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  • ¿Cómo avanza la evaluación en educación superior?

    ¿Cómo avanza la evaluación en educación superior?

    Rosalía Nalleli Pérez Estrada

    rosalía_na@hotmail.com

    En temas de educación y de evaluación hay muchos aspectos que faltan por revisar para mejorar. Por mencionar algunos, pensemos en las instituciones con todos sus componentes humanos, de infraestructura, sus modelos educativos,    sus múltiples procesos administrativos y sus aspectos económicos en cuanto a sueldos refiere. Algunos de estos aspectos son revisados de manera cuantitativa por parte del área de estadística, pero su revisión es general y la parte cualitativa siempre queda pendiente.

    Y en una mezcla de procesos,  la evaluación fue un aspecto que estuvo mucho de moda en este sexenio que termina pero sobre todo el de la evaluación docente, con un antagonismo impresionante donde hubo recompensas, castigos, vulnerabilidad e incluso decesos simbólicos; inundada de emociones que espesaban el ambiente educativo mexicano, que acrecentaba  la amenaza emblemática mientras se media un desempeño, mientras atendía algunos aspectos y dejaba otros de lado, como suele suceder en este rubro.

    Su continuidad está aún en el aire;  mientras tanto ocupémonos en pensar cómo es la evaluación real en las instituciones educativas. En este aspecto, recordemos que la eliminación  de la evaluación punitiva se hace necesaria para buscar aquella que conduce a la mejora, para medir los avances de lo planeado y ejecutado en el trabajo o en el aula y poner la atención en las omisiones; como muestran los resultados que recientemente encontramos en una pequeña investigación exploratoria presentada en el congreso Citegh 2018, donde se presentan los resultados de un estudio de caso, del cómo se planea la evaluación en los planes y programas de estudio en una institución con nivel de posgrado,  que supuestamente trabaja con el modelo educativo por competencias.

    El resultado de la revisión hecha a sus 13 programas de estudio arrojó que en la institución se habla de evaluación por competencias pero no existe ninguna evidencia del uso de instrumentos de evaluación, no hay retroalimentación ni se diversifican los aspectos a evaluar, esta se usa como fin y no como proceso, no hay criterios establecidos y sólo se incluye la heteroevaluación, como si existiera el estudiante estándar.

    Quizás esto sucede porque hablar del modelo educativo por competencias es hablar de un modelo incomprendido y poco aceptado que, aunque su implementación lleva más de una década en nuestro país, aún encontramos docentes que se pelearon con él y que difícilmente quisieron conocerlo, en esa actitud que toma la gente adulta cuando conoce a alguien nuevo en su vecindario; con la actitud de rechazo y de poca disponibilidad para darse la oportunidad de hacer nuevos amigos. En este modelo dialógico, que puede ser visto desde diversos ángulos, socio constructivo, funcional o socioformativo,  no se debe de perder de vista que las competencias pueden ser consideradas como actuaciones integrales en las que se resuelvan actividades y problemas del contexto y adecuación basadas en el pensamiento complejo y que no se puede seguir trabajando con modelos pasados, en esa evaluación que castigaba, etiquetaba y que llevaba al alumno a abandonar sus aspiraciones por haber sido evaluado tan sólo por un examen.

    Por otro lado, la parte innovadora de considerar al último enfoque enlistado en este escrito es la inclusión de una sociedad del conocimiento global, que interactúa y aporta por diversos medios y considerando el contexto, con la idea de formar integralmente para vivir en sociedad de manera ética y activa, colaborando a distancia y siendo evaluados, considerando desempeños integrales y eliminando los saberes fragmentados, sin privilegiar los contenidos.

    Indudablemente, la meta principal de usar instrumentos de evaluación es mejorar la calidad de los procesos y transparentar la formulación de juicios que pueda referir a las competencias que se desean lograr en el perfil de egreso de cualquier institución educativa.  No debemos de olvidar que con la evaluación por competencias, se considera la individualidad y que los instrumentos de evaluación nos permiten mostrar resultados más objetivos, tal como dice Díaz Barriga (2014:14), “la evaluación por competencias se traduce en un conjunto de prácticas encaminadas a recabar información sobre el desempeño del estudiante a partir de situaciones significativas, contextualizadas y reales”.

    Y lo que Tobón expresa (2012), desde una visión Socio formativa, donde evaluar por competencias es un proceso que permite recopilar evidencias y realizar un juicio o dictamen a partir de esas evidencias, considerando criterios preestablecidos que conduzcan a dar una retroalimentación cuya meta sea buscar mejorar la idoneidad, sin olvidar los parámetros mínimos que deberían de considerarse como son los componentes esenciales para la evaluación de las competencias para el diseño del mapa de aprendizaje propuesto por Tobón et al (2010), el cual incluye Identificar y comprender la competencia que se pretende evaluar, considerar los proceso de evaluación a llevar a cabo, criterios, evidencias, indicadores por nivel de dominio, ponderación y puntaje, criterios e indicadores obligatorios para acreditar una competencia o recomendaciones de evaluación.

