Una breve pedagogía geopolítica y geoeconómica de la guerra Rusia-Ucrania

Rodolfo García Galván

Para empezar, como universitario me indigna que nuestra “civilización” vaya en marcha atrás, y que una serie de errores de geoestrategia, de la arrogancia Occidental y del eurocentrismo haya terminado en una guerra de las superpotencias, conformadas por Rusia y por la Organización del Tratado del Atlántico Norte [OTAN] (Estados Unidos y la mayor parte de Europa). En este sentido, el propósito de este ensayo de reflexión es hacer un viaje en retrospectiva para tener claridad en cuáles son los verdaderos motivos de esta nueva guerra en la Europa beligerante.

Contextualización y antecedentes

A finales de los 1980 y principios de los 1990, ocurrió una de las mayores catástrofes geopolíticas y geoeconómicas del siglo XX, pues el socialismo real se desmoronó, la Unión Soviética que había sido el país líder de este bloque se colapsó y se hizo añicos. Algunos de los hechos estilizados fueron: la caída del muro de Berlín, la perestroika, la glásnost, la división de la URSS en varios países independientes (que recién lograda su independencia conformaron el bloque fugaz denominado Comunidad de Estados Independientes) y la desaparición del pacto de Varsovia (un símil socialista de la OTAN en los tiempos de la Guerra Fría).

Como parte del resquebrajamiento de la Unión Soviética y como respuesta directa a la desaparición del pacto de Varsovia, el presidente estadounidense en turno Ronald Reagan, y el máximo dirigente de la Unión Soviética Mijail Gorbachov, tácitamente acordaron la no expansión de la OTAN hacia el Este europeo, el argumento principal era que si la URSS implosionó ya no había razón de ser de la OTAN; sin embargo, en una violación abierta al pacto, pronto la OTAN incorporó a varios países exsocialistas que habían formado parte del pacto de Varsovia, por ejemplo: la tríada báltica, Polonia, Rumania, Bulgaria, la República Checa, etcétera.

A principios de los 1990, también se desarrolló la criminal guerra de los Balcanes en la que la OTAN fue la principal protagonista, la consecuencia más nefasta fue la pérdida de miles de vidas inocentes, y el bombardeo indiscriminado en un país socialista que hasta hacía poco era próspero con amplios sectores de clase media. Estados Unidos y sus aliados europeos bombardearon con saña a Serbia (ahora país independiente pero que formó parte de Yugoslavia). Hasta parecía una venganza con odio de la OTAN comandada por Estados Unidos.

En el mundo supuestamente unipolar, después del colapso del socialismo, Estados Unidos y la OTAN se sentían con el derecho de invadir al país que les viniera en gana, con el pretexto de la hostilidad (por mínima que esta fuera) al “mundo libre” Occidental. Así ocurrieron las invasiones contra países prácticamente indefensos como Irak (calumniándolo de que poseía armas de destrucción masiva, pero la historia reciente demostró que era una burda y criminal mentira), o Libia (como una venganza imperial por la osadía de Muamar Gadafi de desafiar al dólar estadounidense).

Después sucedieron los fenómenos conocidos como la primavera árabe (movimientos político-sociales que condujeron a cambios de gobierno en países como Egipto, Túnez y el proceso que se truncó en Siria por la intervención rusa), y las revoluciones de colores en países como Georgia y Ucrania.

Grosso modo, desde la expansión abierta de la OTAN y hasta las revoluciones de colores, Rusia se había mantenido como observadora de los acontecimientos lamentándose de manera impotente de los destrozos que causaba la OTAN. Sin embargo, cuando Rusia sintió que estaban tocando los tambores de guerra en sus narices, no soportó más, y el punto que marca el inicio de la respuesta rusa a las provocaciones de la OTAN fue cuando Georgia (exrepública soviética) conqueteo con adherirse a la OTAN, y en algo muy parecido a lo que sucede ahora en Ucrania comenzó a fustigar y hostigar a la población de origen ruso, y dos provincias reclamaron su independencia (Abjasia y Osetia del Sur), inmediatamente el gobierno central de Georgia ordenó la ocupación militar de las provincias, mismas que recurrieron al auxilio ruso, dando origen a la fugaz guerra Rusia-Georgia de 2008, en la que como se esperaba Rusia (a pesar de poseer un ejército con equipo militar desactualizado) terminó con una victoria aplastante. A partir de ese momento, el mensaje implícito de Rusia fue que en lo sucesivo no se toleraría más la expansión de la OTAN hacia los confines de su territorio.

Después del golpe de Estado fascista en Ucrania contra el presidente pro-ruso Víctor Yanukovich en 2014, Rusia inmediatamente tomó el control de la estratégica península de Crimea, en la cual posteriormente se organizó un referéndum de separación definitiva de Ucrania y la integración como provincia de Rusia, con una mayoría a favor de adherirse a la Federación Rusa. Estas acciones provocaron un aumento y fomento del sentimiento anti-ruso en casi toda Europa, concretándose en sanciones políticas y económicas como la expulsión de Rusia del G-8, pero esto empujó a Rusia hacia los brazos de China (políticamente hablando).

También, se desató la guerra civil en el Este ucranio pues las provincias de Lugansk y Donetsk reclamaban, primero mayor autonomía y luego la secesión total. Esto provocó una intensificación del sentimiento anti-ruso en Occidente, con paquetes sucesivos de nuevas sanciones hacia Rusia. Aunque, el paso a la secesión devino porque a pesar del establecimiento de los acuerdos de Minsk, estos fueron desdeñados por la propia Ucrania, e incluso en Europa y en Estados Unidos se mofaron de tales acuerdos.

Además de lo anterior, y como parte de la escalada militar, hubo continuas maniobras militares de la OTAN en las fronteras con Rusia (en el mar Mediterráneo, en el mar Negro, en el Báltico, y aviones espía en las fronteras terrestres). Esto a la distancia, en la mirada rusa eran consideradas como provocaciones abiertas y directas.

La propia Ucrania insistió de manera persistente en adherirse a la OTAN menospreciando el principio de la seguridad indivisible. Al respecto, N. Chomsky (2022) ha señalado que si China o Rusia pusieran bases militares en México y que representaran una amenaza para la seguridad del vecino del norte, y que a pesar de eso los Estados Unidos no protestaran sería algo que rayara más allá de la estupidez.

Dado lo anterior, Rusia llegó al hartazgo ante el desdén y la burla por sus preocupaciones de seguridad. En consecuencia, el 24 de febrero de 2022 estalló la guerra, o desde la perspectiva rusa la “Operación militar especial”. 

Los hechos actuales

  • La situación económica-política de Ucrania se encuentra en condiciones deplorables, que previamente ya registraba un fenómeno de corrupción desbordada.
  • Aumentaron los riesgos de atizar una carrera armamentista atómica a las puertas de Moscú. Esto debido al pasado nuclear de Ucrania y a sus capacidades técnico-científicas. Asimismo, el abierto patrocinio guerrerista de Occidente, principalmente de Estados Unidos; por ejemplo, la existencia de los polémicos laboratorios para el desarrollo de armas biológicas.
  • Las severas sanciones económico-financieras establecidas por Occidente hacia Rusia han provocado un efecto boomerang, que afecta no sólo a los países contrincantes en la guerra económico-financiera sino a todo el mundo, reflejándose en el aumento exponencial de los precios de commodities como el petróleo, el gas, las gasolinas, la electricidad, el níquel, el trigo, el maíz, entre otros bienes estratégicos. Esta situación ya ha provocado escasez de productos y protestas importantes en países como España, Alemania, Italia, e incluso en Estados Unidos ha habido bastante inconformidad con los efectos inflacionarios. De hecho, algunos analistas advierten que si la guerra continúa podría provocar hambrunas en algunos países que dependen mucho de los granos importados desde Rusia y Ucrania.
  • Como parte de las sanciones se desconectó parcialmente a Rusia del sistema de pagos internacionales denominado SWIFT (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication). Aunque Rusia, China e India están ya, de facto aplicando sus propios sistemas internacionales de pagos, a los que se han sumado potencias regionales como Irán, Arabia Saudita y Pakistán.
  • La amplitud y profundidad de las sanciones económico-financieras a Rusia han tenido como objetivo disuadir a Rusia de su intervención militar; no obstante, los países de Occidente sancionan pero esperan que no haya represalias hacia ellos. En este punto, los dirigentes europeos pareciera que actúan como niños mimados y consentidos.
  • Los Estados Unidos y sus principales aliados europeos señalan, una y otra vez, que todo el mundo está en contra de Rusia; pero entienden que “todo el mundo” son ellos mismos. Los hechos los contradicen, principalmente potencias como China e India se han distanciado de esa postura.
  • Parafraseando a B. Latour (2004) podemos decir que los dirigentes de Estados Unidos y de sus aliados occidentales siguen actuando como aquellos juguetes mecánicos que siempre realizan el mismo movimiento cuando todo a su alrededor ha cambiado.
  • Desde la perspectiva de N. Chomsky, Rusia –con uno de los ejércitos más poderosos del mundo (quizá el mejor)– tiene el poder suficiente para dejar a toda Ucrania en ruinas (Chomsky, 2022).
  • Para las tropas rusas, Ucrania se ha convertido en campo de pruebas de armamento avanzado como los misiles hipersónicos y de alta precisión. En este sentido, el repliegue táctico de Rusia es una lectura de difícil asimilación y de pronósticos reservados.
  • Del lado ucraniano, aunque se difunde muy poco, se ha aplicado la ley marcial obligatoria para los hombres que están en edad de formar las filas del ejército, a pesar de que muchos están en contra de la guerra. Asimismo, pese a los anuncios presuntuosos de que se conformaría una legión internacional de mercenarios en apoyo a las fuerzas armadas ucranias; la realidad es que hay desilusión y baja moral en esta legión. Cuestión aparte es el reconocimiento del Batallón Azov –de ideología claramente fascista que utiliza indumentaria y simbología nazi– como parte de las fuerzas armadas regulares de Ucrania. Desde la perspectiva rusa, los integrantes de este agrupamiento pronazi han causado masacres en las provincias separatistas del Dombás.

