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Violencia escolar en la perspectiva internacional

La Sociedad de Educación Comparada e Internacional (CIES) celebró su Conferencia 62 en la Ciudad de México en marzo pasado. En estos congresos, aunque en esencia sean académicos, se discuten asuntos de política educativa de importancia global y sus repercusiones locales. Las diferentes actividades facultan a los participantes a entender que, por muy particulares y específicos que parezcan ciertos fenómenos, siempre hay un parangón en otra parte del mundo.

Por ejemplo, en una de las sesiones, el profesor de la Universidad de Wesleyan, Irving Epstein, en su ponencia “Violencia escolar global: estudio en los límites de la investigación y política comparadas”, disertó sobre este asunto, su configuración, las víctimas y los supuestos que ciertas burocracias utilizan para disimular su existencia. En otras latitudes, gobiernos, comunidades escolares y docentes hacen lo posible por eliminar sus efectos más visibles, aunque las causas de la intimidación no se encuentren en el seno escolar, sino en la crueldad circundante, en contextos hostiles; por ejemplo, la violencia criminal en México.

En su informe, Epstein hace un recuento aterrador de los tipos de violencia escolar, las formas que soportan —contra su voluntad— las víctimas y las maneras como políticos y académicos conservadores tratan de hacer invisible la persistencia de la violencia asociada a la escuela.

Epstein identifica los principales incidentes de violencia escolar: daño físico y sicológico, robo a los agredidos. Además, intimidación, amenazas verbales y bravatas, victimización relacional, vandalismo, peleas escolares, castigo corporal por parte del personal, presencia de armas, crímenes de odio dirigidos a estudiantes de grupos étnicos o religiosos específicos u homosexuales, lesbianas, estudiantes bisexuales o transgénero. Asimismo, apunta que en alrededor de 80 países, la naturaleza de género del acoso escolar es precisa: los niños son sujetos a formas directas de intimidación (golpes, insultos fuertes, vejaciones y burlas delante de otros alumnos), mientras que las niñas son sujetas a formas indirectas, como chacotas, chismes, referencias a su aspecto físico (sobrepeso, estatura, facciones y color de la piel).

También documenta la influencia de factores físicos: estatura, talla y fuerza física menores al promedio, hace a los pequeños más propensos a sufrir agresiones de otros. Las niñas y mujeres jóvenes también sufren de hostigamiento sexual. Por último, Epstein apunta que los infantes de grados inferiores callan ataques que les profieren los de grupos superiores por temor a represalias. En síntesis, las formas de bullying o violencia escolar son diversas y, por desgracia, universales. Para rematar, testifica que el ciberacoso trae nuevos desafíos al paradigma de la violencia dada la permeabilidad de las paredes escolares.

La parte crítica del ensayo de Epstein afronta los supuestos que tienden a invisibilizar la violencia escolar y a oponerles la teoría del afecto. Una breve lista de esas hipótesis: 1) la escuela es un sitio seguro, sin violencia, separada de la comunidad; 2) la escuela es heteronormativa; 3) la intimidación es una categoría separada del acoso sexual; 4) el suicidio adolescente puede separarse de la violencia escolar; 5) el acoso cibernético es un fenómeno no relacionado con la violencia escolar; 6) la violencia entre el personal docente y el alumno es inconsecuente; 7) la escuela es apolítica; 8) la violencia política no está relacionada con la violencia escolar diaria; 9) la escuela es un sitio autónomo separado de las prácticas coercitivas del Estado; 10) no existe conexión entre la violencia estructural y la violencia física visible en eventos específicos; y 11) los remedios contra la violencia escolar no pueden tener éxito sin ver su ocurrencia dentro del marco más amplio posible de interacciones sociales fuera de los muros de la escuela.

No nada más los estudiantes son sujetos de la violencia escolar. Cada vez más, en México y otras partes del mundo, los docentes sufren agresiones de estudiantes violentos y de padres sobreprotectores que disculpan todo a sus hijos.

Parece que la visión de la escuela como un espacio idílico está en crisis. Las conferencias como la de la CIES no sólo apuntan a la crítica. También construyen conocimiento y ofrecen marcos para atacar los problemas, como el bullying —pero corresponde a las autoridades prevenir sus causas y remediar sus efectos.

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