¿A qué nos referimos cuando hablamos de prácticas educativas?

Miguel Ángel Pérez Reynoso

En distintos espacios académicos, como es el campo de la formación docente o en los diálogos y sesiones de trabajo en las escuelas Normales, se habla indistintamente de jornadas de práctica, de asesores de prácticas, de prácticas situadas etc. Pero aquí me surge una pregunta elemental, ¿Cuándo los formadores de docentes hablan de prácticas educativas a que se refieren y que están entendiendo por práctica en escenarios escolares?

Curiosamente esa parte no se discute, se da por hecho de que todo está claro, pero ¿realmente lo está? Si bien es cierto que los recientes estudios en torno al análisis de las prácticas educativas, o estudios ligados con el papel del actor en contexto en torno a cómo es posible reflexionar su práctica y de las nuevas tendencias teórico metodológicas para el análisis de las prácticas educativas han caminado no tan de prisa como se quisiera y que además ligado a todo ello, la pandemia se ha convertido en un fenómeno importante que ha servido para reconfigurar todo lo que teníamos y para obligarnos a hacer un armado de las cosas nuevas que debemos pensar y hacer.

¿Cuándo los formadores de docentes hablan de prácticas educativas a que se refieren?  Me gustaría preguntarles directa o mediadamente, pero ahí no solo me interesa conocer su definición literal o referencial, me interesa conocer qué, de dicha definición se convierte en acción de su propia práctica y que también de lo que les piden hacer a los alumnos a su cargo ellas y ellos también lo llevan a cabo.

Todo lo anterior lo digo no con un afán inquisidor o por el hecho de molestar, lo digo porque en los discursos o en los encuentros y en las jornadas de diálogo docente, la noción práctica docente y educativa aparece recurrentemente y entonces que hay o que se esconde atrás de ello.

Las distintas reformas e iniciativas de ajuste curricular en las escuelas Normales nos remiten a los planes 97, 99, 2012 hasta llegar a la reforma del 2018 que homologa a todas las licenciaturas de los distintos niveles y modalidades educativas para formar docentes que se incorporen a la educación básica, tienen como uno de sus ejes vertebradores el asunto de la práctica como elemento nuclear para la formación.

De esta manera, se habla de prácticas educativas en contextos reales de trabajo, se habla de jornadas de práctica, se habla de asesorar las prácticas, se habla de muchas cosas, pero –insisto- ¿cómo se concibe o cómo se entiende la noción de práctica educativa para el trabajo de formación de las y los nuevos docentes, desde la perspectiva del profesional de la formación? Creo que ahí reside el núcleo de esta búsqueda que a mi (en lo personal) me interesaría conocer.

¿Cómo hacerle para tener dicho acercamiento? En este punto no es posible hacer preguntas superficiales, pero tampoco se trata de amenazar a las y los docentes que están habilitados en tareas de formación y que la noción que cada sujeto tiene de la práctica educativa, atraviesa la forma concreta en que educan a los sujetos que tienen a su cargo.

Se trata, por lo tanto, de tener acercamientos paulatinos, poco a poco saber qué se esconde detrás de los discursos recurrentes de los sujetos que forman a otros sujetos. Exigir empelarse a fondo, no sólo se trata de conceptualizar sino de develar que esconden las categorías centrales de la reforma en educación que tanto se repiten. Y que los sujetos que forman las utilizan de manera arbitraria y hasta cierto punto normalizada.

En fin, es una inquietud personal que tengo y dentro de la cual se esconde el interés por conocer en donde puede garantizarse el éxito en la formación o un posible fracaso, debido a utilizar palabras huecas, vacías que no tienen ningún sentido para quien forma o para quien educa a otros sujetos.

 

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