Si la educación no sirve para soñar una vida, apague y vámonos

Como tribuno y soñador de la educación, con un dilatado andar en el ecosistema universitario, en cierta ocasión invité soñar a un grupo de estudiantes de una maestría multidisciplinaria, que aglutinaba a funcionarios y académicos con trabajo estable, el sueño consistía en abandonar su puesto laboral para emprender su propio destino. Al escuchar tal propuesta, muchos dijeron que era una descabellada idea, pues estaban cómodos y tenían una familia que mantener y otros argumentaban que un profesor de maestría debe pisar tierra y no estar construyendo rascacielos en las nubes.

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