Educación Futura

Etiqueta: Gilberto Guevara

  • No renunciaré; tengo afinidad a la política de AMLO: Gilberto Guevara Niebla

    No renunciaré; tengo afinidad a la política de AMLO: Gilberto Guevara Niebla

    El subsecretario de Educación Básica, Gilberto Guevara Niebla negó que en días recientes haya presentado su renuncia al titular de la Secretaría de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán.

    Durante la presentación del Calendario Escolar del Ciclo Escolar 2019 y 2020 para educación básica y normal, Guevara Niebla señaló que seguirá trabajando para la SEP y reiteró su “afinidad con la política del Presidente Andrés Manuel López Obrador”.

    Luego de que en días pasados corriera el rumor de que este presentaría su renuncia por diferencias con el Secretario Moctezuma, explicó que estos rumores son completamente falsos.

    Agregó que la afinidad a este gobierno es porque “nunca antes se había puesto atención a la pobreza y las personas más abandonadas. Este espíritu merece el apoyo de todos”.

    Finalmente, el ex Consejero del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), externó que la Nueva Reforma Educativa propone cambios muy importantes para la vida educativa nacional y considera que se ha creado un enfoque más humanista, integral, con visión intercultural, equitativa y adaptada al contexto.

  • Educación: cuatro temas críticos

    Educación: cuatro temas críticos

    Las diferencias de opinión no deben ser obstáculo para unirnos en apoyo al nuevo proyecto educativo nacional. Lo importante es que los nuevos esfuerzos en esta materia se nutran de la experiencia anterior, que no se repitan los errores del pasado y, que se apunte hacia metas de desarrollo más ambiciosas. En las líneas que siguen destaco algunos temas críticos de la educación mexicana actual.

    1.Financiamiento. El gasto público en educación debe aumentar si se quiere hacer frente a los desafíos presentes. En la actualidad es de 5.3 % del PIB. Se gasta más por alumno en educación superior que en cualquier otro nivel. Se necesita que haya mayor eficiencia y transparencia en el uso de los recursos, así como claridad en la distribución del gasto corriente. Se necesita asimismo reforzar financieramente a las escuelas más desfavorecidas. Más del 90 % del gasto se consume en la nómina y queda poco dinero para inversión y operación en las escuelas. Las consecuencias negativas de este estado de cosas son múltiples, pero la más obvia es que las escuelas pobres, con carencias financieras crónicas, se ven obligadas a buscar recursos por su cuenta, a veces, pidiendo cuotas voluntarias a los padres de familia.

    2.Gobierno del sistema. El gobierno educativo es un gran problema por el tamaño y la complejidad del sistema, es tan grande (25 millones de alumnos) y múltiple (32 entidades) que la comunicación interna representa un problema de grandes dimensiones. Por otro lado, en cada entidad federativa las escuelas son tuteladas por una estructura burocrática que ejerce su autoridad verticalmente. El centro del poder educativo no está en la escuela sino en esas estructuras burocráticas. Las escuelas carecen de poder sustantivo, de ahí la pertinencia de desarrollar nuevos esfuerzos para que la escuela tenga mayores facultades de forma que el sistema se desburocratice paulatinamente. Por otro lado, aunque se han transferido mayores facultades y recursos a los estados, en ellos se advierte una falta de equilibrio y contrapesos: no hay quien evalúe y dé seguimiento a lo que hace el poder en materia de educación y, como consecuencia, hay una notoria falta de control en la acción educativa de los estados.

    3.Calidad con equidad. La búsqueda de la calidad es el principal norte de cualquier política educativa, pero la calidad, en tanto meta nacional, jamás se habrá de lograr si no se ataca, simultáneamente, la desigualdad. Si el esfuerzo político se concentra en mejorar las escuelas que tienen buen desempeño y con ello se desatiende a las que tienen mal desempeño, lo que habrá de lograrse es una mayor y más grave inequidad. Por lo mismo, la política educativa debe dirigirse a crear un piso común de calidad para todas las escuelas. No se trata de abandonar a las que mejor trabajan sino de apoyar a las menos eficaces, subirlas para que tengan un mejor desempeño. La lucha contra la desigualdad debe ser el centro de la política educativa en un país en donde el rasgo más característico de su sistema educativo es, precisamente, la desigualdad.

    4.Mejorar la base del sistema educativo. Una manera de enfrentar eficazmente la meta de calidad con equidad es lanzar acciones vigorosas para reforzar la educación en la primera infancia (0-3 años) y la educación preescolar (3-6 años). El gran obstáculo para la calidad y la equidad son las deficiencias que presentan muchos niños cuando inician la escuela, deficiencias que son físicas, intelectuales, o emocionales y que generalmente se asocian al contexto social-familiar de donde proceden. Una efectiva educación inicial (crianza de los niños) y un buen preescolar pueden contribuir a cambiar radicalmente este estado de cosas y propulsar hacia arriba al sistema entero.

  • ¿Qué significa derogar la reforma educativa?

