CNTE-Chiapas: solución quimérica
- Carlos Ornelas
- 25 septiembre, 2016
- Opinión
- Carlos Ornelas, Chiapas, CNTE
Los griegos inventaron seres fantásticos para encontrarle sentido a lo que no comprendían, creaban mitos que no sólo alimentaban la imaginación, también les servían para fabular y extraer alguna parábola. La quimera era uno de esos seres: un monstruo que tenía cabeza de león, cola de dragón, cuerpo de cabra y expelía llamas por su hocico. Increíble, ¿verdad?
De allí se derivó la palabra quimérica, una creación alucinada que algunos toman como realidad. Tengo para mí que eso fue lo que pasó con el expediente que permitió poner fin —no del todo, según las notas de la prensa— a la huelga de 124 días de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en Chiapas.
A partir del 15 de mayo, los maestros de las secciones 7 y 40 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, parte de la CNTE, comenzaron una huelga en las escuelas del estado, movilizaciones allá y plantones en la Ciudad de México. La demanda: abrogación de la Reforma Educativa.
No lo alcanzaron, pero demostraron poder. Parece que el gobierno creyó que la CNTE de veras tiene cabeza de león y que echa fogonazos por sus fauces. Por ello, sus coletazos —aunque sabemos que no son de dragón— ponen a temblar a la Secretaría de Gobernación, en especial a quien dirigía las negociaciones, el exsubsecretario de Gobierno, Luis Enrique Miranda, hoy secretario de Desarrollo Social.
Y es a él a quien el presidente Peña Nieto encomendó que fuera a resolver la huelga a Chiapas y a desactivar el movimiento. Y el gobierno supone que lo hizo. Esa realización aparente fue a modo de la vieja usanza priista, con base en cañonazos de billetes y la no aplicación de la reforma en Chiapas hasta diciembre de 2018.
Además, de acuerdo con opiniones vertidas por líderes de los maestros disidentes, el secretario Miranda se comprometió a otorgar siete mil pesos por tres meses a estudiantes normalistas que no aprueben el examen de ingreso al servicio profesional docente.
Más todavía, para alimentar la barriga de cabra de esa quimera, el secretarioMiranda acordó transferir 150 millones de pesos para infraestructura educativa —como si no hubiera un plan nacional para ese asunto— y obsequiar útiles y uniformes escolares a los alumnos. Me imagino que las secciones sindicales administrarán esos fondos.
Por si fuera poco, el gobierno descongeló dos cuentas de la CNTE y se comprometió a pagar salarios y prestaciones, sin descuento alguno, a todos los maestros paristas. Ya crecidos y con impunidad garantizada, los maestros que se comprometieron a regresar a clases el miércoles sólo lo harían si los padres de familia pagaban las cuotas “voluntarias” de inscripción. Asunto que llevó a familias pobres a la casa de empeño.
Es una ironía cruel. Los defensores de la escuela pública y gratuita no dejan entrar a las aulas a los niños cuyos padres no aporten. Todo se carga a los más pobres, mientras la Constitución duerme en el regazo de la alta burocracia.
Luis Enrique Miranda no firmó ninguna minuta. Ya se dio cuenta de que la prensa entrometida encuentra documentos que quisiera guardar en el secreto más recóndito. Tampoco quiere enfrentar la ira de Mexicanos Primero y otras organizaciones civiles que promueven amparos para que los pactos entre el gobierno y la CNTE se publiquen. Mantiene oculta a la quimera que él ve como animal con vida corpórea.
Aunque el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, discursea que no hay pactos, su colega en el gabinete lo deja colgado de la brocha. ¿Acaso Nuño perdió el apoyo del Presidente?
Dirán, bueno, si es un acuerdo verbal el gobierno no lo cumplirá. Cierto, los altos mandos no perpetran lo que prometen a la gente común. Pero sí acatan los acuerdos con la CNTE; temen que regrese vomitando fuego. Ésa es la moraleja de esta fábula.
* Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana