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Que sirva de algo. Notas sobre el (no) regreso a clases

Habría que remontarse varias décadas –el periodo revolucionario, la fiebre española o los años de la Cristiada- para reconocer un momento como el actual: la suspensión de la actividad escolar en su forma presencial. Los estudiantes de básica y muy probablemente los de bachillerato y superior no regresarán a los recintos hasta que existan las condiciones para evitar contagios. Ello puede suceder en semanas, meses o en plazos más amplios y ocurrir a un ritmo diferente en las regiones del país. 

¿Fue esa una buena decisión de las autoridades educativas? Me parece que sí, que es legítima y razonable la prioridad que se está dando a la salud de niñas, niños, adolescentes y jóvenes, así como al personal que labora en las escuelas. Aun cuando la probabilidad de contagio disminuya no vale la pena el riesgo. Unos cuantos casos marcarían, sin duda, la responsabilidad de quienes tienen poder de decisión en la materia.

¿Cuáles han sido las alternativas para superar el periodo de suspensión? Primero fue la estrategia “Aprende en casa” que la SEP puso en marcha en la última semana de abril de este año. Con el objetivo de solventar el último tercio del ciclo escolar, la estrategia consistió en la puesta en línea de una plataforma que buscaba cubrir las áreas de aprendizaje de Pensamiento lógico matemático, Lenguaje y Comunicación, Convivencia Sana, Civismo y Cuidado de la Salud, así como poner a disposición de los usuarios (estudiantes y sus familiares) tareas, ejercicios de repaso, retos, lecturas, actividades recreativas e incluso videojuegos.

Se instruyó a los maestros en el uso de dicha plataforma y en la medida de lo posible tomaron contacto con sus grupos para lograr alguna interacción con los estudiantes. La plataforma fue apoyada con dos medios adicionales: cuadernillos de actividades para los distintos grados escolares, y mediante la transmisión por radio y televisión de clases para diversas asignaturas. Participaron en la difusión televisiva de esa etapa los canales 11.2 del IPN, 20.1 de la UNAM, y algunos servicios de cable (Dish, Izzi, Sky, Axtel, Megacable, Totalplay y Star TV). 

Fue esa una solución de remedio, improvisada, con un escaso nivel de coordinación y principalmente enfocada a salvar el año escolar. Se programó la terminación de esa fase al 5 de junio con la instrucción de la SEP que los maestros evaluarían el desempeño escolar con base en una “carpeta de evidencias” que entregarían los estudiantes a sus profesores. Y se programaron, para el periodo vacacional, algunas actividades, también virtuales, bajo la denominación de “Verano divertido”. Sin comentarios. 

Entre las críticas más repetidas de la estrategia remedial fue la desigualdad de oportunidades de aprendizaje en función del acceso a tecnologías digitales. Crítica fundada al tomar en cuenta los datos de cobertura y acceso entre las regiones del país, sobre todo en las áreas y localidades en condiciones de pobreza. Como remedio el gobierno negoció con varias televisoras y radio-emisoras de alcance nacional para transmitir los contenidos de los planes de estudio del nuevo ciclo escolar. Ello va a ocurrir a partir del 24 de agosto.

La noticia (fechas y medios de transmisión) no generó consenso. Un grupo de gobernadores, (Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Michoacán, Colima, Jalisco, Aguascalientes, Guanajuato, Chihuahua y Durango) afirmó que estaba en sus atribuciones determinar el calendario escolar correspondiente, así como los indicadores que marcarían el retorno presencial. Esa fue una postura inicial, aunque prácticamente la mayoría de las autoridades de las entidades federativas resolvieron seguir la estrategia SEP que ahora se llama “Aprende en Casa II”.

El uso de la TV como medio auxiliar en esta coyuntura se está usando en varios países. Llama la atención que en algunos con el mismo título: Aprendo en casa (España) o Aprende en casa (Colombia). La UNESCO ha valorado positivamente el empleo de medios analógicos para multiplicar la difusión de contenidos en la escala requerida (véase “Learning through radio and television in the time of COVID-19”, UNESCO, 2 de junio 2020) y generado un repositorio cooperativo para la distribución de temas educativos para medios audiovisuales.

Es de sentido común valorar la calidad del esquema a la vista de su contenido y resultados, aunque algunas críticas no han tardado en aparecer. Y son justificadas porque ningún medio a distancia podrá reemplazar la vida en la escuela. Eso ni siquiera tiene discusión. Pero las preguntas que se abren son muy interesantes: ¿qué es lo que efectivamente aprenden las niñas, niños, adolescentes y jóvenes?, ¿cómo lo logran?, ¿cuál es, en efecto, el papel del docente para propiciar y regular el conocimiento?, ¿en qué medida las madres y padres de familia pueden cooperar en la tarea educativa?, ¿es adecuado el currículum de la educación obligatoria?, ¿qué se necesita para la mejora del acto educativo? Son, entre muchas otras, preguntas que en tiempos normales no nos hacemos. Es posible, solo posible, que su tratamiento abra nuevas vías para transformar el orden educativo. Ojalá.

Lo que no acaba de convencer es que la solución gubernamental no se acompañe de los recursos necesarios y suficientes. No ha habido apoyos a los maestros, a las familias o a los propios estudiantes para tener mejores condiciones de acceso a tecnologías digitales. No se está apoyando a las escuelas del sector privado, que complementan el servicio público, y que están al borde de la crisis económica. Tampoco está en vías de respuesta la consabida promesa de internet gratuita en todo el país. Ello ayudaría mucho a reforzar la estrategia. Quizás es pedir peras al olmo.

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