    ¿Qué significa derogar la reforma educativa?

    a expresión derogar la reforma educativa se utiliza, en mi opinión, con mucha ligereza. Lo que no queda claro es ¿qué se entiende por reforma educativa? ¿Se refiere con ello a todas las transformaciones habidas en educación desde 2013 a la fecha?

    Éstas transformaciones son muchas. He aquí una lista incompleta: la incorporación de la educación de calidad como derecho, la creación del servicio profesional docente, la refundación del INEE como organismo autónomo, las políticas para mejorar la infraestructura escolar, la política de Escuela al Centro, la creación del Servicio de Asistencia Técnica a la Escuela, las políticas de formación continua de docentes, la estrategia de equidad e inclusión, la creación del Sistema de Información, el Nuevo Modelo Educativo, la reforma de las escuelas normales, la creación del Fondo de Aportaciones para la Nómina Educativa, etc.

    La reforma educativa ha incluido acciones en todos esos campos y, desde este punto de vista, es imposible concebir que se pretenda derogarla. Eso es literalmente imposible, la reforma educativa desde esta perspectiva tiene seis años funcionando y ha cristalizado en las representaciones y prácticas de los docentes y demás actores educativos.

    En realidad, cuando en el lenguaje político se habla de “derogar la reforma educativa” y, se agrega, “porque no es educativa, sino laboral” lo que se pretende es atraer la simpatía de muchos docentes que no están satisfechos con el Servicio Profesional Docente. ¿Qué es el SPD? Un sistema que regula la profesión docente y que establece que, para el ingreso al servicio, para la promoción, para el reconocimiento y para la permanencia hay que someterse a una evaluación.

    Este sistema fue creado para combatir el desorden y la corrupción que privaba en la educación pública y para asegurar que las posiciones dentro del servicios se otorgaran, no arbitrariamente, sino en función del mérito de cada uno. Un sistema que trajo justicia en este campo, pero que, no obstante, no es aceptado por una parte importante del magisterio.

    ¿Derogar la reforma educativa significa echar abajo el SPD? Es posible, pero en ese caso —sobre todo si se quiere impedir la corrupción— se necesitaría crear un servicio profesional docente alternativo. En caso de no hacerse esto, se estaría abriendo la puerta, de nuevo, a las prácticas corruptas de burócratas y líderes sindicales. Sería, simple y llanamente, un retroceso.

    Hay evidencias múltiples que demuestran que los profesores, en su mayoría, aceptan la evaluación, pero no aceptan “esta evaluación”. ¿Qué es “esta evaluación”? Parece obvio que se refieren a la “evaluación punitiva”, es decir, la evaluación que puede tener consecuencias laborales, es decir, la evaluación de desempeño que te obliga a someterte a tres exámenes y, si no los pasas, te expone a la separación del servicio.

    La puesta en práctica de la evaluación de desempeño con impacto sobre la permanencia tiene una historia plagada de circunstancias excepcionales que determinaron, en gran parte, su impopularidad. Tuvieron un efecto crucial los problemas que para su implementación se presentaron en 2015, en momentos donde privaba una agitación sin precedente en el magisterio y la campaña contra la evaluación alcanzaba su apogeo.

    Los errores que se cometieron ese año en la aplicación de la evaluación tuvieron consecuencias irreversibles en el estado de ánimo de los docentes. Esos errores se buscaron corregir en 2016, pero el daño ya estaba hecho. Lo que resulta incomprensible, sin embargo, es que se pretenda echar por la borda un esfuerzo de política pública concebido para apoyar a los docentes, para asegurar que en su trabajo priven reglas únicas, transparentes e imparciales que garantizan que no se incurra en injusticias o prácticas inmorales en el manejo de la profesión docente.

  • Los maestros al centro

    Los maestros al centro

    En un diálogo que sostuve recientemente con maestros supervisores, les hacía ver que México debería imitar a países como Finlandia donde el grupo magisterial es objeto de distinción y privilegios. Nuestros maestros, también deberían ser objeto de un trato similar, la sociedad entera debería inclinarse ante ellos, pagarles mejores salarios y darles todos los medios para su superación profesional.

    Pero ¿por qué no ha ocurrido eso? No se debe a que los maestros no se esfuercen en su trabajo; al contrario, todos los días realizan verdaderos milagros educando a nuestros hijos en condiciones adversas y, muchas veces, imposibles. Ese esfuerzo les ha ganado el respeto y la gratitud de sus comunidades.

    Hay otros factores que mantienen al magisterio en una condición de opacidad. En primer lugar, observemos la educación como actividad nunca adquirió el valor social que tiene en Finlandia. Es verdad que en nuestro país la educación nunca ha dejado se ser (de 1921 a la fecha) una empresa enorme, en la que la nación invierte una gran cantidad de dinero, pero nunca ha adquirido la fuerza social y cultural que tiene en los países avanzados, entre otras cosas porque creció dentro de un molde burocrático que la convirtió en una actividad gris y mediocre.

