Hacia un plan para aprender: Propuestas desde la investigación

En el campo educativo, en contraste con los sectores de salud y economía, aún carecemos de un plan o estrategia que integre coherentemente las múltiples propuestas para contrarrestar los efectos de la clausura escolar, la pérdida de aprendizajes y la interrupción súbita de trayectorias académicas. La política educativa de México sigue desarrollándose bajo un estilo de gobierno unipersonal, centralista y poco fundamentado en términos científicos, lo que en parte genera fallas e improvisación. Me refiero —específicamente — a los inadecuados horarios de clases por televisión previstos para niños de preescolar, al sesgo de información en los contenidos curriculares para secundaria, a la creciente burocratización y control real del trabajo virtual, pero aún más grave: a la vaguedad para replantear los objetivos para aprender ante la incierta y cambiante realidad educativa del país y del mundo. Estamos, sin lugar a dudas, ante una situación grave para el sistema educativo nacional y, por eso, es momento de pensar razonada y conjuntamente cómo salir de esta nueva crisis.

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¿No son iguales?

Como es natural en una democracia, varios hemos cuestionado abiertamente la manera en que el Gobierno Federal actúa para formular las políticas públicas y los programas sociales o educativos. Pero también, al tener independencia, algunos hemos tenido la libertad de coincidir con ciertos objetivos que persigue la actual administración encabezada por Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Estos objetivos son el combate a la desigualdad, por un lado y la erradicación de la “peste” de la corrupción, por el otro. 

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Identidad y protesta

Los maestros sabemos que cuando clasificamos algún fenómeno político o social (Brexit), etiquetamos a alguna corriente del pensamiento (izquierda) o asignamos una determinada denominación a algún personaje (conservador) estamos tratando de ser, por un lado, didácticos pero también por otro, somos arbitrarios y simplistas. 

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Verdad y política: la universidad en su laberinto

Creo que la responsabilidad central de la universidad pública es cultivar y defender la verdad. Me pregunto si en el México democrático de hoy vamos por este camino o ya lo perdimos.

Yuval Noah Harari, historiador de la Universidad Hebrea de Jerusalén, escribió un texto en The New York Times intitulado, “Puedes votar, pero no elegir lo que es verdad”en donde clarifica el lugar que tienen el poder político y la verdad dentro de una elección democrática (03/02/20). Las elecciones populares son para encauzar los deseos de la gente por medio del candidato X, Y, o Z, no para hallar la verdad. Las cuestiones referidas a la verdad deberían dejárseles a los expertos, asiente Harari.

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Problemas globales y polémicas locales

La Escuela de Posgrado en Educación de la Universidad de Harvard (EPEH) cumplió 100 años. Celebrarlo es merecido, pues en este lugar se han incubado importantes ideas como la de las “inteligencias múltiples” de Howard Gardner, el futuro del aprendizaje de Richard Elmore y la no menos importante invitación de Paul Hanus para seguir hurgando la base científica de la educación, por mencionar solo algunas. Mucho orgullo también produce saber que un latinoamericano con ideas revolucionarias como Paulo Freire, dio clases aquí en 1969, un año antes de que se publicara su influyenteobra, Pedagogía del Oprimido.

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Formar demócratas

El lunes 25 de noviembre se inauguró en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) la primera edición de la Cátedra Leonardo Morlino con el propósito de reconocer los aportes del teórico de la democracia, revisar sus contribuciones, y ensanchar la presencia internacional de nuestra facultad en beneficio de los jóvenes universitarios.

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Universidades, 4T y Tlatelolco

La relación entre el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y las universidades públicas del país es problemática y tensa. Primero, de un plumazo, se borró la fracción que hablaba de autonomía universitaria en las primeras iniciativas de cambio constitucional. Si no hubiese sido por la oposición – y Twitter -, los representantes gubernamentales no habrían salidos presurosos a reconocer que tal omisión había sido un “error” de software.

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