Morir en el magisterio (III)

Miguel Ángel Rodríguez

Continúo con la historia de la muerte de Diotima Aguilera, una profesora mexicana que murió amando profundamente la vocación docente, a la que sirvió por cuarenta años menos once días -esa decena le impidió disfrutar del mayor estímulo por antigüedad otorgado al magisterio mexicano activo. Cuando me entrevisté con la funcionaria responsable de tramitar la prestación conquistada (SEP) me dijo: “Si, en efecto, ella vino por el formato para solicitar el estímulo, es cierto, pero todavía no llegaban los formatos y ya no se puede hacer nada, pues el trámite es personal.” ¿Cómo iba Diotima Aguilera a ocuparse de ese papelo mientras libraba una terrible batalla entre la vida y la muerte…?

Así la política de despojo contra el magisterio poblano. 

Diotima era doctora en investigación educativa por el CINVESTAV del Instituto Politécnico Nacional y, con la friolera de 39 años, once meses y 19 días de labor docente, alcanzó, a duras penas, la categoría de medio tiempo, titular C, como docente de escuelas normales, por las que sentía una querencia natural, pues ella egresó de la Escuela Normal Rural “Ricardo Flores Magón” e inició estudios en la Normal Superior de la Laguna, donde nos conocimos y enamoramos cósmicamente un lluvioso verano de 1979. Por aquel tiempo todo era Pablo Freire y su pedagogía de la liberación. Diotima se encargaba de hacerla realidad en las aulas, con la magia de una presencia risueña, solidaria, comprensora profunda de la verdad del ser. 

Como les decía, un año y dos meses después del adiós, una mañana soleada de la segunda quincena de enero (2020), había por fin reunido, gracias al celo con el que Diotima guardaba los documentos oficiales –hasta el último rincón del closet– y a la asesoría de Edith Candelario, trabajadora administrativa de la SEP, la infinita lista de requisitos exigidos para el pago de la “Gratificación por defunción”. 

Con el legajo de papeles en la mano, enfilé hacia al oscuro y gélido edificio de la Secretaría de Planeación y Finanzas. Ya les narré el recibimiento, la manera en que fui obligado, contra mi voluntad, a darme de alta como contribuyente, como proveedor del gobierno del estado. Con ese imperativo legal la pequeña herencia del magisterio, que es una prestación que debiera estar libre de todo gravamen, como lo están las grandes herencias y donaciones de los dueños de las pornográficas fortunas de México, digo, con ese trámite engañoso, la “Gratificación por defunción” es convertida en mercancía. Se supone que los deudos, transformados en proveedores, reciben una cantidad de dinero por una mercancía, la profesora muertita, que le venden al estado de Puebla. En ese macabro intercambio les esquilman, les roban, les transan el 16 por ciento de la “Gratificación por defunción”, pues, como cualquier comerciante, tienen que pagar el impuesto sobre la renta (ISR).

 ¿Qué pensaría un espíritu platónico de esta transmutación mercantil de la muerte del magisterio poblano?    

“Es una trampa neoliberal del morenovallismo”, me dijeron algunos amigos simpatizantes de AMLO y otros, menos, de Morena. Me advirtieron que no necesariamente hay compatibilidad entre ambas filias y, que, en algunos casos, como en el estado de Puebla, lamentablemente, podrían convertirse incluso en antípodas.

De acuerdo parcialmente con ellos, ahora pienso, insisto, que un puente de proximidad entre el pensamiento político y económico de AMLO y el gobierno de Morena en el estado de Puebla, está relacionado con hacer vigente, efectiva, la idea de equidad, de comprender las complejas condiciones de vida del magisterio poblano, se relaciona con la necesaria y urgente deconstrucción de esa regresiva y pesada política fiscal. En mi opinión es una buena oportunidad para revalorizar al magisterio poblano, una posibilidad para generar, en el gremio docente, mejores horizontes de sentido, como lo establecen la Ley General de Educación y la Ley de Educación del estado de Puebla. 