    Nuestra educación ha evolucionado en una condición de subordinación frente al Estado. Ha crecido bajo el cobijo de burócratas. Separada de los centros donde se produce el conocimiento, organizada en torno a una herencia pedagógica pobre, ubicada en un entorno cultural raquítico, dirigida por autoridades que han sido ajenas a la educación, atada a un sindicato corporativo y burocrático –más interesado en la política que en la educación–, la educación mexicana sigue postrada con un estatuto de segunda clase.

    El segundo factor es la condición del magisterio. El prestigio social que los maestros adquirieron en la escuela rural de los años posrevolucionarios, se perdió gradualmente con la urbanización del país y con la expansión del sistema educativo en la segunda mitad del siglo XX (1950: 3 millones de alumnos; 2000: 30 millones de alumnos). La masificación desdibujó la personalidad del docente y lo colocó en una realidad donde rige el anonimato; el maestro se metamorfoseó en un número dentro de los registros del ISSTE.

    Un factor determinante en la actual posición social del magisterio fue el estancamiento de las escuelas normales durante los años de la expansión. Estos centros de estudio nunca recibieron la atención académica que necesitaban y cayeron en la postración por la influencia política de burócratas y líderes sindicales. Aisladas académicamente, con pocos recursos, las normales fueron víctimas de la endogamia, de las prácticas de autoconsumo, de la ideologización y de la repetición estéril de lecturas anacrónicas.

    Es triste decirlo, pero el magisterio mexicano no brilla con luz propia. Su imagen social se ha construido con los pálidos reflejos que proyecta su representación oficial, el sindicato, una organización ajena a la modernidad y a la democracia, una entidad obsoleta, una pieza orgánicamente articulada al partido oficial de mediados del siglo XX. No podía ser de otra manera. El sindicato no es una entidad de naturaleza académica o profesional y sus líderes son seleccionados no por atributos intelectuales sino por sus habilidades políticas.

    Para que el magisterio mexicano conquiste el lugar social que se merece, necesita romper con los antiguos moldes de la cultura revolucionaria y renunciar a las estructuras que impiden su crecimiento.

  • El gobierno del sistema educativo

    El gobierno del sistema educativo

    El sistema de educación pública de México se desarrolló a partir del Estado y hasta el presente se conserva como una entidad bajo control eminentemente burocrático. El gobierno de la educación no está en manos de funcionarios electos (como ocurre en Estado Unidos con los Boards of Education) sino en las de funcionarios designados.

    La fuerte presencia del estado en el gobierno educativo ha desdibujado la participación de la sociedad. Es importante destacar que la sociedad no tiene papel significativo en el gobierno educativo pues, aunque existen los consejos de participación social, concebidos en 1992 como contrapeso al estatismo, lamentablemente esos consejos han tenido una existencia meramente virtual debido, en gran parte, al hecho de que nunca se les dotó de ningún poder de decisión sobre las escuelas o sobre los procesos educativos. El SNTE se opuso categóricamente a esto y dado que las comisiones de educación tanto del Senado como de la Cámara de Diputados siempre fueron controladas por miembros del sindicato, a la hora de incorporar a la LGE la creación de los consejos, en 1973, se decidió dejarlos como cajas vacías.

    Como consecuencia, tanto los padres de familia como la comunidad, metafóricamente hablando, no han logrado entrar a la escuela. Pero tampoco otras entidades de la sociedad intervienen en el gobierno educativo. Me refiero no sólo a asociaciones de empresarios o a colegios profesionales, sino a asociaciones con interés directo en la educación como las asociaciones de padres de familia o colegios profesionales de docentes. Es lamentable que en México no existan, por ejemplo, asociaciones de directores de escuela o de supervisores, academias nacionales o estatales de docentes y que los colegios de profesiones cuya cercanía con la práctica educativa es indiscutible, como son la psicología y la pedagogía, no tengan ninguna participación directa en las decisiones educativas. Por otro lado, numerosas organizaciones de la sociedad civil despliegan desde hace años un intenso activismo por todo el país, pero no han logrado romper la camisa de fuerza burocrática en la que está encerrada la educación mexicana.

    La participación de la sociedad en las decisiones educativas se ha inhibido, pero no como producto de la espontaneidad sino como resultado de la oposición activa y sistemática para que esto ocurra tanto de las burocracias educativas, como del SNTE –organización que siempre ha mostrado gran sensibilidad cuando se trata de cualquier cambio que amenace su poder y su hegemonía sobre las escuelas.

    El gobierno burocrático es un universo complejo en el que hay que distinguir, al menos, dos estratos: la alta burocracia y la burocracia media. La alta burocracia la integran los secretarios de educación (tanto el federal como los estatales) y sus respectivos equipos dirigentes y es siempre un estrato transitorio. Casi por regla, cambian cada seis años ¿Quiénes la integran? En general, personas calificadas. Lo secretarios de educación y los miembros de sus equipos cuentan, al menos, con formación universitaria y algunos han realizado estudios de posgrado, aunque sólo excepcionalmente los miembros de esta capa de funcionarios han realizado estudios en educación. En realidad, las motivaciones e intereses de los funcionarios de este grupo son diversas, aunque a simple vista se puede percibir que no siempre se dedican, con compromiso y ahínco al tema educativo y frecuentemente prima en ellos, sobre el interés educativo, el interés político.

