Para 2030, alrededor de 300 millones de niñas, niños y jóvenes en América Latina seguirán sin competencias básicas en lectura y matemáticas y unos 84 millones permanecerán fuera de la escuela, pese a los avances en eficiencia terminal de primaria y secundaria entre 2015 y 2021. Así lo expuso Joan Marie Feltes, investigadora en el marco de la Cátedra Sylvia Schmelkes del Valle, durante el periodo agosto 2024 – junio 2025, durante la clase magistral Inequidad de aprendizajes en América Latina.

Feltes advirtió que “el acceso sin aprendizaje es inequidad educativa” y ubicó el problema en tres frentes: pedagogía y metodología docente; currículo; y evaluación. Señaló que las prácticas transmisivas y la estandarización tienden a invisibilizar los avances reales del estudiantado, mientras que enfoques dialógicos, currículos integrados y evaluación formativa mejoran resultados, sobre todo en contextos de alta diversidad.
La especialista enmarcó el diagnóstico en los enfoques de derechos humanos (las “4A” de Tomasevski: asequibilidad, accesibilidad, adaptabilidad y aceptabilidad), justicia social (Sen, Rawls, Fraser, Young) y teoría crítica de la educación (Freire, Giroux). Recordó que desde Jomtien (1990) y el ODS 4, el aprendizaje se concibe como integral, pertinente al contexto, inclusivo y a lo largo de la vida.
Según su revisión de literatura (2012–2024), los grupos más afectados son estudiantes indígenas, migrantes, población rural y urbana en pobreza, estudiantes con discapacidad y quienes enfrentan desventajas por razón de género. Entre los factores que amplían la brecha mencionó segregación escolar y territorial, financiamiento e insumos insuficientes (incluida conectividad) y formación docente débil para atender la diversidad. La pandemia elevó la “pobreza de aprendizaje” en países de ingresos bajos y medios y profundizó desigualdades.
En pueblos originarios, la ausencia de modelos bilingües e interculturales efectivos y de materiales en lenguas indígenas deriva en egresos sin dominio suficiente ni del español ni de la lengua materna, con impactos en identidad y permanencia. Apuntó a metodologías probadas—como inmersión dual y método inductivo intercultural—que requieren respaldo sostenido y desarrollo profesional docente.
En el ámbito rural persisten infraestructura precaria, escuelas multigrado sin soporte, escasa conectividad y materiales poco contextualizados; en población migrante, barreras legales y culturales, estigma y trabajo infantil; en género y diversidad sexual, currículos y prácticas androcéntricas y acoso; y, en discapacidad, falta de accesibilidad, recursos y planes individualizados de aprendizaje.
Como líneas de acción, Feltes planteó “elevar el piso” para quienes están en la base de la pirámide educativa, cerrar brechas con financiamiento focalizado, fortalecer la formación docente en inclusión e interculturalidad, alinear la tecnología a contextos locales y sustituir la evaluación exclusivamente estandarizada por estrategias formativas con múltiples oportunidades para demostrar lo aprendido. “La realidad nos obliga a actuar”, concluyó.
