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  • Ler o no ler, ese es el dilema

    Ler o no ler, ese es el dilema

    20161115_09_12_aurelionuno_youtubeTremendo revuelo causó en los medios de comunicación, la metida de pata “involuntaria” por parte del Secretario de Educación, Aurelio Nuño, durante la 36 Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil. Como sabemos, una niña de nombre Andrea, lo corrigió: “no se dice ler, se dice leer”. Esta fue una frase, puesta en imagen o video, que vendió y vendió muy bien. Y es que mire usted, el cuadro no podía haber sido mejor: un funcionario público hablando de las bondades de la lectura, unos niños que lo escuchaban, y una feria cuya intención radica en los libros, fue algo que ni el mismo Picasso lo hubiera pensado.

    Tal hecho, me remontó a lo que en el 2011 le sucedió al precandidato que luchaba por la silla grande de nuestro país, Enrique Peña Nieto, durante la conferencia que impartió en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, cuando aseguró que Enrique Krauze, había escrito La silla del águila. Si mi mente no me falla, la “supuesta” confusión que tuvo quien ahora dirige los destinos de mi México querido, se generó por la pregunta que le formularon en cuanto a los libros que habían marcado su vida. Por ese entonces, las redes sociales se volvieron locas, los noticieros no se cansaron de repetir la misma historia, las charlas de los cafés se inundaron de tal tropiezo, en fin, en varios medios de comunicación, por días se comentó al respecto.

    ¿Qué coincidencias tiene la vida no cree? En ambas situaciones, el momento electoral se hizo presente. El segundo aludido, con miras a la Presidencia de la República y, el primero, vislumbrando un posible escenario en el Estado de México en el 2017 o, para el 2018, como máximo mandatario en nuestro país.

    Hace unos días, en este mismo espacio (Educación Futura, 22/11/29016), Manuel Gil Antón, publicó una extraordinaria columna en la que alude el suceso que vivió Aurelio Nuño y la pequeña Andrea, haciendo una analogía con lo que pasa en cuanto a la reforma educativa y las posibilidades que pueden tener los maestros para expresar sus puntos de vista con relación a tan espinoso asunto, y créame, la comparto. Sin embargo, tal y como lo he venido señalando en otras columnas, lo que sucede con el Secretario y todo lo que ello implica, se resume en un solo aspecto: el electorero.

    Pensamiento simplista si usted quiere, pero que nos permite reflexionar sobre los funcionarios que están ocupando diversos cargos y, claro, desempeñando una función que, por más que se diga lo contrario, es pública.

    Si fue un montaje para que este servidor público apareciera en todos los medios de comunicación, nacionales e internacionales, sería lo de menos. Si fue un acto en el que la niña tuvo la osadía de corregir a quien tiene en sus manos el destino de la educación, lo pensaría y lo reflexionaría bastante. ¿Qué y cómo se está educando en México?, ¿cuáles son las intenciones de quienes tienen la enorme responsabilidad de propiciar esa mejora educativa que tanto se pugna en los foros internacionales?, ¿qué están o estamos formando los mexicanos, sean maestros, padres de familia u otros?, ¿cuál es el mensaje que se le está mandando a millones y millones de personas que tienen acceso a los distintos medios de información y comunicación? Son algunas preguntas que se me vienen a la mente y de las cuales, se pueden obtener una cantidad importante de respuestas, todas, relacionadas con el proceso formativo de los mexicanos.

    Tengo claro que un error lo puede tener cualquiera; vaya, algún problema fisiológico puede ser normal en los seres humanos. Sin embargo, éste resulta inaceptable de alguien que desde llegó a la Secretaría de Educación Pública (SEP), no se ha cansado de vapulear a los maestros. ¿Por qué no pensar en una evaluación que sea aplicada a los funcionarios de este y otros niveles de gobierno?, ¿qué hubiera pasado si tal cuestión se le escuchara a un maestro?, ¿por qué no repensar la evaluación del magisterio si, como hemos visto, los seres humanos erramos?aurelio_nuno_1

    Ler o no ler, es un dilema que plantea la imperiosa necesidad de revisar cada uno de los elementos del proceso educativo que permea el Sistema en México. Las disculpas son válidas; de hecho, el que este funcionario se haya dado un tiempo para visitar la escuela en la que la niña realiza sus estudios, fue aplaudible. No obstante, para como están las cosas en nuestro país, las disculpas y visitas inesperadas no solucionan el gran problema educativo existente. Ese es, desde mi punto de vista, el meollo del asunto: o trabajamos de manera conjunta en la solución de los problemas o la simulación seguirá siendo la reina con grandes zapatillas en el medio.

    Recordemos que las habilidades básicas del lenguaje se resumen en cuatro: escuchar, hablar, leer y escribir. Ojalá, centremos la atención en las dos primeras para que el “ler” sea solo eso: un chusco desencuentro.

  • ‘Ler’ a México

    ‘Ler’ a México

    proxy-4Cuando Andrea Lomelí le dice al secretario de Educación Pública: “…no se dice ler, se dice leer”, ocurre algo en un terreno distante de las parcelas de lo irrelevante o la simple burla. Desde la mirada que lejos de desdeñar lo simbólico encuentra en esta dimensión claves hondas de la vida y el acontecer social, sucede un acto subversivo, apartado también de la intención de humillar al funcionario.

    Al hablar desde el sitio donde el poder espera silencio y sumisión, esa voz —palabra inesperada, voz sin crédito, impertinencia— se torna, quizá, en la crítica más seria al gobierno y su alabada reforma educativa. Por sus raíces latinas, recordemos, infancia significa: el que no habla. El infante no tiene voz. Ver, oír y callar decía don Eusebio, abuelo, cuando niños. Privado de la voz, o siempre en entredicho lo que diga, el interés superior del niño se dicta, impone y tutela por los que, desde el poder, sí saben lo que dicen. Andrea, con sencillez y  firmeza, no altanera, quiebra el silencio desde la edad temprana de tercero de primaria, y a la máxima autoridad educativa del país le indica la manera correcta de pronunciar la palabra central —por ser la llave— del proceso de aprender en la escuela: leer. Sin leer no se escribe, es imposible entender el enunciado de un dilema en matemáticas, está vedado el sendero a las novelas y se cancelan muchos caminos que enriquecen la vida.

    ¿Qué les corregirías a los políticos? le pregunta Teresa Moreno (EL UNIVERSAL, 17/11/2016). Deberían, contesta Andrea, aprender a hablar con los niños, porque no saben. “A Nuño que piense más en el lenguaje de los niños y que practique su lenguaje”. Mira a todos desde la primera plana del periódico. Sonríe con un libro abierto frente a sí. Nos cuestiona. No estamos mudos, pienso que dice: nos han callado. Y así, del mismo modo, la reforma educativa en curso concibió a las maestras y los maestros como infantes: sin palabra.

    No hubo voz de los que saben. Su decir es sospechoso hasta que rellenen, con tino, suficientes ovalitos en un examen y respondan a lo que los sabios dicen que han de repetir para ser idóneos o destacados: infantes obedientes, formados en silencio: ¡Tomar distancia, ya! Y años después: a repetir lo que las guías dicen que es correcto. “Ya le dije, profesora: si quiere aprobar, no conteste lo que usted piensa, sino lo que cree que el INEE espera que usted debe pensar”.

    En 2012 inició este gobierno. Su propósito: mover a México. ¿A dónde? Al destino que los iluminados decidieron bajo el supuesto de la carencia de voz de todos menos ellos. Ver, oír y callar. No supieron lo que Andrea sabe: hay que saber leer. No leyeron al país ni su complejidad. Era imposible: la premura y su arrogancia lo impedían. Cuando Aurelio Nuño no dice leer, sino ler, muestra que, en la prisa, omitir una letra no importa.

    La niña, que sabe leer, le dice que no sobra: hace falta. El “objeto”  final de la reforma surge como sujeto que no calla: habla, y bien. El poder minimiza lo sucedido, es una anécdota sin más. No. No es menor que el secretario de Educación maltrate el lenguaje. El síntoma del sistema autoritario emerge al mutilar la palabra sin darse cuenta, hasta que la niña lo muestra desnudo, cubierto de retórica: ríe nervioso. Está tocado.unspecified-4

    Sin leer a secas, y sin leer a México, no se puede mover a México. Leerlo es comprender su diversidad y hacerse cargo que una nación no se mueve sin que los ciudadanos tengan palabra, que una reforma educativa no puede concebir como infantes a los maestros e invisibles a los niños. No son cosas ni vacío: hablan. Su voz es necesaria. El silencio que tanto agrada a los que mandan, es el espejo de su incapacidad de escuchar. Ler a México no sólo impide moverlo: lo atora y daña, aunque no sea la primera idea que se tiene al levantarse.

    Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México @ManuelGilAnton mgil@colmex.m