Educación Futura

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  • ¿En las aulas o en las calles? A propósito de la CNTE

    ¿En las aulas o en las calles? A propósito de la CNTE

    Irma Villalpando
    Irma Villalpando
    El aula como trinchera

    Miguel Ángel es profesor multigrado de la telesecundaria Ricardo Flores Magón, ubicada en la localidad Estación Méndez, municipio de Pánuco al norte de Veracruz. Tiene 33 años y una década como docente. Obtuvo su plaza por concurso durante el sexenio de Peña Nieto. Su rutina es exigente: se levanta a las 4:00 a.m., hace ejercicio, prepara su desayuno y su lunch, conduce su camioneta durante hora y media por caminos semirurales y, por fin, llega a la escuela a las 7:30 a.m., revisa las aulas e instalaciones y recibe a sus alumnos.

    A su escuela —a la que él llama con cariño “Mi pequeña Finlandia”—, asisten 19 estudiantes: 10 de primero, 4 de segundo y 5 de tercero. Miguel Ángel enfrenta en solitud su tarea y su función. No hay en su escuela director, ni conserje, ni secretaria, ni pedagogo, ni orientador ni psicólogo. Solo él, frente a su grupo. 

    Miguel Ángel imparte las materias de los tres grados de secundaria. Su favorita es matemáticas, que enseña todos los días; español, tres días; inglés, deportes, historia y formación cívica y ética, dos días cada una. En los recreos, juega futbol o platica con sus estudiantes; los escucha si tienen algún problema. Con el apretado horario y tantas materias se las ingenia para dar clases de arte, preparar festivales y concursos, gestionar la burocracia escolar y asear el plantel incluyendo la limpieza de los baños, con la ayuda de sus alumnos.

    Aunque se trata de una telesecundaria, no hay ninguna TV en su aula: dado que no recibían la señal y necesitaban recursos, las madres de familia decidieron venderlas. Miguel Ángel usa su propia computadora para planear sus clases y cumplir con los reportes que exige la SEP.

    A su aula le hace falta pintura y mantenimiento en general, sus ventanas son muy pequeñas y el calor apenas se combate con un pequeño ventilador. El patio no está techado y en época de calor “sí le sufrimos”, dice. Le pregunté si se habían beneficiado de la “Escuela es Nuestra” (programa de la administración federal que entrega dinero a los padres de familia para mejorar la infraestructura de la escuela), me respondió que sí, aunque con resultados cuestionables. “Los papás compraron mesabancos de muy mala calidad que tuve que quitarles la paleta, porque se movían mucho. También arreglaron las puertas de los baños, pero el herrero hizo un mal trabajo y ya no funcionan algunas. También pusieron un Rotoplas, pero ya no alcanzó para un techo del patio. Son muchas las necesidades”, lamenta.

    De sus estudiantes le inquieta especialmente una niña que no sabe leer ni escribir y que tampoco puede hacer sumas simples: “Se cayó de pequeña y desde entonces le dan ataques; tiene muchas dificultades para aprender”. También le preocupa el crimen organizado que “siempre anda merodeando” a sus estudiantes. 

    Muchos de sus alumnos provienen de hogares disfuncionales: la mamá de una niña está en prisión; varios de sus estudiantes viven con madres sustitutas, algunos con sus abuelos, porque sus padres migraron a Monterrey o Estados Unidos para trabajar. El 90 % de sus estudiantes tiene celular y usa redes sociales; los muchachos son fanáticos de Free Fire, les gusta andar en moto y hacer competencias entre ellos. Algunos trabajan por las tardes o fines de semana en la parcela; las niñas ayudan en tareas domésticas en sus hogares. 

    Miguel Ángel está en desacuerdo con la Nueva Escuela Mexicana (NEM). “Para mí, la NEM es una red de caminos que no conducen a ningún lugar por sí solos, ya que si eliges el camino del plan de estudios, te pierdes; lo mismo con los libros de texto o los proyectos”. Este año tuvo que pedir a sus estudiantes, por vez primera, que compraran una guía de matemáticas, porque no vienen ejercicios en los nuevos libros.

    Miguel Ángel percibe un salario neto mensual de diez mil pesos. Lo conocí hace tres años en un seminario; a menudo me pregunta sobre libros de pedagogía o didáctica. Se interesa por metodologías nuevas y sabe que si aprende más, puede enseñar mejor. Por el uso del espacio y la simetría en su escritura, los pizarrones que hace Miguel cuando explica su clase son los más hermosos que he visto. 

    El sábado 8 de junio, mientras se escribía este artículo, se anunció el retiro de la CNTE de la CDMX. Dado que los docentes dejaron las aulas el 14 de mayo y posiblemente regresarán el lunes 9, es posible calcular que más del millón de niños y niñas de las escuelas afectadas estuvieron casi cuatro semanas sin clases. ¿Qué tan mala es esta noticia? Es mala, ni duda cabe. El mejor lugar de los niños y adolescentes es la escuela; si no están en ella, ¿dónde están?, ¿en las calles, en el celular, con sus abuelos, en las motos? 

    Recibir educación es un derecho de los niños y en este caso se viola este derecho. Los docentes de la CNTE anteponen su derecho de lucha laboral al derecho de los niños de tener clases. Los maestros pueden hacer paros para luchar por sus derechos; los niños, no. 

    Aunque la CNTE esté conformada por maestros, en sus objetivos no figura la mejora de los procesos de enseñanza. Su interés se centra en alcanzar mejores condiciones laborales y fortalecerse como fuerza política; los niños y sus aprendizajes no son parte de su lucha. 

    Para la CNTE, la lucha de clases es la tensión que sostiene la realidad social. Sus demandas laborales las hacen desde la crítica marxista al capitalismo, el cual, afirman, en su fase neoliberal intensifica en la población una fuerza vertical de opresión y dominio. Solo desde el antagonismo entre quienes poseen el capital y quienes no —traducido en la dualidad de opresores y oprimidos— es posible entender el desposeimiento que denuncian y la naturaleza de sus demandas: 100 % de incremento salarial y cambio al sistema de pensiones, entre otras peticiones. 

    No es la CNTE, es el gobierno

    Los estados con mayor presencia de la CNTE son Oaxaca, Chiapas, Michoacán y Guerrero, entidades que registran los más altos niveles de rezago educativo. Ese rezago no es responsabilidad de la CNTE, sino consecuencia directa de la pobreza estructural y el histórico abandono de sus comunidades. Eso también hay que decirlo.

    A la CNTE se le puede reprochar su ausencia en las aulas y su negativa a reponer las clases en periodos compensatorios. Eso no hacen los maestros interesados en sus estudiantes. También se le puede cuestionar sus mecanismos de presión: la alteración del orden social y la beligerancia que algunos de ellos muestran, esas conductas tampoco son propias de educadores. Lo que no podemos atribuirles es el rezago educativo de sus comunidades, eso es una debilidad estructural de nuestro sistema educativo.

    El actor clave para entender los problemas de rezago escolar y reproducción social de la pobreza es el gobierno. No hay calidad educativa sin condiciones materiales mínimas y equipos de trabajo integrados para atender a los niños. Las escuelas sin recursos ni acompañamiento no logran librar el desafío de una sociedad lacerantemente desigual. La escuela de Pánuco es apenas un botón. 

    A pesar de que Miguel Ángel hace su mayor esfuerzo, su escuela no alcanza a ser un mecanismo que saque a los estudiantes de su contexto de pobreza y los lleve a mejores oportunidades de desarrollo personal y social. Su aula, como tantas otras, es apenas un velero enfrentando el tsunami de la pobreza y la desigualdad.

    La CNTE existe porque desde hace décadas el gobierno optó por el corporativismo asfixiando la democracia en los procesos de elección sindical. Con el tiempo, los gobiernos de los diferentes partidos políticos han gestado la formación de dos fuerzas políticas: un SNTE oficialista con personalidad jurídica propia y una CNTE, disidente, sin personalidad jurídica pero con reconocimiento de facto como fuerza política en tanto el gobierno negocia y pacta con ella. Dos expresiones de un mismo mecanismo que opera intercambiando el respaldo político por intereses de grupo. 

