Semántica histórica o historia de los conceptos

Luis Omar Montoya Arias

“Todo conocimiento comienza con la experiencia”

 Immanuel Kant 

La historia conceptual procede de Hegel. El trabajo del concepto, su significado y el uso antiguo de las palabras (desplazamiento semántico), encuentra en Semantics and historiography del israelí, Richard Koebner, uno de sus enclaves historiográficos. El libro del escritor judío vio la luz en el año de 1953. Aunque Koebner nació en Alemania, culturalmente era judío (Koselleck, 2012: 27).

Se necesitan conceptos para poder tener o acumular experiencias e incorporarlas vitalmente. Los conceptos son necesarios para integrar las experiencias pasadas en nuestro lenguaje y en nuestro comportamiento. La historia conceptual puede tematizarse como la transformación de los significados y de la pragmática, en la medida en que se tiene en cuenta que un gran número de otros elementos permanecen iguales (son repetitivos). Los conceptos captan experiencias (Koselleck, 2012: 30). Cuando las experiencias se integran, lingüísticamente, a los conceptos, comienzan los cambios. El cambio sólo es comprensible cuando las condiciones estructurales, se repiten (larga duración de Fernand Braudel). 

El significado de una palabra cambia, pero la realidad que antes captaba permanece igual. La semántica existe como método científico porque toda palabra puede tener una multiplicidad de significados que deben ajustarse a una realidad modificable. La clave de la historia conceptual está en, ¿cómo se articula la relación temporal entre conceptos y estados de cosas? Hablamos de la onomasiología como método científico. Los cambios se perciben a través de nuevos conceptos (Koselleck, 2012: 23).

La semántica histórica es una disciplina lingüística que estudia el cambio, vinculando, desde luego, al concepto con realidades extralingüísticas (Fernández Jaén, 2006). La semántica postula la historicidad del concepto. Fomenta el pensamiento histórico y visibiliza el lenguaje como experiencia humana. La semántica histórica es un proceso discursivo que piensa en rupturas sociales. Los contextos y las épocas son muy importantes. El entendimiento del concepto depende de realidades sociales (Müller, 2015). El lenguaje como sociabilidad. 

Los conceptos fijan límites de lo pensable (González, 2011). El cambio conceptual es resultado de creencias y emociones. La semántica histórica tiene que ver con el lenguaje, con el tiempo y con la lucha política. “No hay experiencias sin conceptos, ni conceptos sin experiencias” (Koselleck, 2004: 28). El cambio político se induce y se registra, lingüísticamente (Koselleck, 2006). La historia se traduce y articula en conceptos. El historiador debe distinguir entre el lenguaje de las fuentes y el lenguaje de la ciencia (Bödeker, 2009). El cambio remite a circunstancias extralingüísticas registradas en el tiempo. Se trata del idioma político cotidiano. 

La formulación, empleo y cambio conceptual es tarea historiográfica. Es el estudio social de signos lingüísticos. Movimiento histórico. Reflexionar sobre estructuras de experiencia y contextos de los acontecimientos. Alcance social de los conceptos (Bödeker, 2009). La historia conceptual estudia los cambios de época, desde el lenguaje. Indaga la relación temporal entre hecho y estructura (Bödeker, 2009). Conceptos en movimiento cargados de expectativas y objetivos, orientados al futuro, con experiencias históricas unidas a ellos (Bödeker, 2009). Es una historia de los usos idiomáticos como de las formas de pensar (Bödeker, 2009).

El concepto se acerca a la experiencia social y desarrolla contextos de significación; es un representante de contextos histórico-culturales. Resulta inteligible a partir de realidades históricas. Es una categoría intelectual del investigador. Tienen que ver con relaciones sociopolíticas. Se entiende en referencia a otros conceptos. Responde a constelaciones teóricas y a configuraciones conceptuales. Los conceptos son estrategias discursivas enganchadas a contextos sociales. La historia conceptual hace de la filiación de los conceptos, su objeto de estudio (Bödeker, 2009).

