Los ámbitos de resonancia en educación

Iliana Lo Priore Infante (*) y Jorge Díaz Piña (**)

 

El agotamiento de la modernidad y de su educación  escolarizada

La educación escolar no es una isla aislada en el archipiélago de instituciones en crisis de fundamentación y de legitimación a todas las escalas debido al agotamiento del modelo civilizacional de la modernidad, como es reconocido por la gran mayoría de analistas, estudiosos y científicos sociales críticos a nivel internacional.  La crisis de agotamiento del modelo de escolarización en el mundo, que se manifiesta en su entropía institucional, obedece a que sus fundamentos y sus acciones legitimadoras, se  corresponden con las degradadas promesas esperanzadoras, tanto del incipiente capitalismo liberal como del inicial capitalismo de Estado o “socialismo”, que dieron sostén  desde hace tres siglos a sus propuestas económicas, sociales, políticas, ideológicas, científicas, tecnológicas, etcétera, y que se sustentaron a su vez en las  irrealizadas ideas-fuerza de progreso, desarrollo, igualdad, justicia, libertad, bienestar para todos, democracia de autogobierno soberano del pueblo, etcétera.   Irreales debido a que las estructuras que fueron dinamizadas en ambas opciones de socialización, en procura de la realización de esas ideas-fuerzas, fueron contradictorias o negadoras de su logro, y que, por el contrario, han conllevado al  colapso ecológico, económico, social, político, etcétera, de todo el planeta, poniendo en riesgo la existencia de la vida misma de todas las especies. 

La actual pandemia ha visibilizado la lógica depredadora de los sistemas socio-económicos prevalecientes que han antepuesto sus intereses y poderes para obtener riquezas o ganancias depredando a la naturaleza, ocasionando así la mutación patógena de  microorganismos, y que  se han beneficiado perversamente de la pandemia misma con la producción y negociación excluyente  de equipos médicos y de las vacunas necesarios para salvar la existencia de millones de seres humanos en riesgo de contraer los virus y de los enfermos, ocasionando su fallecimiento.

Esas ideas-fuerza señaladas también fundamentaron y legitimaron el surgimiento y la extensión mundial  del modelo de educación escolarizada que, entre otros aspectos, ha sido refractario a los cambios estructurales de sus dinámicas socializadoras, pese a los intentos transformadores que tan solo han logrado pequeñas variaciones que no han alterado su función hegemónica reproductora de retóricas, rutinas e inercias ideológico-simbólicas vacías de contenido trascendente. Conllevando esto, a su crisis de fundamentación y legitimación institucional en todos los rincones planetarios, expresada en su entropía, como ya mencionamos. 

Tan solo ocasionalmente, y de manera convulsiva, destacan publicitariamente algunas instituciones académicas innovadoras, -bajo la expectativa de que surjan otras imitadoras para formar las cada vez más reducidas y superespecializadas élites de tecnocientíficos intrumentalizadores por la lógica fagocitadora que le es inherente al capital, su tendencia a reducir  la composición orgánica del capital variable (inversión en fuerza de trabajo) y a aumentar la del capital fijo (renovación de maquinaria tecnológica ahorradora de fuerza de trabajo, tiempo tecnoproductivo,  terciarización informática y publicitaria de la administración, comercialización,  etcétera) que incide en la tasa de ganancia y el mercado de trabajo a través de la superpoblación laboral desempleada, creada como “ejército de reserva” para neutralizar  la demanda de aumentos salariales y como presión sobre la estabilidad de los empleados-,  que están articuladas con el desarrollo de tecnologías de punta que puedan servir como nuevas dinámicas económicas de acumulación de capital para competir y prolongar su inevitable colapso económico final por la lógica de las mismas leyes de reproducción del capital, anticipado en las reiteradas y casi permanentes crisis que propician la incertidumbre e inseguridad generalizadas.