    Los millones de pesos gastados en iPads para afiliar a un millón y medio de nuevos morenistas son recursos que deberían ir directamente a las escuelas de los estados más pobres. Los niños de estas comunidades necesitan más personal especializado y mejores entornos de aprendizaje. 

    Por su parte, tanto el sindicato como su disidencia tendrían que defender los legítimos derechos laborales de los docentes, pero sin comprometer el interés superior de la niñez: tener una educación pública de calidad. La lucha gremial, por más legítima que esta sea, no puede ir en contra del aula.

    Reflexión final

    Los fines de la educación deben estar por encima de los antagonismos de clase. Los maestros de la CNTE equivocan su rol social cuando pregonan que “luchando también se está enseñando”. Los niños y las niñas no van a la escuela a recibir lecciones de lucha. 

    Las escuelas no deben ser de izquierda ni de derecha; su camino es instruir de la mejor manera a sus estudiantes, cultivar en ellos el placer de leer y asegurarse de que comprenden lo que leen; alimentar su pensamiento con conocimientos y razonamientos lógicos y bien argumentados. Esta es condición previa para que, cuando adultos, participen en la vida política de una sociedad que desea construirse a través del diálogo y el razonamiento.

    Exijamos que la escuela cumpla sus objetivos de instrucción: con ello aleja a sus estudiantes del sometimiento que da la ignorancia. Ser cultos es la única forma de ser libres, decía Martí. 

    Un buen gobierno debe construir una escuela pública de calidad con equidad; garantizar que los niños y niñas tengan las oportunidades reales para salir de la pobreza de sus hogares de origen. Países de alto nivel educativo lo hacen. 

    Continuaremos con la crisis educativa si los gobernantes no colocan, en los hechos, la educación como prioridad. Su desinterés por garantizar un futuro digno a niñas y niños es la prueba más contundente que tenemos para negarles el derecho a llamarse un gobierno humanista. 

  • El cierre de escuelas rurales

    El cierre de escuelas rurales

    Diego Juárez Bolaños*

    A fines de 2016, la Secretaría de Educación Pública emitió el Comunicado 493 titulado “Anuncia Nuño Mayer reconcentración de escuelas; 100 mil planteles en comunidades dispersas concentran 14 por ciento de estudiantes”. En éste, se mencionó que a inicios de 2107 la SEP anunciaría un programa de inclusión y equidad, el cual implicaría el cierre de miles de pequeñas escuelas rurales a fin de obligar a sus alumnos a asistir a planteles de mayor tamaño.

    Si bien en el Comunicado no se presentaron mayores detalles acerca de cómo se ejecutaría esa política, diversos actores, como docentes y académicos, mostraron su inconformidad ante la medida. La SEP, en enero de 2017, la matiza y anuncia el cierre de alrededor de 500 escuelas multigrado, ubicadas en las periferias urbanas y atendidas por el Consejo Nacional de Fomento Educativo; los alumnos irían a establecimientos educativos con mejor infraestructura, localizados a no más de un kilómetro de distancia de las escuelas cerradas.  

    Cabe destacar que la SEP no aportó información detallada sobre la implementación de la medida, ni estudios que la sustenten; con ello evidenció su incapacidad -que ha mostrado durante la última década- para atender a los pobladores del medio rural, espacios donde se ubican más de la mitad de las escuelas públicas de nivel básico del país.

    La idea de cerrar escuelas y concentrar a los estudiantes en planteles de mayor tamaño forma parte de una tendencia mundial que, con el argumento de ofrecer servicios educativos de mejor calidad, en el fondo siguen criterios económicos. Para los Estados es más barato sostener una escuela de mayor tamaño que varios establecimientos rurales dispersos. Estas políticas se han desarrollado en algunas naciones como Finlandia, Suecia,  Noruega, además de Canadá, España y en países latinoamericanos, como Chile y Costa Rica, por  mencionar un par.