Por otro lado, el mundo no ha sabido interpretar los mensajes entrelíneas de las dos superpotencias (China y Rusia) que ahora son aliadas a prueba de balas y sanciones económicas desproporcionadas. Así pues, algunas de las lecciones ruso-chinas de la historia son que en la Segunda Guerra Mundial ambos países padecieron verdaderas carnicerías (no es exagerado el dato de que alrededor de 50 millones de soviéticos y chinos fueron abatidos durante la invasión alemana nazi y nipona respectivamente); entonces, no sorprende que después de finalizada la guerra ambas potencias se apresuraran a tener su propio arsenal atómico, como un elemento disuasivo ante cualquier amenaza de las potencias occidentales. Al respecto, casi nadie comprende que estas superpotencias militares, políticas y económicas no están dispuestas a soportar nuevos genocidios de ese tipo, por eso sus reacciones son contundentes y aplastantes ante las constantes provocaciones.

Europa en particular tiene que entender que unas relaciones –políticas, económicas, sociales y culturales– sanas y constructivas con Rusia (que también es parte de Europa) son factores determinantes para la estabilidad de largo plazo, no sólo en el ámbito europeo sino para todo el mundo. En este sentido, no es que uno se asuma como eurocentrista, la realidad es que Rusia es la máxima potencia nuclear mundial, pero también Francia y el Reino Unido poseen arsenales atómicos capaces de provocar el exterminio de la población del planeta.

Más allá de los cruces diplomáticos explosivos, que lamentablemente han conducido a esta nueva guerra en las entrañas europeas, es la población civil la que queda atrapada entre el fuego cruzado, las y los que corren con un poco de suerte son parte de los flujos masivos (en millones) de refugiados hacia los países de la Unión Europea (Polonia, Rumania, Eslovenia, Alemania, Francia, España, etc.) y también en dirección a Rusia, al menos por cientos de miles. Si bien la solidaridad entre los países europeos ha sido patente, lamentablemente también se ha manifestado, de nueva cuenta, lo peor del eurocentrismo, pues en los flujos masivos de refugiados no han faltado innumerables actos de racismo puro, cual si fueran fascistas nazis; por ejemplo, meses atrás las autoridades polacas reclamaban amargamente al gobierno bielorruso que por su territorio estaban llegando muchos árabes-musulmanes (afganos, yemeníes, iraquíes y sirios que buscaban refugio desesperadamente ante la devastación de sus territorios por las invasiones y guerras civiles, provocadas en buena medida por la propia OTAN), Polonia y otros países sellaron inmediatamente sus fronteras. Ahora, muchos países africanos y asiáticos han expresado su indignación y molestia por el trato discriminatorio, diferenciado y despectivo a sus ciudadanos cuando han querido abandonar las ciudades ucranianas.

Siguiendo con la doble moral de la OTAN, no son pocos los países de esta organización que reclaman un alto al fuego, pero en lugar de dar pasos diplomáticos decisivos utilizan un lenguaje incendiario, suministran armas sofisticadas a los ucranianos para que se sigan matando con los rusos, y también aparentemente hay un apoyo económico-financiero importante (por miles de millones de dólares) al gobierno ucraniano para sortear los gastos de la guerra. Es aquí cuando uno se pregunta: ¿la OTAN, y especialmente Estados Unidos, de verdad quieren la paz en Ucrania, o más bien hacen todo por extenderla evitando el extremo de desatar una guerra atómico-nuclear terminal? Una respuesta inmediata tentativa es que el negocio de las armas importa, y no es un secreto que los señores de la guerra amasan inmensas fortunas cuando venden armas masivamente.

Simultáneamente a la confrontación armada, se está desarrollando una guerra económica mundial. De hecho, A. Jalife-Rahme (2022) y otros analistas internacionalistas califican a este fenómeno como la Tercera Guerra Mundial (pero en una modalidad híbrida), algunos síntomas son: el surgimiento del petroyuan, el intercambio comercial pagado con las respectivas monedas nacionales (como el rublo y la rupia en el comercio entre Rusia e India), la exigencia rusa de que los países hostiles (la mayoría europea) le paguen los energéticos que les vende en rublos (las autoridades rusas señalan que el dólar y el euro ahora son papeles sin valor para ellos). Todos estos movimientos han provocado aumento de precios (inflación) en todo el mundo, se registra escasez de energéticos y de alimentos en muchos países de la mismísima Europa rica. Después de la caída estrepitosa del rublo, con los movimientos ajedrecistas de Rusia éste se revalúa hasta el nivel registrado poco antes de estallar la guerra. También esto ha dado paso a la intensificación de las relaciones comerciales entre las potencias de Eurasia y de países con gran peso específico en la región (Rusia, China, India, Pakistán, Arabia Saudita, EAU). Mientras tanto, sigue la arrogancia de Occidente, como si ellos tuvieran todo bajo control, lo paradójico es que algunos países de Europa podrían quedarse sin la energía rusa y vivir escenas cotidianas como en el Medievo.

La OTAN y el nuevo obscurantismo

Desde el punto de vista de la geopolítica, es inverosímil que la OTAN no sólo no haya disminuido su actividad, sino que la aumentó después de la Guerra Fría, cuyo colofón fue la desaparición de la Unión Soviética. Así que lo que uno comienza a intuir es que en el ADN de los dirigentes occidentales subyace una propensión continua a la guerra. Además, a través de la historia, las potencias de Europa (Francia, Alemania, Gran Bretaña) y Estados Unidos han tenido una obsesión constante por dominar a la gran Rusia.

Por otro lado, resulta sorprendente que los países que se dicen defensores supremos de las libertades (Occidente), ahora han censurado y prohibido la transmisión en sus territorios de la televisora Russia Today, y del portal de noticias Sputnik. Adicionalmente, las fake news y la propaganda basura se han generalizado, no sólo en los países que Rusia considera hostiles, sino también en regiones como América Latina y los pocos países europeos que no siguen los dictados de Estados Unidos. Esto es terrible porque entonces los ciudadanos de Occidente sólo pueden acceder oficialmente a los contenidos producidos y divulgados por sus medios afines, sin dejar la posibilidad de que el ciudadano acceda a ambas posturas y se forme su propia opinión.

A pesar de miles de muertes causadas por las armas, y de la amenaza latente de un cataclismo nuclear, el negocio de las armas y el empoderamiento de los señores de la guerra sigue viento en popa. Ya se ha señalado que la OTAN quiere un alto al fuego en Ucrania, pero atiza más leña al fuego cuando hay pequeños avances en las negociaciones. ¡Mientras la guerra no llegue a sus territorios, total que se sigan matando los eslavos europeos!

Los países miembros de la OTAN liderados por Estados Unidos han lanzado la clásica “O estás conmigo o estás contra mí”, y mediante una serie de amenazas, presiones y chantajes han intentado que a regañadientes el resto del mundo se sume a las sanciones contra Rusia, lo mismo han intentado con China como con México. Respecto a este último país, ahora mismo se discute en Estados Unidos la intención de sancionar a los legisladores mexicanos que osaron formar un grupo de amistad con Rusia, ¡cual si México fuera protectorado del país del norte!