Vuelvo al edificio de Planeación y Finanzas. Es la segunda quincena de enero del 2020 y estoy con Susy Salas y Jesús Carmona (su asistente), son los responsables de gestionar los pagos, de hacer los cálculos, estimar el monto de la “Gratificación por defunción o renuncia” de los profesores, cuyo jefe inmediato es el contador Juan David Carrasco A., jefe del departamento de nóminas, quien a su vez es subordinado de Melchor Manuel Solano Morales, director de recursos humanos y de Fiorella Ajuria Galeazzi, directora de control presupuestal de la Secretaría de Planeación y Finanzas. 

Hablo de la weberiana Jaula de Hierro. 

El impersonal diseño arquitectónico de la dependencia conjuga, hace muy buen maridaje, con los indiferentes usos y costumbres de la burocracia que la habita: las relaciones humanas se tornan apagadas, mustias, insubstanciales. Muy escarpada cima que escalar, pienso, para que los deudos de los maestros hagan efectivos sus derechos de manera plena y expedita –no se debe olvidar, las prestaciones son derechos laborales libres de gravamen. 

Jesús, mi novel guía, se encargó de comunicarme, previa y exhaustiva revisión de cada documento entregado, que todo estaba bien, que me llamarían muy pronto, para que firmara un recibo de pago y, una o dos semanas después, nos harían la transferencia correspondiente. Terminó el ajetreado mes de enero, apareció el voluble febrero y un año más sin ella: ¡Pinche muerte! 

El calendario destejió las horas -cada vez menos-, y alcanzó a grandes puntadas la tercera semana, hasta que la mañana del 26 de febrero, el miércoles de ceniza para ser precisos, sonó mi teléfono. Presioné el botón verde y del otro lado me habló Jesús – y no era por cobrar-, para decirme que podía pasar a la Secretaría de Planeación y Finanzas, a firmar el recibo de pago, que todo estaba felizmente resuelto. 

Concertamos una cita para las diez de la mañana del día siguiente, a la que acudí de manera puntual. Hice la fila de rigor, le informé a la señorita de la ventanilla que quería hablar con Jesús – me dijo que esperara un momento.

Minutos después pude ver cómo se levantaba Jesús, cómo emergía de entre una babélica torre de documentos oficiales, caminaba la larga oficina con un manojo de ellos en la mano. Nos saludamos, le di un abrazo, hablamos muy cerca, eran otros tiempos, los de la vieja y decadente humanidad nihilista. Cuando terminó el proceso, como veremos, ya vivíamos en la Era de las pandemias, una herencia histórica y natural del desierto que crece.

Me dijo, poniendo el dedo sobre el papel, dónde tenía que firmar el documento de recibido.

–Ahora sí, profesor, fírmele aquí …–me entregó un recibo de pago en el que se podía leer la leyenda: “Pago de estímulo por defunción” de la extinta Diotima Aguilera acaecida el 19 de octubre del 2018, quien laboraba como profesor (sic) titulado (resic) “C” de medio tiempo categoría E7617 plaza 71 en el Benemérito Instituto Normal del estado en Puebla” – desde luego todo en mayúsculas y negritas, siguiendo una vieja y horrible costumbre de la burocracia estatal. 

No estoy para esos detalles ahora -me digo en tono conciliador. Leo con atención el recibo de pago, me quedo sin palabras, por un momento siento que mi corazón se acelera. Medito en la medida en que la pesadez vacía de la construcción me lo permite. Mantengo los ojos sobre el papel, finjo que estoy leyendo los grandes y oscuros signos impresos. En vorágine aparecen en mi memoria los mil y un trámites realizados antes de llegar aquí, las pacientes asesorías que las profesoras Rosita y Teófila me dieron, en el SNTE, sobre el monto correspondiente a las prestaciones de Diotima. Los cálculos de ambas era similares a los que después Edith Candelario me hizo en la SEP.

Respiré profundo, pensé en la budeidad que jamás alcanzaré, abrí la boca y me escuché decir en tono enérgico:

– ¡No sé qué les pasa a ustedes…! 

–¿Por qué, profesor…?

  • El recibo de pago que usted me muestra, el que quieren que firme, es una cantidad que no alcanza ni la tercera parte de lo que corresponde legalmente por el derecho a la “Gratificación por defunción” después de 40 años de trabajo docente. Ustedes mismos me hicieron en diciembre un cálculo superior: ¿Cómo puede ser eso…? 

