Marco curricular y Plan de estudios 2022: la evaluación educativa a examen

José Alfonso Jiménez Moreno

La educación pública mexicana se encuentra actualmente en un proceso de transformación, al menos esa es la intención del Estado, en la que, derivada de la ideología de la Nueva Escuela Mexicana, la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha iniciado recientemente un fuerte trabajo sobre el Marco curricular y Plan de estudios, acompañada con un debate sobre el mismo.

El documento de trabajo publicado por la SEP en este 2022 establece una descripción de las líneas ideológicas y pedagógicas que pretende implementar a través de un currículum, destacando, entre otros elementos, el valor de las comunidades dentro de la formación de los ciudadanos, la consideración de saberes más complejos más allá de contenidos disciplinares, así como una intención de reducción de brechas sociales y un trabajo más orientado hacia la equidad.

Dentro de estos propósitos es de mi interés resaltar el papel que se da a la evaluación educativa. La propuesta de Marco curricular y Plan de estudios 2022, hasta el día en que se redacta este texto, destaca una crítica sobre la perspectiva de la evaluación que ha permeado en el sistema educativo mexicano durante los últimos 30 años. El análisis se realiza considerando la función de la evaluación, que, de acuerdo con la argumentación del documento, se ha enfocado sobremanera en la medición del aprendizaje, asumiendo la igualdad de la sociedad en el desarrollo de los procesos evaluativos y, reproduciendo así, las brechas sociales que han caracterizado a nuestro país. Todo ello bajo una idea falaz de la meritocracia, en la que se asume como el factor unívoco para la obtención de determinados puntajes en las pruebas y evaluaciones que se promueven.

Esta crítica a la evaluación educativa basada en mediciones estandarizadas no es nueva, desde la academia se han cuestionado en diversos foros las implicaciones políticas y sociales del uso de evaluaciones de esta naturaleza para la definición de políticas educativas, así como su alcance para retroalimentar diversos procesos pedagógicos y de gestión. La perspectiva evaluativa que se critica en esta propuesta de la SEP se ha afianzado en nuestro sistema educativo desde los años noventa, alcanzando su epítome en los últimos 15 años, en los que se consolidaron proyectos como el Programe for the International Student Assessment (PISA), el Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (PLANEA) en el caso de educación básica; o el Examen General para la Evaluación del Egreso (EGEL) a nivel superior, esto por mencionar solo algunos ejemplos. 

Considerando la crítica expuesta en el documento Marco curricular y Plan de estudios 2022, podemos inferir que la consolidación de agencias públicas y privadas de evaluación en nuestro país han sido el claro ejemplo de la implementación de mecanismos institucionales como medio de reproducción ideológica y política de la tecnología educativa. Ejemplo de ello es el Centro Nacional para la Evaluación de la Educación Superior (Ceneval) o el extinto Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), quienes han tenido un rol importante dentro de la vida de la educación pública en los últimos años en México.

Procurando un juicio equilibrado respecto a la crítica desarrollada por el documento del Marco curricular y Plan de estudios 2022, es pertinente reconocer que el uso de evaluaciones estandarizadas a gran escala se fundamenta, en parte, en la búsqueda de procesos objetivos y precisos que permita abonar a la toma de decisiones políticas en materia educativa basadas en evidencia. Este tipo de ejercicios precisan de mecanismos científicos y psicométricos que presumen de ser justos e igualitarios; es decir, no consideran diferencias ni circunstancias individuales o particulares, asumiendo una estandarización técnica en sus procesos, en aras de emitir resultados con el menor sesgo posible.

Técnicamente hablando, este tipo de evaluaciones han tenido un desarrollo importante a nivel mundial, y, de hecho, me atrevo a decir que la psicometría mexicana se encuentra a la par de la que se realiza en ejercicios de talla internacional. Sin embargo, es importante reconocer que la evaluación no es solo medición, y que nunca es un proceso netamente objetivo.

La evaluación educativa también se relaciona con posturas epistemológicas, planteamientos teóricos, así como con ideologías que le dan cabida. Los procesos técnicos de medición y evaluación estandarizada procuran mantenerse fuera de las discusiones en materia de política educativa, enfocándose en el desarrollo de evidencias de validez y confiabilidad de puntajes; sin embargo, resultan una herramienta valiosa para la implementación de perspectivas pedagógicas tecnocráticas, eso es cierto.

Ahora, vale la pena rescatar aciertos que se han obtenido en materia de evaluación. Uno de ellos es la implementación de la cultura de la evaluación, al punto que, incluso en las críticas, se reconoce el valor de esta herramienta como factor de decisión y retroalimentación. Sin embargo, poniendo a juicio la evaluación misma, vale la pena que quienes nos dedicamos a su estudio nos mantengamos abiertos a posturas en las que claramente se señalan los vicios que se han reproducido. Vicios que la literatura ya nos ha advertido y que ahora vemos reflejados en propuestas como el Marco curricular y Plan de estudios 2022.

Es claro que la evaluación no debe seguir siendo un mecanismo técnico que favorezca la reproducción de desigualdades sociales, tampoco debe partir de asumir como dada una supuesta la igualdad de la sociedad mexicana, cuando sabemos que es altamente heterogénea. La evaluación debe ser más que puntajes y dejar de asumirse como un ideal de facto de lo que debe ser la educación, evitando sumar a la ideología antagónica del “rechazo” y el “éxito” de los estudiantes mexicanos. En ese sentido, es sano valorar a la evaluación como agente de transformación educativa, más que de clasificación social.

En este sentido, la propuesta de la SEP orilla a que la evaluación se evalúe a sí misma resulta una clara invitación para reflexionar en posturas epistemológicas en evaluación, en ideologías e incluso en procesos técnicos que vayan más allá de la precisión de medida. El reto es muy grande y necesario, ya que permitirá afianzar el valor de la evaluación como medio para generar una sociedad más equitativa, basada en el crecimiento conjunto y no en la segmentación meritocrática, que resulta de poca utilidad en un contexto envuelto en desigualdades.

 

Documento de consulta

Secretaría de Educación Pública [SEP]. (2022). Marco curricular y Plan de estudios 2022 de la Educación Básica Mexicana. Disponible en: https://www.sep.gob.mx/marcocurricular/docs/1_Marco_Curricular_ene2022.pdf 

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