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Los desafíos a cien años de la SEP

Los educadores transmitimos lo que somos, lo que hemos vivido,
entonces, Vasconcelos sigue presente, porque fue, es y será un
gran educador”

(Latapí y Quintanilla, 2009:45)

La Secretaría de Educación Pública (SEP) tiene como propósito el crear condiciones que permitan asegurar el acceso de todas las mexicanas y mexicanos a una educación de calidad, en el nivel y modalidad que la requieran y en el lugar donde la demanden; sin embargo, las expectativas y necesidades de desarrollo social relacionados con la concordancia de los objetivos y las acciones emprendidas para su cumplimiento, muestran a lo largo del tiempo, una falta de convergencia entre la planeación, las actividades educativas y el efectivo desarrollo social.

La discontinuidad de las políticas educativas, así como las reformas educativas emprendidas desde el siglo pasado en América Latina -México incluido-, no han contribuido a mejorar la calidad de la educación ni a disminuir la desigualdad, ni tampoco a avanzar en el desarrollo económico a partir de políticas y marcos legislativos que se decretan y se pretende sean aplicados por los actores del sistema educativo.

Las problemáticas presentes dentro de lo que implica una reforma educativa, están relacionadas con el papel de los docentes en cuanto a la resignificación del currículo en la educación nacional, así como en el desarrollo o construcción del mismo en el aula, sin que medie un proceso de revalorización magisterial ni de formación continua en el centro de trabajo.

Si el gobierno en este aniversario (porque estamos hablando de una institución), no asume su responsabilidad para garantizar los elementos básicos de infraestructura, de personal, de materiales y conectividad, la inequidad al igual que la pobreza intergeneracional, seguirá reproduciéndose.

Los antecedentes históricos de la SEP se remontan a 1888, cuando se decretó la primera ley sobre la enseñanza obligatoria siendo Justo Sierra, ministro de Instrucción Pública. En el periodo de la Reforma, intelectuales liberales como Ignacio Ramírez e Ignacio M. Altamirano anticiparon consideraciones progresistas sobre la necesidad de extender la educación más allá de las ciudades.

A finales del siglo XIX, es cuando la idea de un sistema de educación popular, empieza a ser un tema explícito y formal de análisis y se incorpora al bagaje conceptual utilizado como un referente para organizarla, gestionarla y evaluarla. En diciembre de 1889, se hablaba de educación obligatoria. Desde la óptica propuesta por Enrique Rébsamen, el verdadero problema a encarar no se reducía a delimitar lo que habría de considerarse como educación obligatoria y uniforme, sino disponer los medios para elevar la cultura popular mediante la acción conjunta de la escuela y otros establecimientos. (Debates, 1889).

En septiembre de 1910, Justo Sierra enfocó el tema de la educación rural e indígena como el problema nacional prioritario. Señalaba que la enseñanza obligatoria, por sus mismas características, era un programa de formación que no estaba al alcance de toda la población. Al iniciarse la década de los años veinte, México estaba en la ruta de una transición con profundos efectos sociales y políticos. La llegada al poder de una nueva élite gobernante nacida del movimiento revolucionario marcaría de manera definitiva el rumbo de la educación nacional.

Así, se reformó la Constitución de 1917 para centralizar en el Gobierno Federal la capacidad de organizar y mantener todo tipo de escuelas e instituciones educativas en el país que integrarían un sistema popular de escuelas primarias públicas. En octubre de 1920, se presentó la iniciativa para la creación de la Secretaría de Educación Pública en la Cámara de Diputados. El 25 de julio de 1921 se firma el decreto de la creación de la SEP; el 3 de octubre se publica en el Diario Oficial de la Federación el decreto de su creación y el 12 de octubre de ese mismo año, José Vasconcelos asume el cargo del primer secretario de Educación Pública.

En esta conmemoración, no podemos dejar de hablar del primer secretario y autor del proyecto educativo nacional más importante del siglo pasado, que impulsó un conjunto de cambios constitucionales que estableció la administración federal de las escuelas rurales.

Para ello, Vasconcelos revivió la vieja idea de maestros ambulantes y la complementó con las misiones culturales como pilares para la creación de la nueva escuela rural mexicana a la que le dieron el nombre de “Casa del Pueblo”. Por cierto, buena parte de esta propuesta que se extendió más allá del gobierno de Lázaro Cárdenas, la conocí recorriendo la sierra poblana de niña con mi abuelo, quien se consideraba un misionero cultural.

Para Pablo Latapí Sarre: “La historia de las filosofías educativas es como un pequeño espejo de la larga sucesión de los ideales humanos, imágenes que nuestra especie se ha ido forjando de sus posibilidades” (Latapí y Quintanilla, 2009:44), por lo que es necesario mirar, el reflejo de Vasconcelos.”

Así también, en este entorno global habría que tomar muy en cuenta su opinión sobre la inserción del tema de la calidad en la educación en nuestro país. En su último recorrido por la trayectoria del pensamiento filosófico, Latapí concluyó que “la humanidad nunca antes había sido tan estúpida como para proponerse ser perfecta”, donde advirtió que el concepto de calidad, hoy elevado a rango constitucional, comenzó a figurar en el pensamiento educativo hace solo tres décadas y con el peor de sus posibles significados donde los traficantes de la excelencia, concluye el autor, “suelen vender, en un solo paquete, los secretos de discutibles habilidades lucrativas, la psicología barata de la autoestima y los trucos infantiles de una didáctica de la eficacia” (Latapí y Quintanilla, 2009:44).

Ahora también habría que dimensionar la inclusión del concepto de excelencia en la Ley General de Educación, cuando Latapí siempre antepuso a este principio el de la vulnerabilidad y la imperfección que tal vez sean mucho más necesarios en este ambiente de incertidumbre, porque en estos momentos por los que seguimos pasando, reivindica una concepción de la vida como un ir y venir entre el anhelo y la desilusión, con instantes luminosos aún en temporadas de oscuridad.

La obra de Vasconcelos tuvo desde el principio el sentido de una reivindicación social de manera tal, que la educación representara un beneficio para todos a partir de una mejor distribución de la riqueza. Un siglo de distancia representa la oportunidad de hacer una revisión histórica de las etapas, reformas y modelos por lo que se ha transitado, así como la lectura crítica de todo lo relacionado con lo educativo, especialmente cuando lo que se pretende lograr desde hace cien años, sigue siendo la formación de ciudadanos.

Referencias

Debates (1889) Debates sobre la Instrucción Pública, Dirección de Bibliotecas. https://mexicana.cultura.gob.mx/es/repositorio/detalle?id=_suri:DGB:TransObject:5bce59897a8a0222ef15e6ac

Latapí, Pablo y Susana Quintanilla (2009). Finale prestissimoPensamientos, vivencias y testimonios, Ciudad de México: FCE.

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