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Punto de llegada, zona de partida

La voz de las urnas fue estridente. Andrés Manuel López Obrador y Morena se alzaron con la victoria. La jornada fue limpia, las elecciones ejemplares y el virtual Presidente electo llega con una legitimidad de origen incuestionable. Su afanoso discurso contra la corrupción le atrajo el voto de los enojados y de quienes lo miran como el salvador de la patria. Para fortuna del país, sus primeras palabras son de concordia, sin abandonar sus promesas de campaña en favor de los pobres. La entrevista con el presidente Peña Nieto para organizar la transición fue tersa.

No voté por AMLO ni por su fórmula ganadora. Tengo décadas de bregar por una mejor educación para el mayor número de mexicanos. Su alianza con Elba Esther Gordillo y sus fieles y con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación me inclinaron a desconfiar de los propósitos nobles (aunque ambiguos) que presentó en su Proyecto Alternativo de Nación. Pensé que si sufragaba por él avalaba el regreso de las malas mañas del corporativismo.

No obstante, hago votos sinceros porque forje un buen gobierno, que logre unificar a la nación; que use su legitimidad para avanzar y no para retroceder. Estoy convencido de que, si al presidente le ronda la fortuna, es porque las cosas marchan mejor para el país. ¡Deseo que le vaya bien!

También espero que concentre su hacer en las partes luminosas del capítulo “Educación para todos” del Proyecto Alternativo y que, aunque parezca extraño, se emparentan con los propósitos de la Reforma Educativa del gobierno de Peña Nieto, en especial con postulados expresos en el Modelo educativo para la educación obligatoria: educar para la libertad y la creatividad. Ambos, el Proyecto y el Modelo, embonan con los principios manifiestos en la Constitución.

La similitud entre los principios del Modelo y del Proyecto es clara, aunque quizás sean distintos los medios de quienes proponen uno y otro para alcanzarlos. El principal objetivo de la Reforma Educativa es que la educación pública, además de ser laica y gratuita, sea de calidad e incluyente. “Esto significa que el Estado debe garantizar el acceso a la escuela a todos los niños, niñas y jóvenes, con independencia de su entorno social y económico, origen étnico o género, y que la educación que reciban les proporcione aprendizajes y conocimientos significativos, relevantes y útiles para la vida”.

No es muy diferente a la propuesta del Proyecto: “El recibir educación en todos los niveles es un derecho universal de todos los habitantes del país, sea cual sea su edad, condición social, cultural y económica. Garantizar este derecho es una responsabilidad del Estado” (p. 385).

Si uno busca en el Modelo encontrará, aunque con palabras distintas, que, al igual que en el Proyecto, se trata dar sentido a una educación para: la justicia, la reconstitución de la memoria y la identidad, la libertad y la soberanía: aunque el Modelo no utiliza la sentencia del bien común, sí coloca la escuela al centro de las preocupaciones gubernamentales e invita a la participación de padres, familias y sociedad a conducir la educación. Expone que se busca crear comunidades de aprendizaje. Una noción que se emparenta con la idea de que “Independientemente del nivel académico de cada plantel educativo, la escuela deberá buscar la inclusión de quienes busquen enriquecer sus horizontes de conocimiento” (p. 392).

Tanto el Proyecto como el Modelo apuestan por el humanismo como el fundamento central del currículo, en tanto que a la ciencia y la tecnología como herramientas al servicio de la educación de valores. Ambos asuntos justiprecian el arte y la cultura.

En el Proyecto, AMLO también habla de no limitar el ingreso a los jóvenes a la educación superior, de otorgar autonomía legal a universidades privadas que lo merezcan, de ofrecer bonos educativos (un asunto que colegas míos aseguran que es de inspiración neoliberal, porque la idea original es de Milton Friedman) a jóvenes para que estudien en la institución de su preferencia. En fin, las propuestas sembradas en el Proyecto y en el Modelo —conjeturo— tienen más similitudes que diferencias.

Mi optimismo crítico me induce a pensar que con todo y que en la campaña AMLO prometió cancelar la “mal llamada” Reforma Educativa y regresar a las camarillas del SNTE canonjías que significan inmensos recursos, ponga en práctica usar el presupuesto educativo para “erradicar dispendios, derroches y corrupción” que acostumbran las facciones del SNTE.

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