En un tris mi monkey mind se movía con la velocidad de una onda gravitatoria, me llevó a pensar, o, mejor, a sentir en carne propia, a compartir el sentimiento de indignación que deben experimentar miles de profesoras y profesores de las comunidades indígenas y migrantes de la entidad, el gremio magisterial en su conjunto, frente a esta cultura del ninguneo burocrático, de la subestimación brutal de la inteligencia del magisterio a la hora del trámite para hacer valer el derecho a la “Gratificación por defunción”. 

El chango de mi mente seguía dando machincuepas, pensé en la actitud despótica de los altos funcionarios de la SEP estatal durante el sexenio de Rafael Moreno Valle, en la sistemática desvalorización del magisterio, ¿qué puede ser más banal que hacer de la dependencia educativa una pasarela, un lujoso y perfumado desfile de modas, sobre la miserable y deshilachada alfombra, sobre la pobreza del sistema educativo poblano? 

Pues claro, para financiar los excesos del delirio presidencial se podían transgredir todos los derechos, no había fronteras que la violencia o el dinero no pudiera derribar. La manera más fácil para distinguir entre un pensamiento liberal y un pensamiento neoliberal es referirse a los límites económicos y morales. John Locke habla de un derecho comunitario a la naturaleza y se pregunta, al mismo tiempo, con sentido de justicia: ¿hasta dónde podemos disfrutar de ese derecho? Responde con la autoridad de fundador del liberalismo: “Todo lo que uno pueda usar para ventaja de su vida antes de que se eche a perder será aquello de lo que le esté permitido apropiarse mediante su trabajo. Mas todo aquello que excede lo utilizable será de otros.” 

Ese principio filosófico-moral del fundador del liberalismo fue enterrado por los neoliberales y es el origen de la concentración y centralización del capital en pocas manos, de la inequitativa distribución de la riqueza en el mundo. El neoliberalismo aparece así desfundamentado de la idea de justicia, por eso es fácil entender por qué los derechos sociales de los trabajadores de México fueron derogados, pisoteados, como ocurrió con el gremio magisterial durante la mal llamada Reforma Educativa. Las instituciones nacidas de esa pragmática ideología, al parecer, son las glorificadas por la treintena abajo-firmante: la inteliguentsia mexicana. 

El minimato de Rafael Moreno Valle, como fruto del neoliberalismo más decantado, no entendía de límites, el aparato judicial perseguía a los luchadores sociales con la misma pasión con la que protegía y foralecía los vínculos con el sistema financiero y con la delincuencia de cuello blanco. El poder legislativo y las instituciones electorales devinieron decadentes escenarios de teatro guiñol, manipulado mórbidamente al antojo y ambición del exgobernante. 

Así, en ese escenario, todo encaja en el rompecabezas nihilista. Los profesores se encuentran en el más absoluto desamparo frente a los colmillos de la burocracia y la técnica legal del capital financiero para jinetear, demorar o, de plano, sacudirse, el pago de los seguros de vida – por ejemplo. 

 

–¿Cómo puede ser esto…? –me miré repetir como zombi, indignado, cuestionando a Jesús –que desde hacía rato me observaba perdido en el recibo de pago…

–Pues eso es lo que le corresponde según nuestras cuentas…pero, déjeme hablar con mi jefa, para ver qué podemos hacer. Pero será hasta mañana, porque ahorita no está, le dieron instrucciones urgentes de sacar un trabajo pendiente…

–Mañana, ¿a qué horas…?

–A las dos de la tarde, ¿le parece bien…?

  –De acuerdo. 

 

Salí del tétrico edificio temblando de impotencia. Un día después sería 27 de febrero, fecha en que el coronavirus hizo su infausto debut en tierras mexicas, trece días antes de que entrara en escena el Covid-19 en territorio poblano. Emergía una nueva era para la humanidad, la sana distancia, los hábitos de vida, la posibilidad de estar juntos en las fiestas, las escuelas, las iglesias, las ceremonias rituales, todo quedó en el recuerdo. Vino después el extraño confinamiento voluntario, la historia de la humanidad misma torció sus renglones por temor a una muerte violenta.  