La búsqueda de novedosas formas de acumulación de capital no contempla únicamente la innovación  tecnológica, sino también su potencial aplicación y desarrollo de un  amplio mercado de realización de sus mercancías tecnológicas y el retorno de las ganancias.  Es desde aquí que se está impulsando y presionando para  que los dispositivos tecnológicos de virtualización digital de la hiperrealidad metaversal (más allá de la realidad)  tengan un amplio mercado en la educación, sustituyendo a la escolaridad instituida o real por la formación virtual, hiperreal o metaversal.  Sin embargo, no es solamente en el mercadeo de los dispositivos de hiperrealidad o metaverso que está puesto el interés de los productores, innovadores y negociantes neoliberales de la hiperrealidad, también se interesan en propiciar una nueva subjetividad en los individuos mediante la seducción adictiva de su inmersión en el mundo ilusorio del metaverso y su identificación con los avatares  que los doblarán ficcionadamente, descorporeizándolos, y desmaterializando la realidad al digitalizarla (Byung-Chul Han, 2021).

Hay que enfatizar, por consiguiente, que  la  reconfiguración virtual-hiperreal  del espacio-tiempo luce como una condición relevante ya que impacta la experiencia cultural de los individuos.  La experiencia intervenida tecnológicamente de forma  digital descontextualiza el mundo real y lo recontextualiza virtual o metaversalmente incidiendo en la desestructuración y reconfiguración de las identidades culturales.  En este sentido, la subjetivación se asume como la sujeción social de los cuerpos en tanto sujetos, mediante la actuación compleja de semióticas hegemónicas que son experimentadas  por ellos al interactuar con las tecnologías de virtualización hiperreal sin prevención crítica.

La producción  de subjetividad y habitus

Para Félix Guattari (1996), la esencia del capitalismo neoliberal es la modelización alienante de comportamientos, sensibilidades, percepciones, relaciones sociales, modos de ser, etcétera, a través de la producción  de subjetividades  maquínicas,  análogas a la servidumbre de las partes y elementos de las máquinas o tecnologías maquinizadas transmisoras de valor mercantil, y  al hacer simbiosis reproductora de modo instrumental con las máquinas o tecnologías  del capital fijo que regulan la fuerza de trabajo,  respondiendo y funcionando como tales con input/output, relés, encendido/apagado, órganos/piezas, etcétera; como sujeción social para ejercer el dominio y control sobre los cuerpos, “la producción de subjetividad constituye la materia prima de cualquier producción” (Guattari & Rolnik, 2005, p. 41).   Esto se orienta molarmente o por grandes separaciones sociales (clases sociales, género, identidades, etcétera), y el control molecular o más específico, micropolítico, de las disposiciones o inclinaciones de los flujos del deseo en los cuerpos (sensibilidades, afectos, percepciones, actitudes, motivaciones, estímulos, etcétera).  No obstante, este agenciamiento maquínico no es absoluto o total porque encierra factores de autoorganización o feed-back y de autoreferencialidad resistentes que contienen un reservorio de posibles, unas posibilidades de creación y recreación transmaquínicas  de producción de acontecimientos liberadores para actuar contra la misma alienación  maquínica, como es el caso que proponemos de la generación de ámbitos de resonancia desalienantes.

