas y, en términos más generales, asegurar que la educación sea pública.

Sin embargo, para el caso de las ENR, esta medida tiene que ser leída desde la historia del normalismo rural, caracterizada por un paulatino abandono y ahogamiento por parte del Estado. Por lo tanto, de concretarse la medida, tendría que situarse en el marco de una campaña sistemática de agresión contra estas escuelas (Hernández Navarro, 2013), caracterizada por una guerra de “alta intensidad”, con un componente más agresivo en los últimos años (basta recordar a los 43 desaparecidos de la Normal Rural de Ayotzinapa), y una de “baja intensidad”, compuesta por la precarización y la paulatina disminución de recursos económicos hacia las ENR (Carro, 2020) y las políticas anticampesinistas de abandono del campo y del proyecto educativo rural como tal. Por lo tanto, eliminar los internados de las ENR no sólo sería una medida de ajuste o modificación, sino parte de un proceso más grande de ataque hacia estas instituciones. 

  1. Un segundo punto de preocupación está relacionado con la importancia de los internados, más allá del apoyo material concreto que constituyen para cientos de estudiantes y sus familias. En varios estudios (Civera, 2008; Hernández, 2015; Padilla, 2009) se ha subrayado ya la importancia del comedor y los dormitorios de las ENR como un apoyo para estudiantes y sus familias de bajos recursos, ya que con estos dos elementos es posible cubrir hospedaje y comida durante los años de formación en la escuela. Incluso, en muchos casos, esta particularidad es mencionada como una de las razones principales que toman en cuenta las y los estudiantes normalistas para ingresar a las ENR. 

No obstante, los internados son importantes no sólo por esta razón, sino también porque se conforman como lugares de constitución de sujetos sociales, políticos y pedagógicos específicos que edifican el normalismo rural. De acuerdo a la investigación doctoral que realicé en la Escuela Normal Rural Vanguardia (ENRUVA) en Oaxaca, dentro de los internados de estas escuelas las normalistas rurales experimentan diversas vivencias significativas, muchas de ellas con un carácter profundamente formativo, que abarcan aspectos de la vida cotidiana del internado, más allá de la formación política y académica, ambas ampliamente estudiadas (González y Amann, 2009). En estas experiencias se promueve la organización colectiva, el compromiso social y la autonomía y, en el caso particular de la ENRUVA, internado femenil, fue posible analizar cómo a través de las experiencias en las prácticas docentes, por ejemplo, las normalistas se reposicionan como sujetos sociales comprometidos con los contextos comunitarios desiguales, y orientan así su práctica docente, social y política hacia la búsqueda de la justicia social. En la misma sintonía, hallé que la vida cotidiana dentro del internado, junto con la formación política, posibilita el reposicionamiento de las estudiantes como mujeres autónomas, seguras de sí mismas y transgresoras de los roles y destinos de género socialmente impuestos.

Estas vivencias formativas, englobadas dentro del término acuñado “formación rural normalista” (Torres, 2022), suceden en el internado de las ENR, en tanto espacios de configuración subjetiva. Así, en esto radica la importancia de los mismos y del proyecto político educativo del normalismo rural, más allá o como complemento al aspecto material y la construcción de colectividad, y en esto radica entonces el riesgo de su desaparición. 

  1. Finalmente, este año, las ENR cumplen 100 años de su fundación, ya que el 22 de mayo de 1922 es reconocida como la fecha de apertura de la primera ENR, ubicada entonces en Tacámbaro, Michoacán. Este acontecimiento dice mucho de la resistencia que han emprendido normalistas rurales, docentes, trabajadores y población en general para sostener a las escuelas y al proyecto del normalismo rural, a pesar de los distintos acontecimientos ya mencionados.

Esta resistencia ha posibilitado que las ENR se conviertan actualmente en uno de los últimos vestigios de la Educación Rural, proyecto postrevolucionario del siglo pasado, que fue uno de los emblemas de la justicia social e integración nacional, pero que permitió el acceso a la educación a una gran parte de la población campesina e indígena del país ya que “la escolarización de la población rural figuró como un asunto central en las agendas políticas y sociales de la región [latinoamericana]” (Alfonseca, 2011, p. 507).

A pesar de que la función y las características de las ENR se han modificado conforme a los fines y orientaciones de los diversos proyectos educativos del Estado mexicano, es posible sostener que, en términos generales, estas escuelas siguen siendo una posibilidad concreta de escolarización para sectores empobrecidos, pero sobre todo, la lucha por su supervivencia y existencia, sostenida por el movimiento normalista rural, sigue siendo una lucha por la educación pública y el derecho a la educación, en un contexto educativo caracterizado por políticas neoliberales de privatización y extinción de lo público. Además de que, a pesar de los cien años que han pasado, muchos de los contextos rurales e indígenas siguen demandando un tipo de educación acorde con sus necesidades, problemáticas y pertinente y significativo para sus estudiantes como sujetos sociales.

Considero que en estos tres puntos radica mucha de la importancia de las ENR y la necesidad de su defensa, con internados incluidos, como parte de un proyecto político pedagógico todavía vigente. No en vano la lucha de las y los compañeros de y por la Escuela Normal Rural de El Mexe, en Hidalgo, es la apertura del internado ya que, sin éste, la Normal Rural pierde un espacio central formativo para sus estudiantes. 

Finalmente, a cien años de la fundación de las ENR, tendríamos que preguntarnos por el futuro de estas escuelas dentro de la política educativa oficial y por la deuda histórica que el Estado mexicano tiene todavía con ellas.

 

Referencias

Alfonseca Giner de los Ríos, J. (2011) Notas sobre la construcción de la escuela rural latinoamericana durante la primera mitad del siglo XX. En A. Civera, J. Alfonseca y C. Escalante (coords). Campesinos y escolares. La construcción de la escuela en el campo latinoamericano, Siglos XIX y XX, (pp. 505-529). México: M. A. Porrúa, El Colegio Mexiquense.

Carro Nava, A. (2020) El presupuesto 2021 para las escuelas normales: ¿crónica de un desmantelamiento anunciado? Faro Educativo, Apunte de política, no. 20 (pp. 1-5.). México: Inide, UIA. 

Civera Cerecedo, A. (2008) La escuela como opción de vida. La formación de maestros normalistas rurales en México, 1921-1945. México: El Colegio Mexiquense.

Hernández Santos, M. (2015) Tiempos de reforma. Estudiantes, profesores y autoridades de la Escuela Normal Rural de San Marcos frente a las reformas educativas, 1926-1984. México: Universidad Autónoma de Zacatecas.

Padilla, T. (2009) Las normales rurales: historia y proyecto de nación. El cotidiano, 154, 85-93. 

Torres Corona, V. (2022) “Yo sólo quería ser maestra”: La configuración social, política y pedagógica de la sujeta normalista rural desde la Escuela Normal Rural Vanguardia de Oaxaca (Tesis doctoral), CIESAS, CDMX.

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