Las falsedades de la reforma educativa

Llegado este momento, en que el Presidente Peña Nieto comienza a vislumbrar su salida de Palacio Nacional, vale la pena preguntarse qué es lo que ha pasado con la implementación de sus famosas “reformas estructurales” porque, a decir de muchos – y me incluyo –, ni se ha reformado lo prometido, ni ha habido una transformación sustantiva en varios de los frentes que, en su momento, pensó se transformarían; y lo que es peor, esas promesas que incluían grandes beneficios para los mexicanos, se han quedado en eso, en meras ilusiones veraniegas sin que en los hechos se haya percibido un cambio radical en los bolsillos de los ciudadanos o, en la educación que se brinda en mi México querido.

Hechos para sustentar mi dicho son muchos y muy variados; sin embargo, me detendré a analizar los que están relacionados con el tema que nos ocupa, el educativo, sin que ello implique que éste esté separado del resto, que también son materia de análisis, pero que dejaré para otro momento.

Pues bien mi querido lector, con la detención de la maestra Elba Esther, se pensó que la reforma educativa de la que tanto habló el Presidente en los primeros 100 días de su gobierno, las cosas serían miel sobre hojuelas. El Secretario en turno, Emilio Chuayffet, poco pudo hacer, y fue relevado del cargo tres años después. Sin embargo, el mal estaba hecho. El “Pacto por México” logró su cometido: reformar la Constitución Política Mexicana y las leyes que de ella emanaron. Todo, con el propósito de “mejorar” la educación en el territorio mexicano pero afectando los derechos de los trabajadores que se encuentran en este ramo.

No, ante ello, no hubo una respuesta sindical como era de suponerse y esperarse, por el contrario, Juan Díaz de la Torre guardó silencio y el gremio magisterial fue brutalmente golpeado. Se dijo que las modificaciones a la carta magna tenían un sustento: recuperar la rectoría de la educación pero, ¿acaso los gobernantes la habían perdido cuando en los hechos ellos mismos la había cedido?

Por su parte, por esas fechas el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) cobró presencia pero no autonomía. Claro, la amenaza era constante: te evalúas o te vas. Así de simple, así de complejo.

Los argumentos de varios especialistas y asistentes que nos dimos cita en Chihuahua durante el XIII Congreso Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), no importaron. La reforma es la reforma y no admite punto de discusión ni debate – se dijo –.

Los maestros, sin una representación, sin un liderazgo que los defendiera de las autoridades, fueron apabullados; aún y cuando las evidencias de la serie de injusticias por la implementación incorrecta de una ley (del servicio profesional docente) en cada una de las entidades federativas, se documentaron y denunciaron.

Las evaluaciones de desempeño se aplicaron y los resultados demostraron que “el mal” no estaba en los maestros sino en el intricado Sistema Educativo Mexicano (SEM) y en las políticas educativas que hasta el momento se habían ejecutado. ¿Puede entender porque en nuestros días solo se evaluarán cerca de 170 mil maestros de los más de 1.2 millones que se tenían contemplados?

Las pruebas internacionales se desestimaron, los recursos fueron insuficientes pero, también, la capacidad de las instituciones encargadas de evaluar el proceso de enseñanza y de aprendizaje, y surgió entonces un examen que mediría el conocimiento de los estudiantes que cursan alguno de los grados del nivel básico y medio superior del SEM: PLANEA (Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes). ¿Y los resultados?

Así las cosas, el modelo educativo, solo tres años después se presentó. Se dijo que éste traería grandes propuestas pedagógicas y que ahora sí, los alumnos se formarían adecuadamente y por los mejores maestros, y nada de ello ha pasado. Claro, tendremos que esperar hasta el 2018.

En esos días, dicho modelo fue duramente criticado – con el debido fundamento – y el Secretario Nuño tuvo que recular y repensar su estrategia de implementación. Para ello, el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y su titular, Blanca Heredia, le entraron al quite y durante un tiempo considerable, recabaron las propuestas de la sociedad y de los maestros.

Culminado este proceso, se “relanzó” el famoso modelo. Con bombos y platillos se presentó ante los medios de comunicación y los mexicanos; sin embargo como hemos visto, leído y conocido, en los documentos se hallan grandes errores, tanto de forma como de fondo, que generaron una nueva oleada de críticas y de argumentos que han propiciado una falta de legitimidad y de credibilidad, que ni el mismo Secretario ha podido contrarrestar.

En estos días, la mira se encuentra en las elecciones que en próximas fechas tendrán lugar en algunas de las entidades del país, resultando trascendental la del Estado de México. Se dice, que de perder el Partido Revolucionario Institucional (PRI) las elecciones en este estado, y la Presidencia de la República en el 2018, se corre el riesgo de que la propuesta educativa se venga abajo. Con este argumento, se busca a toda costa asegurar la permanencia de un partido político en el poder, más no el bienestar de los mexicanos; se busca a toda costa “lucrar políticamente” con las necesidades de la gente, más no traer beneficios en su colectividad ni en su individualidad; se busca a toda cosa fomentar la ignorancia, más no educar al pueblo para que piense, analice y reflexione.

Ese es el mensaje que el gobierno está mandando a los mexicanos. Ese es el propósito de los comerciales que se difunde la SEP por las grandes televisoras nacionales. Ese es el circo, maroma y teatro que quieren vendernos con la idea de conservar un puesto.

En conclusión, las reformas estructurales no han traído el cambio tan prometido, y el sexenio comienza a irse en picada. ¿Y la educación? La educación está pasando por el peor momento en la historia de mi México querido. La reforma educativa, ha sido y es, la suma de falsedades que quiere vendernos el gobierno como verdades absolutas, y no es cierto.

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