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2014: ¿reforma educativa?

El parto de los montes. Este año había sido marcado como el destinado a llevar a cabo algunas de las intenciones centrales de la llamada Madre de Todas las Reformas de Gran Calado del actual gobierno: la educativa. El primer año, siguiendo la conclusión preferida para tranquilizar toda sobremesa ahíta de ignorancia sobre el país, el gobierno compró, y vendió, la frase que “todo es cuestión de educación”. Además, consolidó la idea que lo que funcionaba mal en el sistema dependía de un demonio educativo: Elba Esther Gordillo, a la que llevó presa, dando satisfacción al circo mediático, sin tocar, todo lo contrario, sin trocar lo fundamental: el corporativismo con el aparato del SNTE. Tan no es posible defender a La Maestra, impresentable, como considerar que de su detención derivaba la calidad educativa.

¿Qué ha pasado? Mucho ruido y, si acaso, escasas nueces en materia educativa. Después de 2013, con las reformas y leyes secundarias, en el 2014 iniciaría el cambio. ¿Qué vimos y vivimos? Resultados iniciales del censo; los foros para la consulta de la que derivaría el nuevo modelo educativo; la fractura de la SEP: hay una SEP para el SNTE, ubicada entre las calles de Argentina y Brasil, y la SEP de la CNTE, con sede en una subsecretaría de Bucareli. El primer examen para el ingreso a la profesión docente, con lineamientos del INEE para clasificar a los aspirantes entre idóneos y lo contrario; la asignación de plazas, en muchos casos, sin seguir la prelación de los resultados en ese examen, sino merced a las relaciones con la sección sindical e incluso, en ocasiones, por el pago de la misma a las autoridades.

Se han hecho públicos todos los datos del censo SEP‐INEGI. El movimiento del IPN que tuvo inicio teatral con Gobernación en el papel estelar en mangas de camisa, y luego a través de un diálogo entre la gerontocracia de la educación superior y representantes estudiantiles para llegar al “acuerdo de todos los acuerdos”: postergar los acuerdos importantes a un futuro Congreso Nacional Politécnico. Cerca del fin de año, se anuncia el inicio de la centralización de la nómina para una parte importante del magisterio, se despide a dos subsecretarios; al tercero (de 4) se le encomienda organizar una comisión organizadora de un futuro centro de enseñanza del español de México en varias ciudades allende las fronteras, que le impedirá seguir siendo el encargado de la educación superior, y “tras su renuncia” se sustituyen por operadores políticos no de cara a la educación, sino frente a la sobrevivencia en el gabinete, la capacidad de gestión política con el sindicato, la fidelidad a presidencia o el secretario, las elecciones de 2015 y el manejo del dinero.

Cansa reseñar lo hecho, pero hay una ausencia estructural: ¿cuál es el horizonte educativo que resulta de haber “recuperado la rectoría del Estado en la educación”? ¿Cómo pueden hacerse tantas cosas, y tener sentido, si no hay una nueva definición curricular que se pronuncie por dejar atrás un plan de estudios enciclopédico y repleto de competencias, que no permite al 60% de los pocos que terminan la educación media, ser competente en leer, escribir, pensar con orden y calcular de acuerdo a criterios lógicos, además de saberse ubicar en el mundo de hoy?

Sin esa tarea central, cambiar los operadores, hacer exámenes, concentrar la nómina o lo que usted quiera elegir, son acciones sin orientación educativa.

México carece de un proyecto educativo. Se ha confundido tal encomienda por la abundancia de evaluaciones y frases célebres. En cuanto a lo educativo, 2014 ha parido un ratón que pronto, frente a la complejidad de la tarea de fondo, se ha refugiado en los viejos estilos para sobrevivir en el presupuesto. Calidad educativa en la televisión, sí, y en el teleprompter: nomás ahí. No más.

Director académico de Educación Futura y Profesor del Centro de Estudios Educativos de El Colegio de México.

mgil@colmex.mx @ManuelGilAnton

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