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Reforma Educativa y López Obrador: el dilema

El virtual Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, está, como expresa con frecuencia, “serenando al país”. Tiende manos a sus antiguos adversarios, se reúne y ofrece garantías a la “exmafia del poder” o “minoría rapaz”, discursea que no habrá cambios bruscos en la economía; es más, solicitó el apoyo de los dueños del dinero para poner en práctica su programa de primer empleo y capacitación de jóvenes. Trata de confeccionar las bases de su programa, el que planteó en el Proyecto Alternativo de Nación, no en los acuerdos pactados con los seguidores de Elba Esther Gordillo y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.

La postura conciliadora de López Obrador, en efecto, siembra tranquilidad en los mercados, habla de una transición tersa; el gobierno saliente no le pondrá trabas. Pero ¿qué pasa con el núcleo duro de la izquierda social que apoya a López Obrador desde hace 18 años y más?, sus fieles ¿están contentos con este aparente rechazo al programa radical? La respuesta a la segunda interrogante me parece obvia. No, no están satisfechos, pero tampoco dispuestos a levantar la voz antes de tiempo; convengo que le dan de plazo al 1 de diciembre para ver la composición de la segunda y tercera divisiones del gabinete donde tal vez logren un puesto. La mayoría son políticos profesionales, aunque miran con desconfianza a la avalancha de los otros políticos profesionales que se pegaron como argamasa al carro ganador.

La primera de esas cuestiones, infiero, representa un dilema para el futuro Presidente. Llevan décadas de cultivo de un discurso revolucionario, de cambio de régimen. Representa a los que aplaudían a las consignas de echar para abajo la Reforma Energética, suspender la construcción del nuevo aeropuerto y cancelar la “mal llamada” Reforma Educativa. Son quienes llenaban las plazas y cuidaban la seguridad del candidato en la campaña; muchos lloraron de alegría cuando los resultados de la elección comenzaron a fluir. Se avecinaba un mundo nuevo, pienso que pensaban. El comienzo de la verdadera transformación de México, la cuarta en su historia.

Corrientes de los duros, ya en forma espontánea, ya organizada, presionarán a López Obrador para que cumpla con sus promesas de campaña y no esperarán a que tome posesión del cargo para exteriorizar su postura. Sospecho, por ejemplo, que los miles de estudiantes que no serán aceptados en las universidades exigirán que se abran, que se eliminen los exámenes de admisión y que todos los solicitantes tengan la oportunidad de recibir educación superior de calidad, como López Obrador afirmó en varias ocasiones. Si bien, Esteban Moctezuma, secretario de Educación Pública designado, expuso que buscará orientar a los estudiantes a la educación superior tecnológica, la que sí ofrece empleos remunerados y a la educación a distancia (Excélsior 02/07). Discurro que no tendrá eco entre los “rechazados” de este año. Quieren entrar ya a las grandes universidades públicas. Imagino a las casas de estudio bajo sitio en el plazo corto.

La respuesta de la CNTE, más preparada, aguardará menos. Sus grupos más radicales en la Sección 22 de Oaxaca ya preparan sus armas de guerra. En una minuta dada a conocer a sus agremiados, la S-22 señala que la Reforma Educativa “Va a continuar, sólo que ahora la conducirá un monopolio bajo la dirección de Esteban Moctezuma… con la misma premisa, la privatización… Los cambios serán cosméticos, uno de ellos será omitir las evaluaciones punitivas, pero los programas aprobados en la reforma continuarán” (Milenio 06/07). Los líderes de esos grupos, fieles a su costumbre, quieren todo y se preparan para ser oposición: “Aquí seguimos los que nunca se rinden”, amenazan.

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