Entrevista con Blanca Heredia

“Me dan dinero y droga también”. El triste panorama de la deserción escolar

Toño, conocido como ‘El Lobo’ tiene 26 años y trabaja en la calle desde que tiene 7. No terminó la secundaría, porque ni siquiera la comenzó. Daniel, conocido como ‘Dani’, tiene 17 años, sólo tiene la primaria terminada y Miguel, ‘Chuki’, tiene 24 años, terminó la primaria y un sólo año de la secundaria, no le gustó seguir estudiando. Los tres trabajan en las calles limpiando coches y ganan en promedio 250-300 pesos al día.

Sabemos por las investigaciones hechas sobre el tema que existe una relación entre seguridad y educación (ver Ir a la escuela como garantía de vida, Educación Futura)  en donde a mayor educación menor índice de criminalidad. El hecho de que los niños y jóvenes pasen más tiempo en la escuela quiere decir que pasan menos tiempo en la calle. “La calle puede ser muy divertida pero también puede ser muy peligrosa”, dijo Blanca Heredia. Existe también una correlación entre la comisión de homicidios municipales y que los niños reprueben el año: algunos, incluso, abandonan la escuela primaria.

Chihuahua, Guerrero, Durango, Sinaloa y Tamaulipas fueron las entidades con mayor tasa de homicidios y deserción escolar en 2012 lo que refleja que existe una correlación entre deserción escolar y criminalidad en la República Mexicana. Blanca Heredia comentó que “en un país con altos niveles de violencia, como México, puedes ser víctima de la violencia pero también puedes empezar a relacionarte con aquellos que causan la violencia”. La secundaria es un periodo especialmente complejo y ni Toño, ni Daniel ni Miguel pasaron esa etapa de su vida en el ambiente escolar.

“En Estados Unidos hay un programa de intervención que se enfocó en reforzar habilidades no cognitivas en adolescentes en riesgo. El beneficio económico en términos de criminalidad fue de 94 mil 65 dólares para el grupo de tratamiento contra el grupo de control; esto quiere decir que la probabilidad de que estuvieran en la cárcel disminuyó de manera importante gracias a esa intervención de refuerzo de habilidades no cognitivas”, mencionó Heredia y agregó que en México el caso es distinto, apenas este año Mexicanos Primero publicó un estudio titulado Mal gasto sobre el gasto educativo en México; el mismo gasto representa 20% del total del presupuesto, es decir, 1 de cada 5 pesos, de lo que gasta el gobierno en su conjunto, se va a educación.

“Sabemos que México tiene un problema en la parte de educación muy importante en lo que tiene que ver con la calidad de los aprendizajes. Tenemos una situación dramática en términos de calidad en las pruebas de PISA y ENLACE que arrojaron resultados en donde el 50% de los estudiantes de 15 años están por debajo del nivel de suficiencia en las pruebas de matemáticas, lectura y ciencias”, agregó Blanca Heredia.

Calle
La vida en la calle

“El caminito de la escuela no te lleva a ningún lado”

En un estudio reciente realizado por Blanca Heredia sobre mercado laboral y sistema educativo, se asegura que “las probabilidades de obtener empleo son mayores si tienes la secundaria terminada que si tienes la preparatoria terminada; si tienes la preparatoria terminada tus probabilidades son mejores que si tienes la carrera terminada –el gobierno, las empresas, corporaciones etc. prefieren mano de obra barata y no cabezas educadas—”.

Esto aplica a toda la población, entonces: ¿por qué seguir estudiando? si las probabilidades de tener una mejor posición económica distan de la superación en el ámbito escolar.

“Vivir en la calle es más chido

Toño, conocido como ‘El Lobo’ tiene 26 años y trabaja en la calle desde que tiene 7. No terminó la secundaría, porque ni siquiera la comenzó. Daniel, conocido como ‘Dani’, tiene 17 años, sólo tiene la primaria terminada y Miguel, ‘Chuki’, tiene 24 años, terminó la primaria y un sólo año de la secundaria; no le gustó seguir estudiando. Los tres trabajan en las calles limpiando coches y ganan en promedio 250-300 pesos al día.