Para poder obtener de la historia pasada, proposiciones a largo plazo, es necesario un trabajo teórico previo, así como el uso de una terminología científica específica. El lenguaje adquiere, al contrario que el discurso activo que tiene lugar en la historia en acto, una primacía en el campo de la epistemología. Se discursa sobre lo que acontece (historia actual) y sobre lo acontecido (historia pasada). Ninguna actividad social, ningún enfrentamiento político y ningún intercambio comercial son posibles sin un discurso y una respuesta; sin una planificación dialogada, sin un debate público o una conversación privada; sin una orden y su obediencia (Koselleck, 2012: 13).

Del carácter histórico del lenguaje se encarga el cambio conceptual. Historización del lenguaje. Pensar el pasado de los conceptos (Ovalle, 2019). El concepto es una realidad plurívoca que se dice mediante el lenguaje (Vilanou, 2006). En los conceptos se condensan experiencias y expectativas generadas por el tiempo y por la historia. La delimitación del concepto, en su momento histórico y en su contexto social, es determinante para su interpretación (Moreno, 2015). Consecuencias del giro lingüístico. El amor es intertextual. Todo es lenguaje. Todo es comunicación. 

La semántica histórica se ocupa de la formación de conceptos, su utilización y sus cambios. Es una herramienta heurística y metodológica de la investigación histórica. En la historia conceptual la palabra y el concepto son dos entidades diferentes con características diferenciables. El análisis semántico se refiere a los distintos significados que un concepto adapta a lo largo del tiempo (Wolosky, 2014). Hablemos de cambio conceptual: las realidades mediadas por el lenguaje. 

El concepto es un juicio disyuntivo contemplado desde el análisis y la síntesis. Los conceptos median, lingüísticamente, entre lo experimentado por los sentidos y lo que puede ser objeto de comunicación. El concepto condensa una pluralidad de significados: enlaza significados en una red o contexto de sentido. El concepto aprehende experiencias sociopolíticas. En el concepto, el significante y lo significado, están unidos. Es un acceso a experiencias colectivas (Rivero, 2012). 

El historiador trabaja con fuentes que articulan, lingüísticamente, las experiencias del pasado. El concepto contiene experiencia y expectativa. Es memoria e historia contrafactual. Lo que pasó es presente [la memoria media nuestros recuerdos]. Las emociones son parte de la memoria. Debemos centrarnos en los usos que ha mantenido el concepto, en un espacio temporal. No hay historia sin lenguaje. El acontecimiento histórico también se construye desde el lenguaje (Blanco Rivero, 2012).

Platón fue el primer occidental en reflexionar sobre el significado de las palabras, en Cratilo o del lenguaje. Aristóteles en su Poética y Retórica, argumentó que es la metáfora, la causa principal del cambio semántico (Fernández Jaén). La invención de América en 1492 generó un boom en estudios que aspiraban a encontrar el origen de las lenguas romance, que como sabemos, tienen su matriz en el latín. Los idiomas están integrados por palabras y conceptos. Los conceptos son nódulos semánticos que articulan redes de significados. Las palabras no bastan para transmitir experiencias (Blanco Rivero) ¿Cómo escribir la historia de algo que muta en el tiempo?

En la Europa del siglo XV, se pensaba que un idioma normativizado permitiría la ejecución solvente de un proyecto político (Fernández Jaén). Dante Alighieri escribió, De vulgari eloquentia, texto en el que expresa la importancia de las lenguas romance. Momento relevante para la semántica histórica. Aristóteles también recurrió a la hermenéutica, estrategia interpretativa de importancia en el entendimiento evolutivo de la semántica (Ramos, 2018). 

El estructuralismo nació en 1916, con el Curso de lingüística general, de Ferdinand de Saussure. La semántica estructural establece el significado de las palabras. Propone estudiar su oposición con el resto del signo lingüístico (Fernández Jaén). Friedrich Adolf Trendelenburg, es figura central en el nacimiento académico de la historia conceptual, al lado de Saussure. Marcó un camino hacia la historicidad lingüística y hacia la filologización de la historia. Hegel planteó la unidad conceptual (Müller). 