    Todos estos temas nos interesan a los que estamos sumergidos en la educación y a quienes soñamos con colaborar en su cambio e  indudablemente, no se debe de olvidar que la evaluación siempre requiere de una retroalimentación y no de un castigo.

    Rosalía Nalleli Pérez-Estrada. Directora de Universidad Santander, Campus Tlaxcala. Profesora por asignatura, de la Universidad Politécnica de Tlaxcala. rosalia_na@hotmail.com. Investigadora invitada por CIFE.  rosalia_na@hotmail.com

  • ¿Con qué vara mides?

    ¿Con qué vara mides?

    Por: Rosalía Nalleli Pérez Estrada

    rosalia_na@hotmail.com

    Con la vara que midas serás medido, dice el refrán parafraseado de la Biblia que refiere al trato que se da a la gente y que aplica perfectamente en una práctica común de las reuniones sociales, políticas, educativas o de negocios donde la persona más bella, importante, rica, famosa o más inteligente se sienta al centro o al frente, mientras al “vulgo” se le sitúa atrás o alrededor para que haga bulto y a veces, mejor se excluye. Y a pesar de ser una regla social implícita, privilegia al famoso -aunque este sea un político impuntual, un prepotente hombre de negocios insensible o un secretario de estado engreído y excluyente- y de igual manera se aparta a quien tiene ideas diferentes, a quien no vitorea al mismo partido y a quien no comparte las mismas prácticas; por lo que no deja de ser cuestionable lo incoherente de privilegiar lo malo por encima de lo bueno.

    Por supuesto, para los conservadores de estas prácticas comunes, dejar de medir o de medirse por dinero,  de la alta sociedad a las favelas, sería revolucionario, irreverente o impensable.

    De la misma manera, esta medición fue muy notoria en México en este año 2018, con las preferencias políticas, donde las ofensas y el desdén inundaron el ambiente por quienes tenían  diferentes puntos de vista y dieron paso al resurgimiento de los “chairos”, término que desde 2013 había empezado a ser muy utilizado para nombrar a quienes seguían ideales diferentes a los que ostentaban el poder y quienes, desde sus inicios eran definidos así: “Tienen actitudes de confusión “no se hallan”, es decir “ni son de aquí, ni son de allá”, pues no son de la guerrilla, ni apasionados, ni traumados, no son neoliberales, no son chacas, ni emos, ni moOxitoZ, no son zapatistas, ni izquierdistas, no son priistas, no son panistas, no son Quadristas, ni Manceristas, ni Cardenistas, ni Salinistas, ni cantinflistas, ni belibers, ni mirreyes, ellos son simplemente… chairos”.

    Una definición peyorativa, clasista y racista para los seguidores del entonces candidato y ahora presidente de la República Mexicana, con funciones por iniciar. En este movimiento, muchos  se declararon chairos abiertamente, sin que la palabra les afectara. Muchos otros, guardando silencio, pero mostraron su preferencia cuando votaron, resultando que el grupo “minoritario” alcanzó más de un 53% de la población votante a nivel nacional.

    El resultado fue sorpresivo, pero más el deseo de lograr un cambio. Si fue buena la decisión o no, el tiempo dará la respuesta. No llegó al poder un Dios, ni la gente que lo apoya muestra un apostolado para cambiar los estados mentales de más 123 millones de mexicanos.

    Lo que sí puede leerse entre líneas y de manera abierta es que un grupo de gente cansada de ser siempre engañada puede provocar movimientos consensuados, aún a la distancia, y que la situación de un país se puede modificar aunque haya pagos y chayotazos que se pronuncien en contra de la colaboración de iguales, para asumir que son los mismos ciudadanos quienes pueden ser promotores  de cambios sociales o educativos y que con pensamientos y actitudes positivas pueden modificar su comportamiento y logros, pues el poder no radica en los otros, sino en asumirse como ciudadano pero sobre todo, como humano.

    Mientras tanto uno se pregunta: ¿Cuál será el resultado? Ojalá tengamos tiempo para visualizarlo. No puede cambiar todo en un momento, si llevamos desde el Telpochcalli casi un mismo tipo de objetivos de escuela y que aunque ha evolucionado, aún nos perdemos entre prácticas educativas repetitivas y de fastidio, que clasifican, más un mal manejo de tecnología en casa y una comunicación vacía en todos los medios cercanos y para los pocos que pueden aspirar a lo que asemeja al Calmecac, la conciencia del tener, del hacer y del ser requiere ser replanteado en cada acto individual y en casa paso.

