Pedagogía del error

Hace apenas una semana, el movimiento contra la violencia hacia las mujeres nos mostró lo mal que funcionamos como sociedad y lo chato que puede ser un gobierno. 

Ante la creciente inconformidad durante el #9M, que dio lugar a múltiples manifestaciones, entre ellas las pintas o grafiteo de fuentes, monumentos públicos y de las puertas de Palacio, algunas “buenas consciencias”, condenaron severamente las pintas: “¿chamacas revoltosas: qué ganan con eso?” “No nos pinten las paredes”, pedía por otro lado y semanas antes el presidente de la República. 

Ante estas quejas, la respuesta de los colectivos no pudo ser más elocuente: este tipo de manifestaciones (pintas) constata que algunos personajes políticos y sectores sociales está más preocupados por cuidar objetos inanimados (puerta tallada) que el cuerpo femenino. La atención pública que atrajo la protesta feminista a estas maneras miopes de ver las cosas fue ejemplar. La movilización feminista mostró efectivamente que hemos perdido de vista el valor de las cosas que realmente importan como la vida y dignidad de la mujer. ¿Aprendimos la lección? ¿Cooperaremos en su lucha diaria? ¿Por qué preferimos condenar a la que enfrenta violencia y no nos hacemos todos responsables de ella? 

Pero apenas estábamos asimilando las lecciones de la protesta feminista cuando irrumpió en la escena pública un fenómeno contingente: el coronavirus, que como señala la Organización Mundial de la Salud (OMS), forma parte de una familia extensa de virus que pueden causar infecciones respiratorias. El nuevo coronavirus (COVID 19) se descubrió en Wuhan, China en diciembre de 2019 y puede contraerse por contacto con otra persona que esté infectada. Según la OMS, la “enfermedad puede propagarse de persona a persona a través de las gotículas procedentes de la nariz o la boca […] cuando una persona infectada tose o exhala. Estas gotículas caen sobre los objetos y superficies que rodean a la persona, de modo que otras personas pueden contraer [la enfermedad] si tocan estos objetos o superficies y luego se tocan los ojos, la nariz o la boca […] Por eso es importante mantenerse a más de 1 metro (3 pies) de distancia de una persona que se encuentre enferma”.

¿Y cómo sabemos que está enferma esa persona para prevenir que se propague la enfermedad? Pues primero podría manifestar algún síntoma (fiebre, cansancio y tos seca) e ir al médico para confirmarlo. Esto implica protocolos de salud eficientes y un comportamiento personal exigente para que, por un lado, el doctor consultado no se infecte y para que por otro, la persona enferma se trate y aísle. El problema es que como indica la OMS, “algunas personas se infectan pero no desarrollan ningún síntoma”. 

Ante esta situación de “ceguera” social y temporal, ¿qué hacer como gobierno y sociedad para reducir el riesgo? Un camino sería practicar pruebas al por mayor, cuestión que implicaría cuantiosos recursos y un sistema de salud altamente eficiente. Si un país no cuenta realmente con estas condiciones, entonces habría que imaginar una estrategia gubernamental distinta para tratar de mover la consciencia del “pueblo bueno” hacia la prevención y el no contagio. 

Tristemente, el mismo día en que el titular de la Secretaria de Educación Pública (SEP) pedía apoyo a las maestras, maestros y padres de familia para contener el virus y para ello, declaraba suspendidas “todas las actividades no esenciales” en las escuelas y hablaba de la necesidad de tener distanciamiento social, el titular del Poder Ejecutivo desobedecía incivilmente repartiendo abrazos y besos entre sus seguidores del estado de Guerrero. Por la tarde de ese mismo sábado 14 de marzo, además, unos jóvenes asistentes al concierto masivo llamado Vive Latino, mostraban una cartulina que parecía resonar en la actitud presidencial: “Nos la pela el coronavirus”. Representantes del gobierno, jóvenes y los empresarios que organizaron el festival unidos por el valemadrismo mexicano. 

¿Es mucho esperar una disculpa pública o una rectificación explícita del presidente ante ésta y otras equivocaciones? Andrés Manuel López Obrador es un gran líder social, pero parece estar muy preocupado por la oposición, por eso busca deslegitimarla constantemente cuando el que se deslegitima es su gobierno al no saber advertir que los contrarios le pueden señalar – de buena o mala fe – sus errores. Esperábamos del otrora opositor una actitud distinta y una estatura política mayor ante los inveterados problemas como la violencia hacia la mujer y los fenómenos contingentes como el Covid-19. 

Gobernar es una gran oportunidad para hacer mejor las cosas y beneficiar a más gente, pero para ello, se debe aprender de los errores. En este sentido, el caso del Covid-19 le ofrece la oportunidad a la Cuarta Transformación de iniciar la construcción de una pedagogía ciudadana desde la SEP para tratar de educar fuera del currículum y promover que todas y todos seamos responsables, empáticos y nos mantengamos sanos. Por lo tanto, no había necesidad alguna de que brotara el “burocravirus” en la SEP y propusiera – por solo cuatro días – llenar una bitácora que mostrara el estado físico de nuestras hijas e hijos para luego entregarlas – firmadas – a los docentes y a las escuelas. Se pudieron, en cambio, suspender clases desde este martes 17 – como ya lo han hecho varios estados de la República que son “libres y soberanos” –, y concentrar mejor los esfuerzos en emprender acciones más imaginativas basadas en el conocimiento científico y no en el control escolar. 

Esperamos entonces que el Consejo Técnico del lunes 23 sea distinto, se confíe en los docentes como verdaderos “agentes de transformación” y éstos muestren su total cooperación como regularmente lo hacen para construir, ante la contingencia, una pedagogía fuera de la escuela en apoyo de las jefas y jefes de familia. Si en algo tiene razón el titular de la SEP, es que eso será un “esfuerzo comunitario”. Habrá entonces que aprender de los errores propios y ajenos y actuar todas y todos con responsabilidad para vencer tanto la enfermedad como el miedo, la desconfianza y el control burocrático. 

*El autor es profesor visitante en la Universidad de Harvard (2019-20) e investigador de la Universidad Autónoma de Querétaro (FCPyS)

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