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Repensando el acceso a la universidad (I)

López Obrador ha señalado reiteradamente que cuando él sea presidente no habrá rechazados en las universidades. En una entrevista grupal en Milenio TV, Silva-Herzog Márquez le preguntó si eliminar los exámenes de admisión no implicaba violar la autonomía universitaria. AMLO respondió que no, pues buscaría un acuerdo con todas las universidades (públicas y privadas) para ampliar los cupos en estas y lograr que todos los jóvenes interesados pudiesen ser admitidos.

El académico reviró recordándole al candidato de Morena que él había inaugurado el sorteo como medio para acceder a la universidad y preguntándole si consideraba que el azar –en lugar del mérito– era un buen modelo para el resto de las universidades. AMLO respondió que sí y explicó que el objetivo central de eliminar el examen de admisión en la UACM había sido el de evitar la marginación de los jóvenes.

Silva-Herzog Márquez puso el dedo en la llaga enfocándose en dos pilares sobre los que se sostienen los exámenes de admisión y la idea misma de universidad: el principio de la autonomía y el mérito como criterio eje para determinar el ingreso a la universidad. La primera, porque en ella se funda la vigencia de principios como la libertad de cátedra y la neutralidad valorativa en la búsqueda de la verdad dentro de la universidad, sin los cuales le resultaría imposible cumplir su función como generadora, guardiana y transmisora del conocimiento. El mérito, porque es el criterio de selección (para alumnos y profesores) que permite asegurar la persistencia de una comunidad conformada por personas con las capacidades y la disposición para dedicarse a las labores propias de la universidad.

López Obrador, por su parte, también trajo a la discusión dos temas clave. Primero, el tamaño de la oferta y, segundo, la inequidad y exclusión que producen, en la práctica, los exámenes de admisión a las universidades en un país tan profundamente desigual como México.

La condición material que explica la existencia de exámenes de admisión o de cualquier mecanismo de selección (incluyendo el sorteo) es que los espacios disponibles no alcanzan para satisfacer la demanda. En breve y sobre la base de la pura lógica numérica de oferta y demanda, si el número de postulantes no fuese mayor al de los lugares disponibles en las universidades, no habría necesidad mecanismos de selección.

Tiene razón, así, López Obrador en traer a la discusión el tema del tamaño de oferta. Básicamente, pues, si se ampliara y, en el extremo, se hiciera universal, ello cancelaría la necesidad de seleccionar alumnos, dado que habría lugar para todos los que quisieran entrar. Al respecto, sin embargo, resultan indispensables varias consideraciones.

Primero, ¿podría sobrevivir la institución conocida como “universidad” a la eliminación de mecanismos de selección basados en el mérito, entendido como la capacidad para aprovechar y contribuir a la función social de la universidad, más allá de que se cerrara la brecha cuantitativa entre oferta y demanda?

Segundo, México carece de los recursos para ampliar la oferta de espacios en las universidades tanto como para eliminar la necesidad de algún mecanismo de selección. Ello implica que tendremos que seguir discutiendo cómo asignar cupos escasos en las universidades.

Tercero, dado lo ocurrido con la vertiginosa ampliación de la cobertura educativa en México y sus costos en términos de calidad, así como de la imposibilidad de generar suficientes empleos calificados y productivos para traducir mayor escolaridad en mayor y mejor crecimiento económico, resulta indispensable valorar qué tanto conviene ampliar la oferta universitaria. La pregunta es central y no tiene una sola respuesta correcta.

La de AMLO es que es “mejor tener becarios que sicarios”. Yo coincido (¿quién no?), pero me pregunto si no habrá alguna manera de lograrlo sin acabar, en el camino, con las universidades del país.

Las propuestas de López Obrador sobre el acceso a la educación superior dan mucho para analizar y discutir. Para empezar, ponen sobre la mesa la necesidad de enfocarnos a encontrar soluciones para los dilemas concretos planteados por la defensa de la autonomía universitaria y el mérito, en un contexto marcado por la escasez de espacios en las universidades y, sobre todo, por desigualdades sociales que excluyen a la mayoría de la población de la posibilidad de acceder a la universidad sobre la base del mérito. Seguiré con estos temas en columnas futuras.

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