    En el caso de las naciones europeas ello se ha justificado por la reducción del presupuesto –durante los últimos 20 años- dirigido a las instancias municipales debido a procesos migratorios campo-ciudad ya que los recursos están determinados por su población. Además, en esos países buena parte de los costos de sostenimiento de las escuelas rurales los asumen los municipios (y no los gobiernos estatales o federal, como ocurre en México). Así, en un afán por reducir costos, los municipios proporcionan alimentación y transporte (desde localidades de residencia, hacia escuelas localizadas en poblaciones de mayor tamaño) gratuitos a alumnos de los niveles de primaria y secundaria.  Tales políticas se han desarrollado en contextos distintos a los de México, para empezar deberíamos contar con caminos en buen estado que permitan transportar a los alumnos –de forma ágil y segura, todos los días-,  a los centros escolares de mayor tamaño. En nuestro país, las condiciones de seguridad y calidad de las terracerías y carreteras que existen en buena parte de las zonas rurales son deficientes. Además, los transportes escolares en las naciones europeas tienen buenas condiciones y los conductores están capacitados para su labor, situación que no se vive en nuestro país donde predomina el mal servicio por parte de los transportistas, sumado a la inacción, complicidad o incapacidad de las autoridades que deberían regular sus servicios.   

    Por otra parte, las naciones europeas cumplen con un criterio que estamos lejos de alcanzar en México: mantienen un alto estándar educativo en prácticamente todas sus escuelas. En cambio, en nuestro país, tal como lo muestran todas las evaluaciones de aprendizaje aplicadas durante los últimos 15 años (PISA, SERCE, TERCE, Excale, Enlace, Planea) los aprendizajes alcanzados por los estudiantes que asisten a escuelas rurales, urbanas y privadas  se ubican por debajo de los mínimos: no entienden buena parte de lo que leen, tienen dificultades en expresarse de forma eficiente de manera oral y escrita y cuentan con problemas para solucionar problemas cotidianos mediante el uso eficiente de las matemáticas.

    Al planear cerrar escuelas rurales la SEP parte de una premisa que no tiene relación con la realidad: que en los planteles escolares urbanos o de mayor tamaño se ofrece una mejor educación. Escudándose en un discurso de inclusión y equidad, la Secretaría trata de desarrollar una acción que va en contra de los principios básicos del derecho a la educación: que todos los niños y jóvenes mexicanos cuenten con servicios educativos pertinentes, contextualizados y de calidad.

    La SEP ha tenido prácticamente olvidada a la educación rural durante más una década. Basta mencionar que en 2016 en lugar de asignar mayores recursos a las pequeñas escuelas rurales eliminó los apoyos dirigidos específicamente a las escuelas multigrado del país canalizados en el Programa para la Inclusión y Equidad Educativa.

    A través de estas líneas se hace un llamado a la SEP a no seguir planteando acciones que muestran desinterés por dialogar con los actores afectados(alumnos, padres de familia, docentes, directores, supervisores, miembros de las comunidades), más bien está obligada a elaborar materiales didácticos diseñados para los contextos rurales; planear un sistema de gestión escolar específico para estos planteles; formar y estimular a los docentes para laborar en estos espacios; fortalecer las condiciones de infraestructura escolar y ofrecer apoyos suplementarios a los estudiantes como becas, alimentación y transporte.   Asimismo, instamos a la SEP a llevar a cabo acciones para cumplir con la Constitución y los tratados internacionales que el Estado mexicano ha signado para garantizar el derecho a la educación a todos los sectores. A más de una década de olvido, el camino no es cerrar escuelas rurales sino fortalecerlas.

    *Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación (INIDE). Universidad Iberoamericana

  • Las escuelas secundarias de Hiroshima

    Las escuelas secundarias de Hiroshima

    UNIVERSIDAD DE HIROSHIMA

    Acabo de cumplir dos meses de ser profesor visitante en el Centro para el Estudio de la Cooperación Internacional en Educación de la Universidad de Hiroshima. Aquí se asienta uno de los grupos de investigación de educación comparada más importantes de Japón y de Asia. Pienso cumplir tres propósitos con mi estancia, que termina el 31 de julio.