    Por lo tanto, para que haya un verdadero cambio, se puede empezar por eliminar las prácticas que a diario ejecutamos, como esas que dividen “a los importantes” de los “no importantes”, y dejando de inventar palabras o apodos para denostar a quienes piensan diferente o no cumplen con las acciones que pensamos, o evitando excluir de nuestro clan, a quienes secretamente envidiamos.

    Finalmente, es necesario reflexionar cómo sin saber, repetimos una ola de incoherencias constantemente, gracias a algunos medios poco confiables y presento aquí la definición que la Real Academia de la Lengua Española  hace de la palabra Chairo: 1. m. Bol. Sopa típica de las regiones andinas en que se pone chuñopapacarney verduras.

    https://www.sdpnoticias.com/columnas/2013/09/26/que-es-un-chairo-quien-de-aqui-es-chairo

    http://dle.rae.es/?id=8TlbALn

    *Rosalía Nalleli Pérez-Estrada. Directora de Universidad Santander, Campus Tlaxcala. Profesora por asignatura, de la Universidad Politécnica de Tlaxcala. rosalia_na@hotmail.com. Investigadora invitada por CIFE

     

  • Aprendizajes

    Aprendizajes

    Rosalía Nalleli Pérez-Estrada*

    La llegada de un alumno nuevo a clases es una nueva oportunidad de aprender para todos los que somos maestros, pero jamás imaginamos  que antes de que acabe su profesión, tengamos que aprender de él  a valorar la vida, cuando debemos de ir a dejarlo a un cementerio para siempre. Desafortunadamente esta es una vivencia inevitable en las instituciones de educación superior: alumnos que se van por una enfermedad mal cuidada, por un accidente, por una decisión apresurada o por desgracia, por haber sido privados de su libertad.

    Todas estas situaciones del que fallece hacen que nos preguntemos cuánto valió la pena tanta exigencia en conocimientos, si ese alumno ya se fue. También, cuando es una decisión el irse, qué fue lo que faltó para ayudarlo a abrazar la vida. Sin embargo, el peor momento se vive cuando  el cuestionamiento embota los sentidos y  después de buscar varios días desesperadamente, se pasa entre calles y casas, imaginando dónde puede estar alguna alumna perdida y escuchando el tic tac interminable del reloj ahí, que no oculta cómo late el corazón, triste por la ausencia. Después,  y viendo una foto compartida entre todos los que conocemos a la persona y entre los que son solidarios, finalmente se anuncia que  se ha encontrado su cuerpo pero en un estado inimaginable, que grita su sufrimiento. Así, víctima del comportamiento irracional, aparece en un desenlace fatal, en una búsqueda finalizada que ahora se llena de dolor y de tristeza  al saber que alguien, igual que ella, se atrevió a olvidar su humanidad, para convertirse en ejecutor y en destino a la vez. ¿Qué viene después? Dolor, coraje, frustración y odio pero no se sabe contra quién exactamente, sólo se conoce el desenlace.

    Como docentes de quien ha sido objeto de tal atrocidad, nos preguntamos la causa de tanto mal y buscamos escudriñar comportamientos que arrojen algún posible indicio, sin tener éxito. Sólo sabemos de la ausencia de autorregulación que predomina en la mente consciente para provocar  dolor o muerte para satisfacer un placer momentáneo.

    En esos momentos, los aprendizajes logrados, las evaluaciones y los contenidos escapan de nuestro entendimiento y se apodera de nosotros la melancolía de lo que pudo haber sido y ya no fue.

    Conscientes estamos de que formamos parte del eslabón educativo y que posiblemente nos hayamos encontrado en clase a aquél que no supo detenerse para no dañar y de manera discreta nos cuestionamos qué nos ha faltado hacer para llegar a tales circunstancias.  Sabemos que en momentos de dolor, la razón y el diálogo se esfuman, dejando su esencia molesta, mientras nos esforzamos por recordar alguna respuesta que surja de un diagnóstico hecho a tiempo o la posible descripción de un contexto. Y así se pasan los días, sumergidos en el recuerdo de quien se ha ido, entre tanto, nos aferramos a la vida llenándonos de más actividades para no pensar. Mientras, seguimos aprendiendo de los alumnos que quedan e intentamos copiar su  fortaleza y sus sueños de que cambiarán los tiempos. Ellos no flaquean, siguen fluyendo,  desafiando estos tiempos modernos y esos aprendizajes del que todavía sueña, nos ayudan a seguirnos moviendo.

    Escrito hecho en honor para quienes siendo tan jóvenes se han ido y a quienes tuvimos la suerte de conocerlos y también para aquellos de quienes seguimos aprendiendo.

    Rosalía Nalleli Pérez-Estrada. Directora de Universidad Santander, Campus Tlaxcala. Profesora por asignatura, de la Universidad Politécnica de Tlaxcala. rosalia_na@hotmail.com