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Federalismo cooperativo, ¡qué va!

barrocoAlguien definió al arte barroco como el miedo al vacío. En términos sencillos, el barroco se singulariza por el exceso de ornamentación. El discurso del federalismo mexicano es barroco, le cabe todo, pero, contrario al arte, en la realidad, está vacío de contenido. México es un país con vocación centralista, mas llevamos casi dos siglos tratando de crear una ficción federalista.

Las capitales de las colonias españolas en América asumieron la conducción política, administrativa y económica, al menos desde las reformas borbónicas, en el siglo XVIII, que centralizaron en el virrey todos los atributos del poder que, antes, la corona había delegado en grupos y corporaciones. A pesar de la independencia y de guerras civiles, la centralización del poder se consolidó en México; primero en el porfiriato y, más fuerte aún, en el régimen de la Revolución mexicana. Pero la Constitución dice que somos una república federal. ¡Qué va!

La educación para las masas de este país sólo tuvo posibilidades cuando Obregón y Vasconcelos federalizaron la política y crearon la Secretaría de Educación Pública. Si bien es cierto que en algunas partes del país, estados y municipios, forjaron escuelas y pequeños sistemas de educación, el centralismo los alcanzó. El Acuerdo para la Modernización de la Educación Básica y Normal, de mayo de 1992, trasladó a los estados decisiones administrativas pero sin poder; se le denominó, incluso, nuevo federalismo educativo. En la época de Vasconcelos federalizar era centralizar; en los tiempos de Salinas también se quizo descentralizar, pero de a mentiritas.

Las premisas del Acuerdo no funcionaron. Los gobernadores de los estados no tenían poder ni recursos para ser rectores de la educación. Las secciones del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación —no importa a qué facción pertenecieran— se hicieron del control del presupuesto y del aparato administrativo. La corrupción se ensanchó, el Fondo de Aportaciones para la Educación Básica y Normal se convirtió, paradójicamente, en la caja chica más grande del país, al servicio de los líderes sindicales. Oaxaca es sólo la parte más visible. En ningún estado manda el gobernador sobre su sistema de educación.

La reforma del gobierno de Peña Nieto —con la consigna de recuperar la rectoría de la educación— trata de enmendar algunos de los efectos más perversos del engendro creado en 1992. Pero no llega al fondo. No afecta los verdaderos intereses de los dirigentes del sindicato. No se atreve a ejercer el poder, a centralizar de a de veras y dejarse de jugar al federalismo.

conaedu3En la reunión más reciente del Consejo Nacional de Autoridades Educativas, en Zacatecas, el secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, discurseó sobre el federalismo cooperativo, para disfrazar las tendencias centralistas. El secretario habló de los avances alcanzados y anunció que vienen cambios curriculares en la educación básica. Nada espectacular. Ya se olvidó de que el año pasado convocó a miles de ponentes para discutir el nuevo modelo educativo.

Me parece sensato que haya cambiado de opinión. El secretario expresó: “Además, estamos ya en vísperas de presentar a la nación una modernización del plan de estudios del país. Nos hemos negado a decirle nuevo; de ahí que me traicionara el inconsciente, porque tenemos que ser lo suficientemente humildes para reconocer que lo que se ha hecho, antes, también ha sido valioso y lo que nosotros aportamos no son más que escalones hacia arriba, respecto a la herencia que hemos recibido”.

Pensé que el secretario Chuayffet iba a leerles la cartilla a las autoridades educativas estatales y a exigirles que le entraran con todo a la reforma. Me equivoqué. Me imagino que el secretario —y el presidente Peña Nieto también— ya saben que no cuentan con los gobernadores, éstos no tienen con qué —ni ganas de— apoyarlos. Están a dos fuegos y, al final, ceden ante quienes les garanticen menos problemas: los líderes del SNTE.

conaedu_clausuraNo entiendo para qué seguimos con esa ficción de que vivimos en un sistema federal. Este federalismo barroco inhibe una discusión madura sobre las ventajas de un Estado unitario. Tal vez avancemos más en la democracia, y en la administración del país, si aceptamos que somos centralistas. El federalismo nomás no cuadra en este país.

 

Retazos:

Maestros que quizás no tengan quién les herede una plaza, o por sentimiento de rectitud, decidieron concursar por una, fueron rapados, vejados en su dignidad humana por otros docentes que se autodenominan democráticos. ¡Protofascistas, digo yo!

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