    El primero es informar a los profesores y estudiantes de posgrado sobre la Reforma Educativa en curso en México. Para ello, mi colega, Riho Sarukai, quien es la responsable de mi presencia aquí, programó cuatro seminarios; mañana será el último de la serie. Organicé el contenido de las presentaciones con base en un artículo que el comité editorial del Journal of International Cooperation in Education ya aceptó para publicación. Además, daré una conferencia en la Universidad Cristiana Internacional de Tokio, una institución de habla inglesa, la semana que viene. Para concluir, el Instituto de Investigaciones en Educación Superior de la Universidad de Hiroshima me pidió una conferencia sobre el estado de las universidades en México. Ya la estoy preparando.

    El segundo propósito es aprender lo más que pueda del sistema educativo en Japón. Para satisfacerlo, leo libros y artículos, aparte de tener charlas frecuentes con los colegas del Centro y de la institución a la que pertenece, la Escuela de Posgrado en Cooperación Internacional. Con la lectura de esos textos alimento mi proyecto de investigación en la Universidad Autónoma Metropolitana.

    Al igual que en mis investigaciones en México y América Latina, no convengo nada más con leer; siempre trato de tener contacto con las escuelas reales; así bajo de la abstracción a la práctica. Me interesa charlar con estudiantes, maestros y directores; en especial con maestros frente a grupo. Aunque, cuando hago visitas formales a los planteles, casi siempre charlo más con directores. Concentro mi escrutinio en la educación básica.

    Ya visité tres escuelas secundarias y tengo en la agenda visitar otra y también una primaria, todas públicas. Hago trámites para visitar al menos una institución privada. En entregas subsecuentes informaré con cierto detalle de las instituciones que me reciben. Hoy nada más ofrezco sus generalidades.

    La secundaria Sagotani es una escuela rural de la municipalidad de Hiroshima. Está situada en una zona de montañas, a una hora en autobús del centro de la ciudad. Fue un acierto comenzar con una escuela que no tiene nada de especial; me suministró el pulso de cómo trabajan las escuelas regulares de este país.

    La secundaria Kannon de Hiroshima se distingue por estar situada en uno de los barrios de marginación social y económica (de los Barakumin); nada de pobreza extrema, pero sí delincuencia, desempleo, algo de drogadicción y violencia urbana. Hace 14 años, al despuntar el siglo, la escuela Kannon mostraba los mismos signos de deterioro del barrio. Hoy es un ejemplo de orden y trabajo; sus estudiantes se desempeñan muy bien y la mayoría ingresa a la educación media, que ya no es obligatoria, pero sí necesaria para desempeñarse en la vida de esta sociedad.

    La escuela Gion Higashi se sitúa en un barrio de clase media de Hiroshima. Es un plantel modelo, donde los designios de la reforma que comenzó a aplicarse en 2002 parecen funcionar bien. La visitan maestros y directivos de varias prefecturas, así como académicos japoneses y extranjeros. Este enfoque se conoce como yutori kyôku, que equivale a una educación liberal, flexible y confortable. Cuando el gobierno lanzó la iniciativa, en 1998, fue muy popular porque mucha gente pensaba que el estrés de los alumnos derivaba del trabajo excesivo y la competencia extrema entre escuelas, lo que contribuía a incrementar los incidentes de violencia escolar.

    La tercera aspiración implica sellar productos de mi estancia en la Universidad de Hiroshima. Junto con Jun Oba, del Instituto de Investigaciones en Educación Superior, trabajo en un ensayo para comparar la estructura de los sistemas educativos de Japón y México. Y, con Riho Sarukai, preparo otro de mayor aliento para hacer un estudio comparado de educación en valores democráticos o educación para la ciudadanía en Japón y en México. Espero que concluyamos antes de que se termine 2014.

    *Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana

    Carlos.Ornelas10@gmail.com

    Publicado en Excelsior