El jueves volví al parduzco espacio de Planeación y Finanzas, a la hora programada. Me recibió Susy Salas, por primera vez sin Jesús, muy seria -como es ella:

 

  • Buenas tardes profesor, mire, le quiero explicar lo que pasó. Es que Jesús es nuevo en estos trámites y, pues, en lugar de hacer un cálculo por 40 años de servicios, pues nada más lo hizo por siete…
  • ¿Y qué procede para enmendar el error…?
  • Pues que usted acepte, firme el recibo de pago por la cantidad ya autorizada, mientras nosotros nos comprometemos a gestionar la diferencia..
  • ¿Cuándo..?
  • En las próximas semanas, pero me tiene que firmar el recibo de pago ya liberado.
  • Pues no, no estoy de acuerdo, no firmaré nada si no es el monto legalmente establecido…
  • Espere un momento, voy a consultar con mi jefe (C.P. Juan David Carrasco) -se pierde en el largo laberinto de escritorios. 

Espero cerca de 20 minutos y ni las luces de Susy…quien sale del largo e iluminado pasillo central de la oficina y se aproxima, con cara de vergüenza, es Jesús.

  • Hola profesor, apenadísimo con usted. Mire, aprovechando que no está mi jefa…quiero comentarle algo personal. El tema fue un error mío, pero como tal, o sea, no. El tema es que el trámite me lo acaban de pasar a mí, yo desconocía muchas cosas. Analizando todo… me fui con la finta, con el hecho de que la hoja de servicio describía que ella tomó la plaza en dos mil…ocho, dos mil…algo así, que eran los siete años que fue el cálculo autorizado.
  • Esta bien, yo le creo, pero usted me dio un cálculo en diciembre y era una suma mayor, casi el triple de lo que ahora nos quieren dar.
  • Pero aún ese cálculo estaba reducido, por lo que hay una diferencia de …lo que le comentaba mi jefa, aquí la opción es la siguiente: que usted la valore, porque al final es usted quien lo va decidir, si toma el dinero que está ahí…Si no lo toma usted, el dinero sí se va perder, ¿no? Es un decir, “no se ocupa” y presupuesto dice “no lo ocupaste en el término”, se recoge. Lo que mi jefa le proponía es que usted recibiera, firmara esto, y comprometernos nosotros, como área, a que esta diferencia…esto lo tenemos que enviar todavía a que nos calculen el impuesto, el gravamen.
  • Entonces, ¿van a calcular dos veces el impuesto sobre la renta?
  • No, no, no, porque yo haría dos cálculos diferentes, ¿sí me explico?
  • Oiga, usted sabe bien que estas prestaciones no son gravables. En todo caso necesito que me den un documento en el que conste que se equivocaron y que están gestionado el pago que nos adeudan conforme a derecho. 
  • ¿Por escrito…? Mmmm, bueno, ahorita no está mi jefa, desafortunadamente salió a una reunión y no se encuentra. Si usted insiste, deme un par de horas para ver cuál es la respuesta, hábleme a las cinco de la tarde.
  • Muy bien, buenas tardes –otro día de frustración burocrática.

 

Hablé a las cinco de la tarde solo para enterarme que la posición era la misma, no había de otra: lo tomas o lo dejas. Me vencieron y tuve que confiar en ellos. Me dijo Jesús que nos  iban a depositar, que sólo era cuestión de esperar a que autorizaran los recibos de pago complementarios. Imagino que necesitan fragmentar las cantidades para hacerlas creíbles a la hora del registro contable, pues como les dije, mi amada Diotima se convirtió en mercancía gravable. 

Esta historia continuará. En la próxima entrega, la última de cuatro, les contaré de qué manera, cómo fue que en la Secretaría de Planeación y Finanzas me hicieron firmar siete recibos de pago, de los cuáles me depositaron tres, por supuestos o reales errores en las partidas correspondientes.  

¡Pinche Moreno Valle!  

¡Pinche Neoliberalismo!

¡Pinche huesuda!

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