    La burocracia media o meso-burocracia la forman los burócratas educativos que permanecen en sus puestos y no están sujetos al calendario sexenal. Es un universo muy complejo y diverso cuyo conocimiento exigiría una investigación escrupulosa. Sin embargo, sí se puede decir que no se trata de una burocracia que  pueda ajustarse al modelo de administración racional, eficiente, jerárquica y reglamentada que concibió Max Weber, en realidad en este estrato de empleados públicos (como en el resto de la burocracia nacional) no se cuenta con un servicio profesional de carrera (como el que se creó para los docentes) y su desempeño no siempre se ordena dentro de planes de gestión racionales y claros. Esa burocracia es la fuerza de inercia con la que se enfrentan, día con día, las escuelas y los docentes.

  • Faltan expertos en educación

    Faltan expertos en educación

    Formación Docente

    Un hueco alarmante en la gestión del sistema educativo (autén-tico problema nacional) es la carencia de cuadros técnicos calificados para desempeñar las funciones que entraña la dirección de la educación básica a escala nacional y estatal. Esta es una llamada de atención para las escuelas normales, desde luego, pero también para las demás instituciones de educación superior.

    Las normales necesitan convertirse en verdaderas entidades universitarias, lo cual significa crecer y renovarse conceptual y operativamente, pero también las universidades necesitan reaccionar. Hay un abismo entre las universidades y el mundo del trabajo educativo. Muchas universidades tienen carreras de pedagogía, educación y psicología, pero los planes de estudio de esas carreras lamentablemente fueron concebidos como “carreras generales” y carecen de orientaciones específicas hacia campos de aplicación definidos. En la UNAM, por ejemplo, la carrera de pedagogía ofrece una formación académica completa, pero sin un perfil de aplicación que prepare a los alumnos hacia desempeños profesionales determinados y que dirija a los estudiantes hacia esferas de trabajo concretas.

    La deficiencia de expertos en planeación y dirección de la educación básica se relaciona con la oferta y con la demanda. Por la oferta, hay que decir que en México cristalizó una modelo de universidad conceptualmente desarticulado de la producción y asociado a antiguas inercias clasistas y elitistas —esto se refleja en la renuencia de las universidades a inclinarse sobre los problemas de la educación básica. Por la demanda, hay fallas que se relacionan con la estructura de la gestión educativa, su fragmentación (en entidades federales y estatales), su diversidad administrativa (ausencia de un sistema único de gestión) y su alta inestabilidad política (sexenal), todo esto ha impedido que la demanda de cuadros expertos se convierta en un mercado de trabajo estable, diáfano y con reglas explícitas, de modo que la desarticulación oferta-demanda es perfecta.

    Los campos donde no tenemos suficientes cuadros intelectuales expertos son muchos: planeación educativa, diseño y desarrollo curricular, gestión del sistema escolar, sistemas de información educativa, diseño y evaluación de políticas, elaboración de programas educativos, evaluación docente, organización escolar, modelos eficaces de enseñanza-aprendizaje, evaluación de aprendizajes, evaluación de escuelas, diseño y producción de materiales educativos, elaboración de libros de texto, diseño y operación de sistemas digitales para educación (TICs aplicadas a educación), investigación educativa orientada a la solución de problemas de la educación básica, etc., etc.

    Llenar estos vacíos es una urgencia nacional. Cada vez que cambia una administración (en la federación y en los estados), surge el problema de encontrar expertos que se encarguen de cada uno de estos campos y se comprueba una y otra vez que no existen esos expertos o que hay muy pocos.
    ¿Qué se puede hacer al respecto? Es obvio que las escuelas normales y demás instituciones de educación superior deben tomar nota de estas necesidades y aplicarse al respecto. ANUIES podría lanzar un llamado a sus miembros. Las escuelas y facultades proponerse cambiar para generar una respuesta. Claro, no es fácil cambiar a las instituciones de educación superior, pero lo que debe pesar a favor del cambio, es la urgencia que tiene el país en resolver este hueco, sobre todo ante el imperativo, insoslayable, de que la  educación nacional debe mejorarse.

  • La reforma educativa y sus oponentes

    La reforma educativa y sus oponentes

    Vivimos como en el pasado, como hace 50,000 años, dominados por las pasiones y por los impulsos de bajo nivel. No estamos controlados por el comportamiento cognitivo, sino por el emotivo y el agresivo en particular.El ser humano es conflictivo por naturaleza, pero pacífico o violento por cultura.
    Francisco Jiménez Bautista (Universidad de Granada)

    La reforma educativa es una empresa ambiciosa que se ha desarrollado en varios planos: en ella se distinguen tres grandes realizaciones. La primera, fue la creación del servicio profesional docente (SPD), que sentó nuevas bases para la gestión de la carrera docente; la segunda, fue la (re)fundación del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), institución autónoma con facultad para evaluar cualquier aspecto del sistema educativo y, la tercera, fue el lanzamiento del nuevo modelo educativo, que es un esfuerzo para integrar todos los componentes del sistema, renovar la práctica pedagógica y el funcionamiento de la escuela.

