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¿Podremos formar estudiantes competentes con la actual televisión mexicana?

por Pedro Flores
20 enero, 2014
en Opinión
Justicia social, elección escolar e impuestos

Pedro Flores

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television mexicana

Con su artículo “Televisión, televisoras y crisis educativa en México” (Campus 542), Roberto Rodríguez Gómez nos invita a discutir a fondo el papel que han desempeñado los medios de comunicación masivos, en particular la televisión, en el desarrollo educativo del país. Según el investigador de la UNAM, hay una relación directa entre la calidad de la televisión y la formación intelectual de los niños y jóvenes.
Bajo este argumento, es necesario preguntar: ¿es honesto juzgar el actuar y desempeño de los maestros —disidentes e “institucionales”— y del sistema educativo sin una mínima reflexión sobre los contenidos que transmiten los programas de Televisa y TV Azteca? No; y aquí creo que tanto los maestros como los intelectuales, periodistas y académicos hemos perdido la brújula, ya que en lugar de interpelar a las principales televisoras mexicanas en relación con su función educadora, nos dedicamos a acusar de “privatizadoras” a las organizaciones civiles ligadas a éstas.

¿Por qué mejor no le pedimos pública y abiertamente a Mexicanos Primero (MP) que así como construyen interesantes índices educativos también indaguen, con el rigor que les caracteriza, cuál es el impacto de la TV abierta en el aprovechamiento escolar de las niñas, niños y jóvenes? ¿Qué beneficios y perjuicios acarrea la TV a la niñez y juventud de las zonas más desfavorecidas del país? Si en verdad los ex funcionarios de la Fundación Televisa y sus colaboradores quieren mejorar la calidad de la educación pública, ¿promoverían un proyecto que trate de formar televidentes más atentos (smart viewers) cuyo razonamiento sirva para apagar la pantalla chica cada vez que se presenten contenidos deseducadores? Por “contenido deseducador” entiendo el juicio apresurado de los reporteros y conductores de los noticieros, la opinión ideológicamente sesgada, la subestimación de las personas que los “artistas” consideran “nacas”, el bullying, la mofa hacia los gay, el razonamiento basado en el esoterismo y en las fuerzas del “más allá” o el mal uso del lenguaje.

A la par de premiar a docentes destacados, ¿haría MP una clasificación de los programas de la TV abierta de acuerdo con su índice o nivel deseducador y culturalmente regresivo? ¿No le serviría también este tipo de información a la sociedad y a todas las madres y padres de familia? En México, no hay que olvidarlo, contamos con un ombudsman del televidente.

Interpelar a una organización civil preocupada por la educación y ligada a una poderosa empresa televisiva mexicana no parte de una mala intención o de un prejuicio ideológico; sino de un genuino interés de que cada actor no gubernamental asuma —asumamos— la responsabilidad sobre el desarrollo educativo de México y que podamos hacer algo de manera conjunta. Todos podríamos salir beneficiados.

Además, cuestionar el papel de los medios de comunicación masivos como la televisión ha sido y será un tema recurrente en nuestra democracia. No hay que olvidar cuál fue la bandera principal del #MásDe131. Los avispados universitarios agrupados en este movimiento cuestionaron la manipulación noticiosa, la intromisión de las empresas televisivas en las elecciones federales de 2012 y la fabricación de una imagen política “ganadora”. Gracias a sus acciones, se modificó, en cierto grado, la intención del voto, los dueños de las principales televisoras recapacitaron sobre la transmisión de los debates entre los candidatos a la presidencia y sobre todo, nos volvimos a preguntar cómo frenar a los poderes fácticos dentro de nuestra débil democracia.

Por otra parte, convertir a los medios de comunicación en un aliado de la educación pública no es un propósito nuevo. El Compromiso Social por la Calidad de la Educación (CSCE), por ejemplo, estableció que los medios de comunicación se comprometían a “difundir las mejores manifestaciones de la cultura”, entre otras cosas. El CSCE fue suscrito en 2002 por la Secretaría de Educación Pública, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), los gobiernos de los estados, universidades, representantes de organizaciones civiles y de medios de comunicación. Actualmente, en la página electrónica del Compromiso aparece como su presidente, Esteban Moctezuma Barragán, director de Fundación Azteca y ex secretario de Gobernación. ¿Con él a la cabeza se podrán retomar los compromisos de los medios de comunicación? Así como el SNTE no cumplió los acuerdos del CSCE, otros actores tampoco lo hicieron.

A casi diez años de firmado el CSCE y con los incumplimientos a cuestas, vino una desafortunada declaración del entonces secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, con respecto del papel de la televisión en el desarrollo educativo de México. En la ceremonia de aniversario del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), Lujambio consideró a las telenovelas como un “poderoso instrumento” para luchar contra el rezago educativo por el simple hecho de que Juan Osorio, productor de Televisa, mencionaba al INEA en sus refriteados teledramas. ¿Será verdad que las telenovelas de Televisa son un poderoso instrumento educativo? Sinceramente, no me imagino al ilustre y tristemente finado ex secretario de Educación Pública viendo Chispita —la telenovela protagonizada por Lucerito— mientras estudiaba Ciencias Sociales en el ITAM y desarrollaba una brillante carrera política y académica.
En resumen, no es posible fomentar una educación de calidad con la actual televisión mexicana. Por ello, es hora de cuestionar inteligentemente a los medios masivos de comunicación y a las organizaciones ligadas a éstos. Los verdaderos adversarios de la educación pública no provienen del Banco Mundial o de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), están más cerca de Usted; sólo encienda la tele y sintonice el canal 2, 5, 7 ó 13. Vería que la “filosofía” de las televisoras mexicanas sigue siendo: “Cualquier intento de hacer pensar aburre”, como diría Carlos Monsiváis.

Publicado en Campus Milenio

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