Un ámbito de resonancia  es la entificación, o conversión en una entidad, de una relación o encuentro  de los cuerpos con una apelación o incitación contextual envolvente y transfiguradora de sus sensibilidades e inteligibilidades para producir el acontecimiento  creador de la valoración afectual de ese encuentro contingencial con la apelación incitante y emplazadora.  Valoración que hace de esa contingencia una experiencia liberadora de ataduras contraambitales y pseudoambitales que los trasciende, estremeciéndolos  para ser otros, principalmente en su relación desprivatizada con los demás y antimercantilista para sentipensar y actuar mejor juntos.  Ejemplos: la escucha resonante de una narrativa; la celebración grupal de algún evento que los cohesiona; la compenetración contemplativa con las manifestaciones de las culturas étnicas y populares; el rechazo desafectual a los actos de injusticia y desigualdad; la comunión con la naturaleza dolida por su depredación; la creación o lectura empática de un buen poema; el agrado por la calle o los lugares de juegos con compañeros/as adolescentes; la identificación solidaria que convoca a la ayuda voluntaria de los demás; la producción o escucha placentera de una composición musical; la seducción de un paisaje natural; la interacción lúdica de los anhelados recreos escolares por contraste con la dinámica restrictiva de las aulas; la reunión festiva con otros; el reconocimiento en una multitud callejera que lucha por la justicia, la igualdad o los derechos; la confluencia unitaria de las diversidades individualidades con la esperanza en una sociedad alternativa para beneficio y la  equidad de todos,  etcétera.  

Como resultado de esa valoración afectual, se genera una progresiva  identificación,  arraigo o afectación  ambital que produce en los cuerpos la cualidad de su corporeidad por medio de la  auto-co-formación de habitus o disposiciones empatizadoras (Bourdieu, 1997). Así mismo, este enfoque ambital del entorno, de la naturaleza, del mundo y de los seres humanos,  impide considerarlos  cosas, recursos u objetos desde la racionalidad instrumental que los concibe como medios o instrumentos para fines mercantiles neoliberales al  objetivarlos de esa manera para su explotación, dominio y manipulación.

Corporeidad asumida como el despliegue inmanente y fluyente de la potencialidad energética integral vitalizadora de los cuerpos que se actualizan en tanto fuerza transformadora a voluntad, conscientes de su poder para la afectación de sí mismos, de otros y de la producción de acontecimientos.  Al respecto podemos parafrasear lo que dijo Baruch Spinoza (1980) en torno a su potencialidad, nadie sabe lo que pueden los cuerpos.  La actualización corporal como fuerza transformadora de sí no hay que confundirla con la noción neoliberal de resiliencia ya que no supone obviar o mistificar las condiciones de vida socioeconómicas contraculturales dominantes adversas y alienantes que bloquean o impiden la realización común de las corporeidades, por el contrario, supone la crítica deconstructiva y la actuación transformadora de aquellas.

La suprasensibilidad como alienación de la sensibilidad

La exposición corporal a la experiencia convergente y entrecruzada de ámbitos resonantes diferentes generará la representación de un articulado tejido de mundos-otros que va a incidir en la constitución de los entramados en que se formarán, re-formarán y desenvolverán las subjetividades de los cuerpos de manera compleja.  Rechazando espontáneamente a los contraámbitos o no-ámbitos por maquínicos que neutralizan las apelaciones incitadoras envolventes afectualmente, y jerarquizando a los ámbitos resonantes por encima de los paraámbitos o pseudoámbitos virtuales hiperreales o los metaversales, haciendo que los cuerpos asuman el cuidado ético-estético  de sí, de los demás y de la alteridad de la naturaleza.

El principal obstáculo para que se desarrolle esa formación o re-formación liberadora en ámbitos educativos de resonancia afectual  no es la decadencia o postración institucional en que se encuentra la educación escolar que impide su reconocimiento de los potenciales ámbitos resonadores, cuyo aletargamiento inducido por lo instituido le ha restado el empuje transformador interno requerido para ello, -lo que en consecuencia, conlleva a pensar en la necesidad de articular con otras fuerzas socioculturales “externas” su transformación por vía de impulsar dinámicas instituyentes-, es primordialmente la prevalencia social, contracultural e ideológica en  las sociedades de la suprasensibilidad o metasensibilidad, que se imbrica con la metaversalidad, con el metaverso