    El servicio profesional docente

    Desde mediados del siglo XX México impulsó la expansión escolar y se lograron éxitos notables en esa materia, pero esa expansión fue guiada por políticas de gestión no siempre adecuadas que dieron lugar a distintas áreas del sistema.

    La gestión de la carrera profesional docente –el corazón mismo del sistema educativo—fue una de esas áreas rezagadas. En ella prevalecía un gran desorden: manejo arbitrario de plazas, ausencia de controles y vigilancia, corrupción, vicios al otorgar promociones, incentivos, etc. Para enfrentar este desarreglo, la reforma educativa de 2012-2013 introdujo el servicio profesional docente (SPD). Con este servicio se busca modernizar la carrera profesional docente, dejar atrás el desbarajuste, las prácticas no éticas e impulsar la profesionalización de los docentes dentro de una estrategia que busca, simultáneamente, elevar la calidad de su desempeño en el aula.

    Se pensó que el desorden sería superado al incorporar un principio único en la gestión de la carrera docente. El SPD postula que el mérito profesional de cada profesor debe ser el criterio básico para decidir el otorgamiento de plazas, la promoción, el reconocimiento, la asignación de estímulos y la permanencia. Se evalúa para ponderar con objetividad el mérito de cada profesor. En épocas anteriores se trató de estimar el mérito por medio de los estudios y grados académicos, pero esa política no tuvo el efecto deseado: fue desmoralizante comprobar que en muchos casos la obtención de grados y títulos no repercutía de forma significativa en la mejora de la práctica docente y, en cambio, suscitaba en el maestro aspiraciones y expectativas que lo alejaban de la docencia.

    El INEE

    La segunda materialización culminante –y novedosa– de la reforma educativa fue la (re) creación en 2013 del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) como una entidad autónoma dirigida por personalidades con un perfil ciudadano e independiente. El artículo tercero constitucional estipula que el INEE será la autoridad nacional en materia de evaluación y que a él corresponderá evaluar la calidad, el desempeño y resultados del sistema educativo nacional en los niveles de la educación obligatoria. Dicho de otra manera, al Instituto corresponde diseñar y realizar las mediciones de componentes, procesos o resultados del sistema (Art 3º.- fracción IX). En otras palabras, el INEE es un nuevo poder dentro del sistema educativo mexicano, un poder alterno con capacidad para evaluar prácticamente cualquier aspecto de este sistema y difundir públicamente los resultados de sus evaluaciones. Por añadidura, la ley otorga al INEE la facultad de que, con base en la información que produce, emita directrices que sean relevantes para las políticas públicas. Las autoridades educativas –subraya la ley—deben reaccionar ante esas directrices.

    El nuevo modelo educativo

    La tercera cristalización decisiva de esta reforma fue el nuevo modelo educativo. Se trata de un planteamiento que recoge experiencias valiosas del pasado e introduce innovaciones fundamentales: definición precisa de fines, aprendizaje como ordenador de la labor docente, currículum con base en aprendizajes clave, incorporación de la enseñanza del inglés, contenidos socio-emocionales, autonomía de gestión de la escuela (escuelas con liderazgo directivo, trabajo colegiado, menor carga administrativa, infraestructura digna, acceso a las tecnologías de información, conectividad, presupuesto propio, asistencia técnico pedagógica de calidad y mayor participación de los padres de familia), derecho de la escuela a decidir (parcialmente) sobre los planes de estudio, impulso al desarrollo profesional de los maestros mediante el servicio profesional docente (que incluye evaluaciones y programas de formación continua), búsqueda de la equidad en el ingreso, en la permanencia y en los aprendizajes y, finalmente, un nuevo esquema para la gobernanza del sistema educativo con base en la participación de todos los actores (autoridades federales, autoridades locales, INEE, sindicato, maestros, padres de familia, sociedad civil y congreso). La realización de cada una de estas formulaciones se presenta en una ruta de implementación que señala la fecha precisa para la ejecución de cada una de ellas. En conjunto, el nuevo modelo educativo es un esfuerzo dirigido a reorientar la docencia hacia el aprendizaje, a fortalecer el ejercicio de la docencia, a vigorizar las escuelas, construir un sistema educativo más equitativo y renovar su gobernanza.

    Crónica de un conflicto

    Todo cambio institucional crea resistencia entre quienes lo sufren; las innovaciones nos sacan de nuestra zona de confort y exigen de nosotros una readaptación con el entorno. La reforma educativa produjo desacomodos serios en el sistema educativo que no solo afectaron intereses poderosos, sino que crearon inquietud entre ciertos estratos del magisterio.

