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A favor del sindicato

No vivimos tiempos propicios para el matiz, y la distinción, entre el valor de algunas instituciones imprescindibles, y las malas prácticas —es más— barbaridades y delitos cometidos a su amparo y en su nombre. Como hubo malos usos y peores costumbres impulsados desde ellas, y de no poca monta, corremos el riesgo de ignorar su importancia como formas de organización social, colectivas, para, por ejemplo, poner límites al avasallamiento del dinero, o a la desmesura en el uso del poder por parte de quienes, elegidos por nosotros, lo detentan.

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Contra el mérito

¿Quién puede estar en contra del mérito? Es ya eje del sentido común en nuestro tiempo. A mi juicio, es imprescindible ponerlo en cuestión. Desde hace cerca de 40 años, en el medio educativo mexicano (y otros espacios sociales) se ha instalado una concepción que corroe sus cimientos. Se trata del Individualismo-Meritocrático-Competitivo, (IMC). A mediados de los ochenta, un grupo de científicos solicitaron auxilio porque el valor adquisitivo de sus ingresos se habían derrumbado como efecto de la crisis. El resultado no fue un aumento por la vía salarial, sino el empleo de Transferencias Monetarias Condicionadas (TMC).

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Incertidumbre en el rumbo educativo

Cuando no vemos con nitidez el rumbo por el que nos lleva un camino; si hay “polvo en el viento” de tal manera que el contorno de la calzada no se alcanza a ver del todo; en el caso que ante la pregunta sobre el proyecto que un gobierno tiene sobre algo importante la respuesta no sea precisa, estamos en los linderos de la duda: nos encontramos en el terreno de la incertidumbre. ¿Para dónde vamos? ¿Qué proponen?

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Diamantina en la escuela mexicana

¿Sabía usted que, en México, las niñas, niños, adolescentes y jóvenes que asisten a la escuela son cerca de 34 millones y medio? En números redondos, 5 van diario al preescolar, 14 a las primarias, 6.5 llegan diario a secundaria (la educación básica, entonces, conjunta a 25.5 millones de personas). Si se añaden 5 y 4 millones en media superior y superior, respectivamente, llegamos a la cifra total. La suma de profesoras y profesores que laboran en las decenas y decenas de miles de escuelas, públicas y privadas, no es menor: 2 millones.

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El día que regresé al kinder

El lunes, establecieron las reglas para llevarse bien y respetar a los demás: saludar, pedir permiso cuando quisieran pasar, dar las gracias… cuestiones así, sencillas, acordadas en la Asamblea del salón. Con cuatro años de edad. La educadora las anotó y, cada día, al final de la jornada, daban cuenta personal de su observancia. Yo no más tres; a mí me tocó no hacer bien la cinco; creo que no me falló ninguna, ah sí: le di un empujón a Jaime.

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¿Es gratuita la educación pública?

Pienso, luego insisto: la Constitución, en el artículo 3, luego de armar que la educación es un derecho, establece que el Estado “impartirá y garantizará la educación inicial, preescolar, primaria, secundaria, media superior y superior”. Además, señala que la impartida por éste, además de obligatoria, “será universal, inclusiva, pública, gratuita y laica”.

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¿Cualquiera puede enseñar?

Sí. No hay duda: tome usted un objeto y muéstrelo a la primera persona que tenga a la vista. Dígale: ¡mira! y espere a que lo vea. Ya le enseñó, digamos, sus lentes. En eso no hay dicultad alguna. Pero si se entiende la pregunta en el sentido que quién sea, independientemente de su preparación, puede ser docente, entonces la respuesta es no, y rotundo.

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La ventana de la SEP

No lo sé de cierto, pero me dicen los que han andado por los laberintos de la Secretaría de Educación Pública que, además del famoso escritorio de Vasconcelos, en la oficina del secretario hay una ventana muy peculiar: no da a la calle, sino a una plaza imaginaria que permite ver al magisterio nacional. Si como dice Piaget: “uno no sabe lo que ve, sino ve lo que sabe”, la imagen del inmenso conjunto de docentes y trabajadores asociados a las tareas del aprendizaje en el país, está condicionada por quien mira y, entones, la percepción resultante no es ajena, sino posible, a partir de los juicios previos de quienes observan. En 2012, las élites políticas y económicas –a las que siempre acompañaron la mayoría de los medios de comunicación– se reunieron para tener acceso al ventanal.

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Educación: paliar carencias o asegurar derechos

Si millones están privados de un bien o servicio, establecido en la Constitución como derecho para todos los mexicanos, es imprescindible actuar para resolverlo. Exigencia política: cumplir la ley, e imperativo ético de un gobierno que se comprometió a que sus acciones estarían guiadas por la equidad, reflejada en la inclusión plena de los excluidos, de los que durante muchas décadas fueron invisibles o considerados, por las élites soberbias, rémora para el desarrollo del país, salvo que se unieran a la concentración de la riqueza en unos cuantos, inaceptable, como mano de obra ni siquiera barata: cuasi gratuita. Si se trata de un imperativo, una obligación que consta en la ley y es jurídicamente vinculante, no optativa, se abren, a mi entender, dos enfoques: el que se orienta desde la noción de las carencias, o el que encara el problema a partir de la concepción de los derechos

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