metas del milenio

Metas de aprendizaje y la agenda global: hacia una posición latinoamericana

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Las metas del milenio que los países miembros de las Naciones Unidas subscribieron en el año 2000 pusieron el énfasis en mejorar el acceso a la educación primaria. El año 2015, punto final de las metas originales, presenta una clara oportunidad para lograr un compromiso internacional similar en torno a  la mejora de los niveles de aprendizaje de todos los niños.

El Informe del Grupo de Alto Nivel de Personas Eminentes sobre la Agenda de Desarrollo Post-2015 convocado por el Secretario General de las Naciones Unidas constituye un paso muy importante en esa dirección. El objetivo que plantea lograr en educación es el aprendizaje. En efecto, el informe propone que los objetivos sean formulados en términos de asegurar que todos los niños, más allá de sus circunstancias, completen su escolaridad habiendo logrado metas de aprendizaje.  El Informe también enfatiza la importancia de mejorar los sistemas de medición y monitoreo, llamando a una ‘revolución de datos’.

El Informe, sin embargo, deja abierta la pregunta acerca de cuáles deban ser las metas de aprendizaje específicas. La Learning Metric Task Force recientemente emitió un documento con recomendaciones sobre metas. En el propone se establezcan metas en siete áreas.  Desde el punto de vista de metas de aprendizaje, el documento recomienda medir:

(i) habilidad lectora en tercer grado;

(ii) competencia en lectura al final de la escuela primaria;

(iii) habilidad numérica al final de la primaria, y

(iv) competencia numérica en la escuela media.  Adicionalmente, propuso medir aprendizaje y desarrollo temprano en los niños antes de comenzar la escuela. Así también se incluyen otros aspectos tal como los valores y habilidades de los jóvenes para convertirse en ciudadanos del mundo y la medición de oportunidades de aprendizaje en todas estas áreas.

¿Cómo avanzar?

América Latina tiene dos opciones básicas: sentarse y esperar a que algún comité tome una decisión, o tomar el toro por los cuernos y definir sus propias metas, buscando influir de modo decisivo el curso de las discusiones internacionales.

Es cierto que existe un componente importante de aspectos técnicos en la definición de metas e indicadores.  En efecto, el tema es complicado.  Pero también es muy sencillo.  Preguntémonos: ¿A qué aspiramos como sociedad que logren nuestros niños, todos nuestros niños?  ¿Estamos satisfechos sabiendo que, por ejemplo, 67 por ciento de los jóvenes estudiantes de 15 años en Argentina y Brasil en el mejor de los casos solo logren la calificación mínima en la prueba PISA (Programme for International Student Assessment) y no puedan hacer tareas básicas en matemáticas, lectura y en ciencias? ¿O que menos de 1 por ciento de los alumnos en Chile, Colombia, Costa Rica, México, Uruguay y Perú logren el puntaje más alto de la misma prueba?  ¿O que más de 50 por ciento de los estudiantes en segundo grado en Guyana no puedan leer una sola palabra?  ¿O que la probabilidad de que un niño hijo de una familia rural de bajos ingresos en Nicaragua termine la primaria a tiempo sea solo de 10 por ciento, y que la de otro niño nicaragüense, hijo de una familia urbana de ingresos medios, sea de 90 por ciento?

Supongamos que pudiésemos hacer un referéndum en cada uno de nuestros países en el que los votantes deban elegir los estándares educativos que se deben esperar de todos los graduados de primaria y de alumnos de secundaria. ¿Creemos que una mayoría votaría por que la mayoría de los alumnos de tercer grado puedan leer al nivel que les corresponde, o porque la mayoría de los alumnos de 15 años puedan realizar tareas básicas en lectura?  ¿Creemos, por ejemplo, que una mayoría estaría a favor de que los alumnos de segundo grado lean 60 palabras por minuto (fluidez), estándar que se está usando mucho últimamente? ¿Y que los alumnos de 15 años, por ejemplo, sean capaces de dominar la lectura, así como identificar interés y actitudes hacia la lectura, tal y como lo hace PISA? Más aun, supongamos que les permitiéramos votar a los jóvenes de secundaria y les diésemos la información acerca de lo que saben y pueden hacer sus pares en Shanghái o en Vietnam (cuyo producto per cápita es menor –mejor dicho, mucho menor– al de todos los países en nuestro continente salvo Haití).  ¿Qué creemos que responderán?

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