Una más de las contradicciones y la hipocresía de Occidente, es que con la finalidad de aumentar la oferta de petróleo, toda vez que Rusia ha sido sancionada hasta el extremo y el efecto boomerang se ha hecho presente, particularmente, Estados Unidos y el Reino Unido han coqueteado con países anteriormente considerados como parte del eje del mal (como Venezuela e Irán), y todo por ambicionar su pletóricas reservas del energético.

Pocos días después de iniciada la guerra, muchas personalidades rusas que nada tenían que ver con el inicio de las hostilidades, enfrentaron una serie de estigmatizaciones por parte de las instituciones occidentales. Lo mismo se ha estigmatizado y marginado a los deportistas de alto rendimiento, que a los artistas, los bailarines, los empresarios, los diplomáticos, los estudiantes y hasta los científicos. Además, por increíble que parezca se ha sancionado a los mismísimos gatos rusos (parafraseando a Chomsky, esto ya raya en la estupidez). El problema que estos pasos incivilizados (léase civilización en marcha atrás) están provocando efectos perversos insospechados; para empezar, estas medidas absurdas ya están afectando el funcionamiento normal de la Estación Espacial Internacional, y la colaboración internacional con los científicos rusos en cuestiones como el cambio climático y el calentamiento global se ha detenido. En lo cultural, el propio mundo occidental se perderá el disfrute del talento de los artistas rusos. Por eso sostengo que denominar a estos tiempos como “nuevo obscurantismo” no es algo inocuo.

Es altamente probable que todas las decisiones y acciones señaladas y analizadas en los párrafos previos, sean parte de las reacciones defensivas de la debacle que están registrando los países occidentales (Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia), pues ya no son más los únicos que dirigen los destinos del mundo. El breve periodo (globalización económica y financiera) en el que disfrutaron de un mundo unipolar ha llegado a su fin. Ahora, claramente nos encaminamos a un mundo multipolar, en el que las potencias occidentales ya no serán los amos y señores del mundo. El poder, de manera inevitable lo tendrán que compartir con otras superpotencias como China y Rusia, pero además tiene que reconocerse el peso específico de países con capacidad de influir de manera determinante en los ámbitos regionales como la India, Irán, Turquía, Brasil, México, Egipto, Arabia Saudita y Sudáfrica. Sin duda, respecto a la multipolaridad, la guerra ruso-ucrania ha marcado un claro punto de inflexión.

El porvenir

La pérdida de hegemonía de Estados Unidos, las contradicciones de la civilización occidental, y la emergencia de un mundo multipolar, ha sido una advertencia recurrente de destacados internacionalistas como N. Chomsky, J. Galtung (2010), A. Jalife-Rahme (2007), A. McCoy (2017), e I. Wallerstein (2007). Su conclusión fundamental es que el mundo será multipolar o no lo será. A la humanidad toda le conviene que la principal potencia en declive (EE. UU.) no caiga en la trampa de Tucídides y le declare la guerra a la principal potencia en ascenso (China), si eso sucediera las cosas se pondrían color de hormiga.

En un trabajo publicado en esta misma revista (García-Galván, 2021a), señalaba que el centro económico mundial se movía rápidamente hacia Asia-pacífico. Ahora, como reforzamiento a esta hipótesis, sostengo que se está conformando un poderoso bloque económico, político y militar que podría denominarse el “bloque Euroasiático” integrado en principio por Rusia, China, India, Pakistán, Irán, Arabia Saudita, Indonesia, Emiratos Árabes Unidos, y toda la zona de influencia tanto de China como de Rusia. Queda claro que este bloque en formación podría ser mucho más poderoso que la misma Unión Europea y la OTAN. De hecho, en la parte económica y política se ha avanzado mucho en su consolidación y ampliación, a partir de las múltiples rutas de la seda impulsadas por la mismísima China.