    Un factor que agravó esos desequilibrios fue el hecho de que los contenidos y alcances de la reforma educativa no fueron informados y explicados de manera suficiente y oportuna a los maestros y a las escuelas –aunque surgió una poderosa demanda por información fidedigna. Esa circunstancia influyó para que los cambios tuvieran una recepción pública ambivalente. Al inicio, tuvo acogida positiva en los grupos sociales dirigentes, en sectores sociales medios, en padres de familia y en buena parte de los docentes (una encuesta de Excélsior de diciembre de 2012 informaba que el 87% de la población apoyaba la evaluación de los maestros). En febrero de 2013, el nuevo dirigente del SNTE, Juan Díaz de la Torre llamó a sus agremiados a apoyar la reforma educativa. Después, las expresiones de apoyo fueron poco visibles; en cambio, las de rechazo, encabezado por la Coordinadora Nacional de trabajadores de la Educación (CNTE), tuvieron gran eco público. Las protestas se dieron primero en Oaxaca y el entonces Distrito Federal (Ciudad de México) y, más tarde, se extendieron a Chiapas, Guerrero y Michoacán. Habría que agregar que esas manifestaciones se inscribieron en un clima descontento social y malestar que obedecía a otras circunstancias: había, por ejemplo, una atmósfera de indignación por la desaparición de 43 estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa (septiembre de 2014). El rechazo a la reforma fue apoyado con una campaña de ruidoso activismo político que se extendió durante cuatro años (2012-2016). Este movimiento fue, desde sus inicios, una movilización agresiva, que se acompañó repetidamente de acciones violentas –enfrentamientos con la policía, ataque a inmuebles oficiales, secuestros de personas, clausura de carreteras, vandalismo de tiendas de autoservicio, toma de vías férreas, etc. – cuya gravedad fue en ascenso hasta el punto de representar un serio problema de gobernabilidad. El objetivo de ese movimiento no era dialogar, lo que se proponía era usar la violencia como chantaje para forzar la derogación de la reforma educativa volver al anterior orden de cosas. Una y otra vez estos dos rasgos del movimiento –violencia y escándalo— fueron magnificados por los medios de comunicación. El punto culminante de esa campaña fueron los hechos violentos de Nochixtlán, Oaxaca (19 de junio 2016), donde murieron varias personas.

    Este fue el momento más crítico. Se produjo entonces una doble negociación cuyos contenidos y acuerdos no fueron del todo claros: por un lado, la Secretaría de Gobernación pactó con la CNTE y, por otro, hubo un acuerdo entre la SEP y el SNTE, movimientos simultáneos que contribuyeron, de manera decisiva a desactivar el conflicto. Hubo enseguida un periodo de tranquilidad social, pero la beligerancia no se extinguió por completo. Es difícil de comprender que durante este largo proceso de escandalosa impugnación, la parte contraria, es decir, las fuerzas a favor de la reforma, no se hayan expresado en toda su significación. De hecho, durante varios meses de 2016 se observó que, prácticamente, la única figura pública que daba la cara por la reforma era el Secretario de Educación, Aurelio Nuño. Cuadro, lamentablemente, desolador. Por alguna razón extraña, los actores sociales que juzgaban correcta la reforma (maestros, padres de familia, organismos de la sociedad civil, empresarios, universidades, organizaciones profesionales, academias, intelectuales, etc.) mantuvieron a lo largo del conflicto un bajo perfil o un discreto silencio.

    Mientras tanto, el discurso de rechazo —con su cauda de mentiras, denuestos y descalificaciones— fue imponiéndose en sectores importantes del magisterio y de la población. El sustento de ese discurso no se encuentra, como se pudiera esperar, en argumentos racionales sino en una actitud elemental de simple repudio a los cambios y en atribuir a éstos una larga cauda de propiedades negativas imaginarias. El movimiento de inconformes ingenió numerosas consignas al respecto: “La reforma educativa no es educativa, es laboral”; “La reforma busca privatizar la educación”; “La evaluación es punitiva”; “Con la reforma, se cobrarán a los padres de familia los libros de texto”; “Con la reforma, los padres de familia pagarán el costo de la energía eléctrica que consume la escuela”; “La reforma fue impuesta por el capitalismo internacional”; “La reforma fue concebida y diseñada por la OCDE”; “La reforma afectará los salarios y la estabilidad en el empleo de los profesores”; “La reforma suprime los beneficios de carrera magisterial”, etc., etc. Esta larga serie de infundios contribuyó a crear confusión y suscitar inseguridad y temor entre el magisterio.

    Todos sabemos que una mentira repetida hasta el cansancio invierte su significado. Lo real, sin embargo, es que el SPD se propone –como antes dije— evitar que procesos como otorgar plazas, asignar promociones, distribuir estímulos económicos, etc. se realicen de manera arbitraria y como potestad personal de líderes gremiales o funcionarios corruptos. Esto era lo que ocurría antes de la reforma y eso es lo que se quiere eliminar. El único beneficiario de este cambio es el profesor (que, antes de la reforma, era la víctima forzosa de los abusos). Lo que la reforma busca es premiar el esfuerzo, la calidad y el mérito de los maestros, reconocer y distinguir a quienes más trabajan a favor de la educación. En cambio, la reforma afecta las esferas de la gestión donde existe mayor corrupción.