Esta crónica comenzó con el chiflido que le hizo quien me acompañó a Miguel, de quien no sabíamos ni su nombre, a lo que respondió “¿contra quién nos vamos?” después de la explicación sobre la entrevista y de la importancia de su experiencia de vida en la calle aceptó platicar conmigo; se cambió de playera –que era naranja y sucia con olor a sudor— por una playera del Barça y se sentó encima de una moto de Dominos Pizza para presentarse como Miguel, mejor conocido como Chuki. Antes de la entrevista -y mientras hacía las pruebas de audio y video- Miguel dijo: “estamos en la Avenida San José Insurgentes entrevistando a Brad Pitt”, y rió de su broma.

De un momento a otro de ser tres los jóvenes que habían accedido a la entrevista (en gran parte convencidos por Miguel, quien me dio la impresión de ser el líder), y los únicos a la vista, nos rodearon más de cinco que hacían bromas de la falta de continuidad en la escuela y de la ignorancia sobre quién era el padre de cualquiera de ellos “dile que no sabes ni quién es tu papá”, se burlaban.

Miguel dejó la escuela después del primer año de secundaria, dijo que dejó de estudiar por un amor y rió inmediatamente porque no era cierto, “ya no quise, mis papás ya no tenían los recursos y aparte yo ya no tenía muchas ganas”, dijo. Trabajó de obrero, de albañil o vendía en la calles, el chiste, dice él, es que saliera. Ahora limpia coches en los semáforos. Miguel trabaja desde las 12 del día hasta las 8 de la noche y después se va a vender tacos a “iztapalapita, la bella”, concluyó.

Daniel tiene 17 años y trabaja en las calles desde hace tres. No paró de reír en toda la entrevista, estaba nervioso y un poco molesto porque Miguel lo forzó a darme la entrevista. La respuesta que me dio cuando le pregunté por qué la vida en la calle era mejor que la vida de estudiante fue: “me late la mala vida, está más chido. Me dan dinero y drogas” dijo Daniel, además de comentar no cree que la posibilidad de haber terminado una carrera haría algún cambio en su vida. “A la fama o qué”, gritaron sus amigos.

Toño, el último entrevistado, a diferencia de Daniel, se mantuvo serio y reía de vez en cuando, tiene 26 años. “Desde los 7 estoy aquí, pero estudiaba, venía un rato y después me iba a estudiar”. Dijo que la vida de la calle es tan mala como es buena, “pasan muchas cosas, ya ves que luego te metes en las drogas o cualquier cosa, o te empiezan a poner apodos y te pones al pedo y te empiezas a pelear”, dijo Toño. La parte divertida de la vida en la calle es que la pasa con la banda, como sin nada, dijo. Mencionó las drogas, al contario de Daniel, como el aspecto negativo de la calle “luego andas alucinando en tu avión, pero ahora ya más relax”, concluyó Toño o ‘El lobo’ como lo conocen. Miguel y Toño creen que sus probabilidades de que les vaya mejor en la vida serían más altas si hubieran continuado con sus estudios; Daniel, dice que no hay diferencia. Uno más se acercó cuando estábamos por terminar, sus ojos estaban rojos y sus compañeros le hicieron burla “grábalo para que vean qué drogado viene” y sí lo estaba. Eran las 3 de la tarde cuando acabé las entrevistas y su cuota del día estaba cerca de los 200 pesos.

—¿Les puedo tomar una foto?

—No, ya dije cosas que no quería, ya no. Dijo Daniel.

Al final de la entrevista me dieron la mano y Miguel me pidió el material cuando estuviera listo “pero si ni sabes usar la computadora” gritó desde lejos alguien de ellos.

Calle
Vivir en la calle

¿Qué papel tiene la familia y los maestros dentro del problema de la deserción escolar?

“Son los factores críticos sobre todo en situaciones de extrema pobreza o de alta marginación los papás son parte del problema, y entonces ahí sólo queda el maestro u otro miembro de la familia, o de la comunidad, que pueda fungir como alguien que le de una oportunidad de salida al niño o niña”, dijo Blanca Heredia, quien además retomó el caso de la escuela en Matamoros –en el que una publicación estadounidense habló de la “Steve Jobs mexicana”–, en la cual reconoció al profesor como el héroe de esa historia porque fue él quien buscó y encontró una forma distinta de generar aprendizaje. “Hay un conjunto de experiencias que yo creo podrían ser un buen punto de partida para responder esta pregunta de qué hacer pero, sabemos muy poco, no hay un inventario de mejores prácticas, no sabemos qué funciona y qué no, y bajo qué condiciones”, concluyó Blanca Heredia.

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