Dado el surgimiento del “nuevo obscurantismo” las responsabilidades y los deberes sociales y éticos de los universitarios adquieren mayor relevancia. De ninguna manera los universitarios tenemos que conformarnos con información oficial de los medios occidentales, con fuertes distorsiones y sesgos ideológicos claros en el mejor de los casos, y en el peor, burdos montajes y fake news que resultan ofensivas para la inteligencia humana. Los universitarios tenemos que levantar la voz ante la censura indiscriminada y exigir que se cumpla cabalmente la libertad de expresión y de prensa. Además, como ya se ha advertido en otras participaciones de quien esto escribe (García-Galván, 2021b; García-Galván y Lindquist, 2020), el silencio de nuestras universidades frente al escalamiento de conflictos bélicos que pueden desbordarse hasta un cataclismo nuclear es verdaderamente inquietante.  Desde mi perspectiva, las universidades del mundo, y especialmente las nuestras, tienen todo el derecho y la calidad moral como para exigir que pare la guerra en cualquiera de sus modalidades, y que regrese inmediatamente la paz. Los humanos tenemos que enfocarnos en la construcción y en la reconstrucción de nuestro planeta que se nos está haciendo pedazos, en la guerra sólo hay destrucción de todo lo que queda entre el fuego cruzado (y la peor de todas las destrucciones es matar a la gente inocente que nada tiene que ver con las estúpidas guerras de los amos y señores del mundo).

La política y la diplomacia se inventaron para evitar la guerra, pero con este nuevo conflicto en las entrañas europeas, los políticos y diplomáticos occidentales (Estados Unidos y sus aliados) nos han fallado, en el mejor de los casos se han mostrado como muy incompetentes, y en el peor parece que no tienen inconveniente en profundizar el conflicto, aunque se lleven entre las patas al mundo entero y que la propia Ucrania queda prácticamente en ruinas. Cuando uno observa y escucha a los políticos europeos, más que funcionarios mesurados y prudentes, parecen verdaderos porros y provocadores representantes de intereses que están tras bambalinas.

En el ámbito de la educación, que nos ocupa a todos los que frecuentamos esta publicación, es muy importante que como responsables directos de la formación de millones de niñas-niños, adolescentes y jóvenes, no perdamos de vista la importancia trascendental de fomentar la construcción de capacidades críticas, reflexivas, analíticas y sintéticas. Es decir, fomentar el pensamiento científico en el sentido amplio (digo sentido amplio porque normalmente cuando nos referimos a este tipo de pensamiento, casi inmediatamente nos remitimos al tipo de pensamiento para comprender fenómenos físicos, químicos, biológicos, entre otros, y uno se pregunta dónde queda lo social, dónde quedan las humanidades). Entonces, si no se fomenta la crítica, la reflexión y la duda razonada (condiciones indispensables para avanzar en las ciencias sociales), podemos convertirnos en verdaderos analfabetas funcionales (política, económica y socialmente hablando) y aceptar como verdades irrefutables toda la basura informativa con la que nos bombardean los medios oficiales del mundo occidental, y, a propósito de la guerra ruso-ucrania, lo mismo nos puede dar festejar las acciones del Batallón Azov (herederos de la ideología nazi), como el suministro masivo de armas de Estados Unidos hacia Ucrania para que se sigan matando los eslavos.

Referencias:

Chomsky, N. (2022). Ver 3 entrevistas aplicadas a N. Chomsky en marzo. Publicadas en La Jornada.

Galtung, J. (2010). La caída del imperio de los EE. UU. ¿Y luego qué? México: Transcend University Press.

García-Galván, R. (2021a). Educación superior, ciencia-tecnología y competitividad. Educación futura, 15 de abril de 2021.

García-Galván, R. (2021b). Una mirada crítica a la responsabilidad social de las instituciones de educación superior (¿universidades?). Educación futura, 18 de mayo de 2021.

García-Galván, R., Lindquist, R. (2020). Hacia una agenda social de las universidades latinoamericanas del siglo XXI: una perspectiva teórica-epistémica y política. RESU, 49(194), 87-111.

Jalife-Rahme, A. (2007). Hacia la desglobalización. México: Jorale editores y ORFILA.

Jalife-Rahme, A. (2022). Ver 2 columnas semanales (miércoles y domingos) “Bajo la Lupa” (en marzo). La Jornada.

Latour, B. (2004) ¿Por qué se ha quedado la crítica sin energía? De los asuntos de hecho a las cuestiones de preocupación. Convergencia,11(35), 17-49.

McCoy, A. (2017). En las sombras del siglo estadounidense: el auge y declive del poder global de Estados Unidos. 

Wallerstein, I. (2007). La decadencia del imperio. Estados Unidos en un mundo caótico. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana.

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