    No es gratuito que la oposición a la evaluación haya tenido su centro de gravedad en Oaxaca y haya sido dirigida por la sección 22 del sindicato. En esta entidad se gestó, desde los años 80, una relación perversa entre políticos locales y líderes sindicales que derivó en un pacto que estipuló ceder a la sección sindical la dirección de la educación estatal (el Instituto Estatal de Educación Pública). Esto dio origen a uno de los casos más escandalosos de corrupción en el país. Los beneficiarios materiales de la corrupción fueron, desde luego, los líderes sindicales y la simbiosis infame de autoridad educativa y sindicato se prolongó durante tres décadas. Este nudo de intereses fue roto, tajantemente, por la reforma educativa.

    Lo anterior explica, al menos en parte, la virulenta reacción de los líderes del magisterio oaxaqueño ante el SPD. Hay que decir, además, que en esta misma entidad se dieron los hechos más violentos contra la reforma: sabotaje sistemático a las evaluaciones, persecución de los docentes que acudían a ellas, agresión contra las autoridades educativas, secuestro de materiales y equipo destinado a las evaluaciones, etc. Hubo una agresión todavía más feroz contra los profesores que participaron en la evaluación de desempeño de 2015 y que obtuvieron calificación buena o destacada. Lo que ocurrió fue, literalmente, un linchamiento moral. Estos maestros fueron además objeto de agresiones físicas, persecución y ataques infamantes (como el ser trasquilados “por traidores”).

    Política vs educación

    El escenario político que suscitó la reforma educativa no es fácil de explicar pues en él se mezclaron circunstancias diversas: el malestar social que azota a la región sur del país, el descontento del público con el partido gobernante, las pugnas intergremiales, la obsesión por el poder de algunos líderes sindicales, las disputas por la sucesión presidencial, las provocaciones policiacas, etc. Lo que es obvio es que en este escenario han intervenido recurrentemente intereses extra-educativos. Es lamentable, sin embargo, que uno de los proyectos más serios y ambiciosos para introducir correctivos fundamentales en el sistema educativo se vea amenazado por circunstancias políticas.

    En particular, son preocupantes los efectos que sobre la educación pueda acarrear la sucesión presidencial de 2018. En su afán por conquistar votos, los líderes políticos no vacilan, por lo visto, en poner la reforma educativa en entredicho. Preocupa de manera principal que el precandidato más conspicuo ya se haya manifestado –sin ambages– contra la reforma educativa. Obviamente las posturas políticas no necesitan ni argumentos ni análisis, frecuentemente son meros juicios taxativos o proclamas oportunistas.

    No se trata de defender la reforma educativa como si fuera palabra sagrada. La reforma es perfectible (existen evaluaciones serias que identifican sus problemas). Lo que alarma es el rechazo totalitario y absoluto que pretende echar por la borda todo lo que se ha conseguido. Es sumamente preocupante que en el del debate político actual se esté hablando de “derogar la reforma educativa”. ¿No es evidente acaso que al echar abajo la reforma se produciría una incalificable regresión? ¿Estamos ante la perspectiva de un nuevo retroceso en el sistema educativo? ¿Podemos dar un paso atrás en esta materia? ¿Una vez más los intereses políticos acabarán imponiéndose sobre los intereses educativos?

    Publicado Originalmente en el Blog de Educación de Nexos

  • El INEE: Novedad en la Reforma

    El INEE: Novedad en la Reforma

    La creación en 2013 del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación como organismo autónomo y con la facultad para evaluar al sistema educativo es una novedad trascendental en el escenario político de la educación nacional.

    Se trata de una entidad singular que vino a modificar los equilibrios tradicionales dentro del sistema educativo y dio lugar a una nueva relación institucional. La peculiaridad es su condición autónoma, es decir, se trata de un órgano de Estado, pero que no depende de los poderes tradicionales (ejecutivo, judicial y legislativo).

    La creación de este instituto equivale a la gestación de un poder “independiente” y “paralelo” a la autoridad educativa y con facultades constitucionales para evaluar “la calidad, el desempeño y los resultados” del sistema educativo nacional.
    Como es natural, su novedad ha dado lugar a ciertas incertidumbres y dudas. Por ejemplo, se ha querido reducir su función a las tareas relacionadas con el servicio profesional docente, o bien se le ha presentado —a veces con ánimo peyorativo—como instrumento de la SEP o del gobierno.

    El INEE es autoridad en el ámbito de la evaluación educativa Su misión es realizar mediciones rigurosas y serias de componentes, procesos y resultados del sistema y con base en la información que arrojen esas mediciones, emitir directrices que apoyen políticas que mejoren la calidad de la educación.

    El INEE no es autoridad educativa como la SEP o los gobiernos estatales. Es una agencia autónoma que, al cumplir su función, informa a los actores educativos y a la sociedad de los resultados que arroja el sistema educativo en cada una de sus funciones.