La semántica histórica como campo académico, se sistematizó en la década de 1960, en la República Federal de Alemania. Fue una respuesta a los estudios de sucesión cronológica. La investigación en el ámbito de la historia de los conceptos en Alemania encuentra en el Diccionario histórico del lenguaje político y social, un momento fundacional (Bödeker). La semántica histórica de Reinhart Koselleck inicia en 1972 con el Diccionario de conceptos fundamentales políticos y sociales en lengua alemana. Reinhart Koselleck fue especialista de tres campos: la histórica o historik, la historia conceptual y la teoría de los tiempos históricos (Blanco Rivero).

Reinhart Koselleck nació en 1923. Asociado con la escuela de historia de los conceptos, que él inició a finales de la década de 1960, junto a sus maestros: Otto Brunner y Wemer Conze. Publicaron tres diccionarios, en los que trabajan conceptos de historia; también un diccionario de filosofía de principios históricos. “Debajo de toda obra subyace una teoría de la historia o historik, a la que define como una doctrina de las condiciones de posibilidad de historias” (Koselleck, 2001: 43). 

Los modos más habituales en que los historiadores tratan el tiempo se agrupan en torno a dos polos: el tiempo representado linealmente y el tiempo pensado como recurrente y circular (el tiempo resulta ser una línea que vuelve sobre sí misma). El tiempo histórico consta de estratos que remiten unos a otros, y sin que se puedan separar del conjunto. Estratos del tiempo es pensar también en los hallazgos de la experiencia. El tiempo es unicidad. El progreso tiene que ver con la innovación.

La historia de los conceptos tiene que ver con la recurrencia del lenguaje (procesos único y estructuras de repetición).  Lo que es buscado, encontrado y expuesto como verdad histórica, nunca depende sólo de las experiencias que hace un historiador y mucho menos de los métodos que emplea. Por supuesto que, para crear una obra histórica se necesita experiencia y método. La historia del lenguaje nos muestra continuidades y rupturas en los conceptos. La semántica histórica tiene que ver con un plano biológico y con un plano cultural. En griego, historia significa, inicialmente, experiencia (ir de aquí hacia allá para experimentar-descubrir algo). 

Futuro pasado, obra fundamental de Reinhart Koselleck, se publicó en 1979.

En la década de 1980, en Estados Unidos, surge la gramática cognitiva. Ésta plantea que el lenguaje no se puede separar de la realidad. La semántica histórica cognitiva empieza en 1997, con Diachronic prototype semantics. A contribution to historical lexicology, de Geeraerts (Fernández Jaén). Planteada por Hegel, la Begriffsgeschichte o historia conceptual, aparece desde el siglo XVIII, pero es hasta el siglo XX que se sistematiza como área universitaria. Reinhart Koselleck falleció en el 2006 (Blanco Rivero).

Hablando desde lo estrictamente académico, la historia conceptual o semántica histórica, se teje en torno a dos tradiciones: la Escuela de Cambridge o linguistic turn y la Begriffsgeschichte de Reinhart Koselleck. En la vertiente inglesa destacan John Pocok y Quentin Skinner. La Begriffsgeschichte apareció en 1972, en la Universidad de Bielefeld (Vilanou). Los trabajos de los estadounidenses, Natalie Zemon Davis y Hayden White, también han contribuido al desarrollo de la semántica histórica (Ramos). Hay injerencia positiva de las hermenéuticas de Leopold von Ranke y Hans-Georg Gadamer, en la historia conceptual de Reinhart Koselleck. Leopold von Ranke centraba su atención en la interpretación del objeto por medio del documento y Gadamer otorgaba importancia al sujeto que interpretaba el documento (Ramos). 

Las investigaciones de David Ausubel, psicólogo estadounidense, también han contribuido a la sistematización académica de la semántica histórica. Es conocido por el cognitivismo y su relación con la formación de conceptos. Ausubel se inserta en la teoría del aprendizaje significativo o adquisición de nuevos significados. El aprendizaje tiene que ver con la adquisición de conceptos. No es lo mismo nombrar que formar conceptos. Ausubel considera que, en el aula, es más importante el aprendizaje significativo por recepción. El concepto es central en el aprendizaje. (Ramos Serpa, 2015). La música es una circunstancia conceptual. 

Las ciencias sociales y las humanidades tienen que ver con realidades ya nombradas. Hablamos de saberes objetivados y saberes detentados (Barbier, 2004). La noción es sinónimo de concepto. El concepto es una elección partidaria y una acción lingüística que involucra a enseñantes y enseñados. La enseñanza tiene que ver con la construcción, comunicación y transmisión de saberes didactizados. La semántica histórica refiere a los usos institucionales de los conceptos (Barbier, 2004).

Palabra y concepto son entidades diferenciadas que poseen cualidades distintas. Los conceptos se deslindan, en tanto palabras especiales, de las palabras simples. Reinhart Koselleck documenta historias de campos semánticos de carácter político-social que tejen los conceptos. La historia de un concepto es la historia de varios conceptos interconectados en densas redes de sentido. Hay que estudiar los significados asociados a un concepto [semasiología] y los conceptos que hayan designado un mismo estado de cosas [onomasiología] (Blanco Rivero). En lo extralingüístico está la historia social. Ojo al contexto de significación en el que la palabra y/o el concepto, son utilizados. El lenguaje es un fenómeno social. 

Las palabras se establecen mediadas por definiciones. Los conceptos se interpretan. Las palabras tienen posibilidades de significación. Los conceptos reúnen una plenitud de significados. Los conceptos se distinguen de las palabras por la capacidad de significación. “El concepto se adhiere a la palabra, pero es más que ella” (Bödeker: 141). La historia conceptual empieza por la palabra. La historia conceptual distingue entre concepto y cosa. Distingamos entre palabra y concepto; entre historia de la palabra e historia del concepto (Bödeker: 141). Pensemos en vecino y ciudadano, ítems conceptuales para entender a la ciencia política. 

Para abordar, históricamente, los conceptos de vecindad y ciudadanía, debemos remitirnos a la Constitución de Cádiz de 1812, de importancia para la América española, en la conformación de los Estados-Nación en el siglo XIX (Morelli, 2007). “El liberalismo del siglo XIX, representa una experiencia a medio camino entre las sociedades de Antiguo Régimen y las sociedades individualistas modernas” (Morelli, 2007: 133).

Vecindad es una concepción territorial ligada a los valores de las culturas locales, a la comunidad en la cual el sujeto trabaja y ejerce su acción política. Ciudadanía tiene que ver con el derecho a votar, con la democracia, con los partidos políticos y con la constitución de Cádiz de 1812 (Morelli, 2007). Las guerras de independencia son punto de ruptura entre la época colonial y el siglo decimonónico. La integración de las milicias construye ciudadanía. El hombre en armas estructura a los ciudadanos, alimenta el imaginario y nutre de valores nacionales (Morelli, 2007). El Estado es un lugar de articulación e intersección histórica, en donde confluye el Antiguo y el nuevo régimen. 

Una de las referencias más antiguas sobre el uso político de región, está en Roma. En el siglo XVIII, asumió su vertiente administrativa, rivalizando contra el concepto medieval de provincia. La región se construye por actores sociales y por determinantes geográficas. Es un concepto histórico, político y geográfico (Taracena, 2008). El pensamiento geográfico une a la región con el espacio. Desde el siglo XIX, la región es objeto de estudio de la geografía espacial (Hiernaux, 1993). La construcción semántica de la región es tarea ardua y objeto de otra operación historiográfica. Debemos insistir en la importancia de la semántica histórica. 

La coexistencia de concerto y concert, “distingue la confrontación entre uno o varios solistas y el resto del ensamble y un evento donde se interpreta música” (Santos, 2019: 13). En España el término concierto se usa en ambos sentidos. En el siglo XVI, concierto refirió a ensambles de instrumentos. En el XVII adquirió una connotación derivada del latín, que dialoga con la disputa entre secciones de un mismo conjunto. En el siglo XVIII, concierto se refiere a obras instrumentales caracterizadas por la confrontación entre un solista [concertino] y el resto del ensamble [tutti]. En italiano como en castellano, concerto-concierto designa un evento donde se interpreta música. En inglés y en francés hace referencia a composiciones musicales. Para hablar del acontecimiento donde tiene lugar la interpretación musical, el francés y el inglés, emplean el término concert (Santos, 2019: 13). La claridad conceptual es útil y necesaria, si el maestro de historia, en secundaria y preparatoria, aspira a mejorar su práctica docente [enseñanza]. 

Toda historia depende en su desarrollo del lenguaje, del discurso y del habla. Todo hecho social y sus relaciones se basan en premisas comunicativas y en la aportación de la comunicación lingüística. Las instituciones y las organizaciones, desde la más pequeña hasta la ONU, dependen de ellas, oralmente o de forma escrita. Es más que la articulación lingüística que lo posibilita o que lo interpreta (Koselleck, 2012: 13).

El lenguaje es receptivo y productivo: es un factor de la percepción, la comprensión y el saber. Registra lo que es exterior a él. El lenguaje hace suyos los estados de cosas y hechos extralingüísticos. Para que lo extralingüístico pueda conocerse, comprenderse y entenderse, debe plasmarse en su concepto. Sin conceptos no hay experiencia y sin experiencia no hay conceptos (Koselleck, 2012: 32). La sociedad y el lenguaje forman parte de los requisitos metahistóricos sin los cuales ninguna historia es concebible. La investigación de los conceptos y de su historia lingüística forma parte de las condiciones mínimas necesarias para poder comprender la historia. La historia de los conceptos se mueve desde la duración y el cambio.

En todos los actos hay elementos extralingüísticos, prelingüísticos y poslingüísticos que conducen a una historia. Son las condiciones básicas, geográficas, biológicas y zoológicas que, a través de la construcción humana influyen, simultáneamente, en los acontecimientos sociales (Koselleck, 2012: 14). Hay un entrecruzamiento entre la historia social y la historia lingüística en el hablar y el actuar.

El lenguaje se convierte en un factor primario sin el cual no es posible ningún recuerdo ni ninguna transposición científica de ese recuerdo. La primacía antropológica del lenguaje en la descripción de la historia acontecida adquiere un estatus epistemológico. En términos antropológicos, toda historia se construye se construye mediante la comunicación oral y escrita. El texto escrito se convierte en el vehículo principal de la transmisión de la historia cuando la desaparición de las generaciones más viejas hace que se diluya por la oralidad (Koselleck, 2012: 16).

Desde lo teórico, la historia es un presente permanente en el que el pasado y el futuro están integrados, o como un constante entrelazamiento entre el pasado y el futuro que hace que todo presente desaparezca continuamente (Koselleck, 2012: 19). Lo que realmente ha acontecido a largo plazo en la historia (más allá de la lingüística) es desde la perspectiva de la historia social, una reconstrucción científica cuya evidencia depende de la consistencia de su teoría. Toda afirmación teórica debe someterse a control metodológico de las fuentes (Koselleck, 2012: 22).

La historia social y la historia conceptual se encuentran en una tensión condicionada por la materia histórica que hace que ambas remitan una a otra sin que esa reciprocidad pueda ser superada en algún momento. El hecho de que la historia social y la historia conceptual remitan la una a la otra, implica la existencia de más características diferenciales que relativizan sus pretensiones de universalidad. 

“La historia social y la historia conceptual poseen distintas velocidades de transformación y se basan en estructuras de repetición diferentes. Por eso la terminología científica de la historia social depende de la historia de los conceptos para cerciorarse de las experiencias almacenadas lingüísticamente. Y por eso la historia conceptual debe remitirse a los resultados de la historia social para no perder de vista el hecho de que la diferencia entre una realidad pasada y sus testimonios lingüísticos nunca puede convertirse en algo idéntico”. (Koselleck, 2012: 25).

La teoría de la historia presupone sociedad y lenguaje. La caracterización de la historia como social, implica una reivindicación permanente que se oculta en cada una de las distintas formas de historia. Dedicarse a la historia y definirla como historia social, delimita la temática. Hablar de historia conceptual, es lo mismo.

No es el lenguaje un conjunto, diacrónicamente dado, el que se ha modificado, sino su semántica y con ella, la nueva pragmática del lenguaje que se ha liberado. La historia de los matrimonios ha tendido de forma paralela a la autointerpretación lingüística (Koselleck, 2012: 24). Lo que acontece en la historia solo es posible debido a que las condiciones previas se repiten a largo plazo (Fernand Braudel). 

El acto de contraer matrimonio puede que sea única, sin embargo, en él se articulan estructuras repetitivas (Koselleck, 2012: 25). Cuando se usa un concepto, nos remitimos a un conjunto de experiencias almacenadas lingüísticamente que han integrado el concepto. Y el contexto lingüístico, que está previamente dado, regula la amplitud de su significado (Koselleck, 2012: 26). Toda modificación conceptual que se convierte en un hecho lingüístico se produce mediante una innovación semántica y pragmática que permite comprender lo antiguo de otro modo y sin la cual lo nuevo no podría comprenderse (Koselleck, 2012: 26).

La historia de los conceptos o semántica histórica muestra cómo las palabras controlan formas de comportamiento y cómo pueden provocar acciones. Las palabras y las acciones se influyen y potencian, mutuamente. La historia de los conceptos enseña que en ella están contenidos los instrumentos lingüísticos que debe poseer quien quiera comprender su mundo o influir en él. Por tanto, los conceptos tienen una historia propia, inmanente al lenguaje (Koselleck, 2012: 28).

Para Kant, no hay experiencias sin conceptos y no hay conceptos sin experiencia. 

La importancia histórica está en función de la cantidad de contenidos de experiencia que se han acumulado en el concepto, y de cuántos conceptos tendrán distintas valoraciones temporales. Hay conceptos orientados al pasado y conceptos que se anticipan al futuro. No todas las revoluciones son sangrientas. Estado es un concepto generador de experiencias. Elite sustituye a aristocracia. Agricultor a campesino, obrero a trabajador y sociedad a Estado. El concepto va cargado de experiencias, acumuladas a lo largo de diferentes épocas (Koselleck, 2012: 46).

Fuentes consultadas

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Bödeker, Hans, “Sobre el perfil metodológico de la historia conceptual”. Historia y Grafía, 32 (2009): 131-168. 

 

Blanco Rivero, José, “La historia de los conceptos de Koselleck”. Revista Politeia, 35.49 (2012): 1-33. 

 

Fernández Jaén, Jorge, “Breve historia de la semántica histórica”. Revista Interlingüística, 17 (2006): 1-9. 

 

González Manso, Isabel, “Cambios conceptuales y emociones”. Historiografías, 2 (2011): 29-44.  

 

Hiernaux, Daniel, “El concepto de espacio y el análisis regional”. Secuencia, 25 (1993): 89-110. 

 

Koselleck, Reinhart, Historias de conceptos. Madrid: Trotta, 2012. 

 

Koselleck, Reinhart, “Estructuras de repetición en el lenguaje y en la historia”. Revista de Estudios Políticos, 134 (2006): 17-34. 

 

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Koselleck, Reinhart, Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia. Barcelona: Paidós, 2001. 

 

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Morelli, Federica, “Entre el antiguo y el nuevo régimen. La historia política hispanoamericana del siglo XIX”. Historia Crítica, 33 (2007): 122-155.

 

Müller, Ernst, “Historicidad y atemporalidad en la investigación sobre historia conceptual”. Historia y Grafía, 22.44 (2015): 133-157. 

 

Ovalle, Daniel, “Una conversación con Javier Fernández Sebastián”. Historiografías, 18 (2019): 112-121. 

 

Ramos, Froilán, “Aportes a la historia conceptual”. Historelo. Revista de historia regional y local, 10.19 (2018): 239-268. 

 

Ramos Serpa, Gerardo, “La formación de conceptos”. Revista Educación y Pesquisa, 3.41 (2015): 615-628. 

 

Santos, Héctor, “Definiciones y usos del término concierto en la documentación catedralicia española entre 1750 y 1830”. Resonancias, 23.44 (2019): 13-35. 

 

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