La suprasensibilidad o metasensibilidad consiste en la alienación de la sensibilidad cuando es capturada y regulada por las relaciones o valorizaciones mercantiles abstractas y generalizadas invasivas como sentidización de todo lo que hay en el mundo convertido en mercancías o valores de cambio, incluyendo la perversión de la valorización de los hombres y mujeres según sus características  de conformidad con los patrones o modelos publicitados en el mercado equivalente de intercambio de personalidades artificiosas impuesto mediáticamente (estar a la moda; ofrecimiento de características individuales valorizables o intercambiables como “valor agregado”, etcétera).  La alienación puede exacerbarse hasta atribuirle a los objetos y cosas, en tanto mercancías, un aura de “estética mercantil” que seduce incitando su compra-venta para el insaciable consumismo, y que prevalece sobre la utilidad o valor de uso de las mercancías, y sobre la potencial liberación que produce la auténtica sensibilidad realizadora

Sin duda, por lo expuesto, la metaversidad, o el metaverso, -que  promete el consumo mercantil de pseudoámbitos- es una extensión maquínica de tipo instrumental-tecnocrática de la racionalidad y metasensibilidad mercantil, por cuanto su esencia radica en la seducción y consumo virtual de la hiperrealidad y sus dispositivos, contrapuesta  al multiverso o pluriverso de los ámbitos de resonancia existentes y los potencialmente posibles a crear y re-crear por una verdadera sensibilidad  que es, a su vez, resistencia reactiva ante el mundo real por su degradación, pero también por el requerimiento de su transformación emancipadora radical  que enfrente su ecodepredación neoliberal y la uni-dimensionalidad, así como la uni-versalidad, de la alienación mercantil consumista del metaverso.   Multiverso de ámbitos resonantes infinitos, objetivados como bienes materiales y espirituales comunes trascendentes por vitales, que se irá desplegando articuladamente en un gran entramado de integración megaambital, o de relacionamientos  ambitalizados diversos para rehabitar el mundo, que resistirá a los paraámbitos  virtuales, contraponiendo lo trascendente por desalienante de la vida ambital a la alienación del valor de cambio de los pseudoámbitos hiperreales.

La educación de la disposición afectual y ambital

La educación, en este caso, implica la formación en la disposición corporal autónoma para la apertura de la  receptividad activa  a la resonancia de las apelaciones o incitaciones  y registrar con sensibilidad e inteligibilidad los emplazamientos o encuentros preambitales de la necesidad de crear o re-crear ámbitos resonadores para rehabitar vivificadoramente el entorno y el planeta.  Esta disposición corporal emancipadora se diferencia radicalmente de la que originalmente le atribuyó la Ilustración y los incipientes Estados burgueses europeos a la recién creada educación escolarizada de formar sujetos voluntariosos, individuos con voluntad  transformadora para impulsar el desarrollo histórico del capitalismo europeo, pero que luego de afianzado como régimen socioeconómico hegemónico, resultó inconveniente formarlos con un propósito transformador, y hubo que replantear ese propósito liberador revolucionario de la burguesía ante el feudalismo monárquico-religioso y revertirlo reproductoramente para la sujeción actual de hombres y mujeres.

¿Cómo se constituye y se educa en los cuerpos la disposición o inclinación sensible o afectual hacia la creación de ámbitos con los otros, el entorno, la naturaleza, el mundo? ¿Hay un orden u ordenamiento estandarizador  y ritualizador de las acciones corporales según las clases sociales, grupos étnicos, sexuales, y otros, de la interacción, de  la intersubjetividad,  que las regula o norma, que reprime o libera sus tipos,  y, por ende, regla o pauta las disposiciones afectivas, afectuales, empáticas, hacia lo que nos rodea o presenta, por ejemplo, la suprasensibilidad  o metasensibilidad mercantil alienante que se sobrepone a la sensibilidad para bloquear la interacción constitutiva de ámbitos resonadores libertarios? Hemos visto que si lo hay y que asume una forma de alienación molar y molecular micropolítica o  maquínica, según Félix Guattari (1996).

Las inclinaciones corporales afectuales pueden ser abordadas para su estudio con el concepto de habitus, junto al de campo y capital de Pierre Bourdieu (1997), entendiendo al habitus (esquemas de percibir, sentir, hacer, pensar, etcétera) como un sistema de disposiciones duraderas y transferibles, por ejemplo, de padres y madres a hijos(as), en el que lo subjetivo e individual se entrelaza con las estructuras y lógicas sociales complejas dominantes, siendo estas incorporadas o encarnadas  en los cuerpos como condiciones socioculturales de posibilidad mediante la  incidencia de los contextos biográficos y  de las experiencias de vida que inducen un sentido práctico o común. 

Con base en ello, para el desarrollo educativo de la sensibilidad afectual de los cuerpos y sentir e inteligir los ámbitos, es necesario la restructuración y sustitución de los habitus que restringen la apertura corporal de su ambitalización generalizada, con base en la promoción de experiencias formadoras sentipensantes densas  ante las apelaciones, incitaciones o emplazamientos de su sensibilidad ambitalizadora.  El campo es una red de relaciones sociales en las que se posicionan y distribuyen  los cuerpos según su capital acumulado de saberes, haceres, dinero, poder, y otros, en este caso, de disposiciones, inclinaciones o habitus de sensibilidad social de los cuerpos en su interacción ambitalizadora con otros(as) y lo otro (naturaleza, lugares, etcétera), que ponen en juego representaciones y valoraciones, codificadas por significantes, reguladas por las estructuras y lógicas jerárquicas dominantes impuestas de funcionamiento sociocultural en un determinado momento.  Que pueden variar a través de las contingencias ambitales y  el autoanálisis  de sí por los cuerpos al tomar conciencia  de su alienación y generar un sentido crítico al respecto.

La afectualidad, o lo afectual, es una relación y disposición social de resonancia empática entre los cuerpos indistantes, cercanos o distantes, conocidos o desconocidos, transpersonal, así como con la naturaleza, que implica el desarrollo del afecto o afectación en un nivel de mayor intensidad y trascendencia que la mera afectividad acotada de forma interpersonal o de superficialidad apreciativa, para producir ámbitos resonantes

El individualismo liberal es contrario a la disposición afectual hacia los demás, surgido con la Ilustración moderna, ya que asocia discursivamente una libertad negativa, -por negadora del ser en común, ser-con-los-otros o con-ser-, a la prevalencia de la maximización del interés propio en la esfera privada que considera a los otros como extraños o rivales en la competitividad que promueve, enfrentando al espacio interactivo de la esfera pública o de asuntos convivenciales comunes que  conciernen, vinculan y unen a todos o a las mayorías para propiciar ámbitos de resonancia empáticos, de modo semejante a la estrategia de “la liberación y ocupación de territorios o espacios”, cuya variedad y articulación como megaámbitos puede propiciar el cambio relacional  cualitativo de la sociedad  emancipada afectual o ambitalmente.

La receptividad activa y la apelación ambital

Tomando en cuenta, de manera complementaria, el enfoque o perspectiva afectiva de Paul Ricoeur, la originaria receptividad sensorial corporal de la apertura al mundo, a sus seres y objetos, cuya principal característica radica precisamente en esa apertura,  junto a la finitud práctica, limitación o estrechez de esa apertura,  se genera la afectación (tipos y niveles de afecto en el encuentro/desencuentro con los cuerpos-otros con el fin de generar alteridades ambitales), apertura y limitación que es intervenida por la perspectiva o punto de vista que se asuma. 

Desde este inicio empezará a mediar el deseo con respecto a los seres y objetos, también con relación a los modos de su apertura y de cierre o finitud según la afectación bajo la ambigüedad de la claridad y confusión del deseo.  La confusión del deseo estriba en lo difuso e impreciso del “sentir-se” que escapa a la plena intencionalidad por parte de la voluntad de los cuerpos pero que puede clarificarse mediante la  reflexión sobre sí mismos de los  cuerpos, en su tránsito de conciencia-de-sí a conciencia-para-sí, asumiendo al “sí-mismo-como-otro”, frase usada por Ricoeur (1996) en el título de uno de sus textos.  Sentir-se en cuanto manifestación afectiva consciente de sí misma, un estado corporal  situado contextualmente en la interacción con los(as) demás, el entorno, la naturaleza, el mundo. Expresión afectual que se concreta, entre otras concreciones posibles, en la edificación de relaciones ambitales resonantes.

De allí la relevancia de la pregunta reflexiva inducida para evaluar la afectación en tanto acontecimiento: “¿cómo te sientes?”.  La evaluación reflexiva sobre sí mismos(as) con relación a algún acontecimiento respecto de los(as) otros(as), por ejemplo, puede producir la gratificación o satisfacción del deseo de reconocimiento empático como otro-igual en su alteridad y su intención de reiterarlo ambitalmente, según el tipo o nivel de afecto envuelto (dependiendo de su intensidad: afectivo o afectual), de estar con ellos(as), esto es, una disposición o inclinación duradera a satisfacerse gratificadoramente de sus relaciones sociales empáticas con ellos(as) en un contexto ambital de resonancia.

 Una disposición empática que atiende al cuidado-de-sí, al cuidado-de-los(as)-otros(as) y de lo otro (la naturaleza), -que fundamenta también una ética en el compromiso-de-ser, o de con-ser, al asumir la responsabilidad del resguardo de los(as) otros(as) y del ambiente porque son la vida misma que induce en estos(as), a su vez, por la historicidad de los acontecimientos de solidaridad manifestados y las vivencias experimentadas, por ejemplo, la confianza de poder contar con los(as) demás-, que comienza con la sintonía afectiva entre los(as) hijos(as) recién nacidos(as) y las madres (Stern, 2005). 

Sintonía afectiva que constituye el primer ámbito de resonancia, pero que luego es regulada o reprimida y manipulada por las prácticas institucionales represivas de la vigilancia panóptica en la escuela, por ejemplo. Por tanto, al producirse la inducción educativa o pedagógica del acontecimiento de la afectación mediante la propiciación de encuentros densos ambitalizadores de resonancia empática indistantes reales,  entre estos los imaginativos, es indispensable incentivar la reflexión sobre sí mismos en las niñeces, adolescentes y jóvenes para consolidar  la importancia o valoración de la satisfacción de este tipo de deseo, de encontrarse empáticamente con los demás y lo otro, y su expectativa de reiteración cuasi espontánea y autónoma de experimentarla  en la vida cotidiana a través de las ambitalizaciones contrarrestantes de los no-ámbitos y los pseudoámbitos hiperreales.

Referencias

Byung-Chul Han (2021).   No-Cosas: Quiebres del mundo de hoy.  México: Editorial Taurus.

Bourdieu, Pierre  (1997).  Capital cultural, escuela y espacio social.  México: Siglo XXI editores. 

Guattari, Félix  (1996). Caosmosis.  Buenos Aires: Editorial Manantial. 

Guattari & Rolnik  (2005).  Micropolíticas.  Cartografía del deseo.  Buenos Aires:

              Editorial Tinta Limón.

Ricoeur, Paul  (1996).  Sí mismo como otro.  Madrid: Editorial Siglo XXI.

Spinoza, Baruch  (1980).  Ética demostrada según el orden geométrico.  Madrid: Editorial

            Orbis.

Stern, Daniel  (2005).  El mundo interpersonal del infante.  Buenos Aires: Editorial Paidós.

 

Palabras clave: Ámbito, Educación, Resonancia, Afectualidad, Metaverso, Multiverso, Realidad Virtual, Niñez, Empatía.

 

(*)Doctora en Educación. Correo: ilianalopriore11@gmail.com 

(**)Doctor en Ciencias de la Educación. Correo: diazjorge47@gmail.com 

Facebook Comentarios

Leave A Comment