    El INEE evalúa si los centros escolares cumplen con las condiciones básicas para la enseñanza, mide aprendizajes de los alumnos y participa en el servicio profesional docente, pero además tiene facultades para evaluar las políticas y programas de educación independientemente de su origen (federal o estatal).  Es decir, puede y debe funcionar como un espejo fiel que refleje las virtudes y defectos del sistema educativo.

    Esto significa que la principal función política del INEE es la transparencia. Por primera vez, México cuenta con un medio privilegiado para ponderar, con base en evidencias a su sistema educativo, lo que implica conocer sus fallas, defectos, dificultades y aciertos.

    Su puesta en práctica apenas comienza. Ha habido en estos cuatro años de actuación del Instituto no pocas vicisitudes, pero también ha habido aprendizajes y realizaciones. La sociedad comienza a hablar de evaluación educativa y los principales actores educativos (maestros, alumnos, padres de familia) comienzan a identificar al INEE. Signos de un cambio crucial todavía en germen.

  • La reforma y la metáfora

    La reforma y la metáfora

    ESCUELAS-PRIVADAS_NOTIMEXQuiero aprovechar la metáfora utilizada varias veces en la que se representa a la educación como una carcacha en condiciones desastrosas. Esta carcacha logra a veces encender su motor, sólo avanza de manera precaria y pocos metros adelante, se para. ¿Qué hacer para reparar este vehículo estropeado? La respuesta equívoca que dio el gobierno, dicen algunos, consistió en proveer al conductor con uniforme nuevo.

    La metáfora es útil, pero la solución que se atribuye al gobierno no es correcta. En realidad, siguiendo la metáfora, debe decirse que precisamente la reforma educativa fue poco atractiva para algunas personas porque no se propuso cambiar sólo el aspecto o la apariencia del vehículo -el vestuario del chofer, la carrocería, pintura, etc.- sino que comenzó con la “obra negra” que fue arreglar el chasis que estaba desbaratado y amenazaba con desplomar en forma definitiva al vehículo.

    El chasis es la estructura de poder que ha servido de sustento al sistema educativo de México durante décadas: la administración de la profesión docente plagada de aberraciones, lagunas normativas, controles débiles y prácticas ilegales. Sobre ese podrido chasis se sustentaba la práctica de compra-venta-herencia-renta-regalo de plazas y nombramientos; la práctica de colocar en los puestos de dirección y supervisión a clientes, amigos o cómplices de líderes sindicales o burócratas; la práctica de adulterar las reglas de carrera magisterial a fin de beneficiar a los miembros de las camarillas sindicales de tal o cual estado.

    La reparación, si quería ser exitosa, exigía acudir a procedimientos novedosos de la mecánica vehicular. Se pensó que plazas y puestos directivos deberían de otorgarse, no al arbitrio sino de acuerdo al mérito de cada profesor. La cuestión delicada, lo que permitiría soldar bien el chasis, fue conocer con cierto rigor el mérito (destrezas, competencias, experiencia, etc.) del profesor.

    Se concluyó que el mérito sólo podía ser medido a través de la evaluación, y la evaluación, queridos amigos, en todas partes tiene mala fama. ¿Me quieres evaluar? ¡Nunca! Porque evaluar acarrea repercusiones, es tarea sumamente delicada y los métodos que utiliza son, siempre, imperfectos. No hay regla de oro en evaluación. En estas condiciones se comprende que el mecánico haya vacilado mucho antes de tomar la decisión, pero había que tomarla pues se sabía que no se ha producido mejor tecnología para arreglar el chasis.

    evaluacion-acapulco-guerrero9En consecuencia, la nueva ley establece: para ingresar, hay que evaluarse; para promoverse a director, hay que evaluarse, para acceder a los estímulos económicos, hay que evaluarse, etc. En todos los casos, las evaluaciones se concibieron como recursos que tendrían que repercutir sobre la formación docente, es decir, la cadena de evaluaciones, a la larga, impulsaría la profesionalización docente.

    Y la formación docente es, si seguimos la metáfora, parte del motor, aunque no todo. El verdadero motor de la educación es la escuela misma. La nueva centralidad que la escuela adquiere significa, ni más ni menos, organizarnos como lo hacen los mejores sistemas educativos del mundo: dando protagonismo central a la escuela.

    La reparación del motor también se aborda con el nuevo funcionamiento de los consejos técnicos, con el impulso al trabajo docente colegiado, con las innovaciones en el papel del supervisor, con el llamado servicio de asistencia técnica a la escuela, con la evaluación interna de la escuela, etc.

    Iniciar la reforma educativa con medidas convencionales (planes de estudio, libros de texto, etc.) hubiera significado hacer lo que muchos otros mecánicos hicieron antes: reparar la carrocería. A pesar de su empeño, estos mecánicos jamás lograron que el auto caminara mejor o que, simplemente, caminara.

     

    Integrante la Junta de Gobierno del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación.