Deja vu

El proceso de análisis del plan y programas de estudio será una imposición disfrazada de consenso

Negar la existencia de cierta continuidad con los esfuerzos que en el pasado se han hecho para que México tenga una mejor educación, es una postura arrogante y prepotente de la SEP. El deseo de distinguirse de todo lo anterior, hará que tengan que inventarse desde cero, lo cual, además de tener tintes románticos, parece utópico. 

Dra. Carolina Irene Crowley RabattéLa trampa de la discusión del nuevo plan y programas de estudio 2022. Educación Futura.

El pasado 30 de enero se publicó un boletín de la SEP federal en el que se convoca “…a los diversos actores involucrados en la educación básica, media superior y normal del país, así como a todo interesado en aportar propuestas, a participar en las Asambleas de análisis del plan y los programas de estudio para el diseño de los Libros de Texto Gratuitos para la Educación Básica, que se llevarán a cabo del 31 de enero al 25 de marzo de 2022”. Esta convocatoria se puede consultar en la siguiente liga: https://www.gob.mx/sep/es/articulos/boletin-sep-no-25-convoca-sep-a-participar-en-asambleas-de-analisis-del-plan-y-programas-de-estudio-para-el-diseno-de-libros-de-educacion-basica?idiom=es – :~:text=La Secretaría de Educación Pública,los Libros de Texto Gratuitos

Aunque no es sorprendente por la forma en que tradicionalmente se hacen las cosas en los gobiernos de México, resulta necesario señalar que el boletín fue publicado en el blog de la secretaría un día antes del inicio de las asambleas, lo que manda un primer mensaje de la forma apresurada en que se organizó el proceso y también, lo que es más relevante, de la importancia e interés real de las autoridades educativas por escuchar propuestas bien preparadas y sustentadas, por parte de esos actores involucrados en la educación básica, media superior y normal a quienes se invita a participar.

Porque si la SEP realmente estuviera interesada en que los expertos en estos niveles educativos -en los campos diversos de aprendizaje, didáctica, currículo, etc.- y los profesores y directivos de las escuelas de todo el país presentaran propuestas para ser tomadas en cuenta en la construcción de los nuevos planes y programas de estudio, tendría que dar suficiente tiempo para el estudio de los siete documentos rectores y alrededor de 119 (sic) documentos de trabajo que se generaron “como resultado” del proceso de construcción del plan y los programas de estudio para la educación básica, que se realizó, según el boletín, de julio a diciembre de 2021.

Algunos colegas investigadores que se especializan en política educativa y en currículo han escrito ya varios artículos de opinión donde presentan sus primeras impresiones tanto de los documentos como del proceso al que se ha convocado. No considero tener los elementos suficientes para aportar algo más relevante de lo que estos expertos han comentado, dado que no soy especialista en esos campos.

Varias de estas opiniones coinciden en señalar que los documentos que se someterán a consulta están incompletos y que esta es una primera debilidad del proceso de consulta puesto que los elementos que constituyen los planes y programas de estudio tienen rubros esenciales vacíos de contenido, por lo cual será imposible discutirlos en estas asambleas.

También he encontrado coincidencias en la crítica del proceso de construcción de estos documentos rectores incompletos, que parten según varios investigadores, de ocurrencias y elementos ideológicos más que de un diagnóstico bien sustentado (cfr. El artículo de Crowley citado en el epígrafe como ejemplo) y que en ellos se cita a autores extranjeros y se omite la potencialmente muy rica contribución de los investigadores educativos mexicanos que han estudiado por muchos años las diversas versiones de los planes y programas y los resultados de su instrumentación en las aulas.

Un elemento adicional se centra en el proceso mismo de las asambleas de “análisis” de los documentos que contienen la propuesta de los nuevos planes y programas de estudio de los distintos niveles educativos, puesto que es lógico prever que una reunión masiva de un día en la que se organicen mesas de discusión sobre documentos inacabados resultarán simples mecanismos de legitimación de una propuesta que finalmente terminará siendo la que los funcionarios y equipos de trabajo de la misma secretaría, basados en las líneas ideológicas del gobierno actual, definan e impongan para su instrumentación en los próximos años.

A todo lo anterior hay que sumarle, por una parte, que el año pasado se convocó a un polémico proceso de rediseño de los libros de texto de algunas asignaturas antes de tener los nuevos planes y programas que ahora se quieren “consultar” y que derivarán en una nueva propuesta de libros de texto que sustituirá a estos que son bastante recientes.

Finalmente, el proceso de diseño del plan, que se terminará en el cuarto año de este gobierno sexenal, si todo va bien y se agiliza podrá empezar a aplicarse en el segundo semestre del quinto año de gobierno del presidente actual, con lo cual habrá escaso año y medio de instrumentación práctica de los nuevos planes y programas antes del cambio de gobierno que, si nos atenemos a la historia de la educación nacional, llegará proponiendo otra reforma para volver a empezar desde cero.

Tal vez por ello cuando me enteré de esta convocatoria me sentí viviendo un deja vu, experimenté esa sensación de “esto ya lo he vivido”, como si este nuevo proceso de supuesta y más bien simulada consulta fuera algún recuerdo de una experiencia vivida con anterioridad.

Porque sin duda ya hemos vivido -incluso en mi caso y seguramente el de muchos maestros- la participación en procesos de consulta con asambleas similares para definir planes y programas de estudio nuevos que serán remplazados en poco tiempo por otros que se legitimarán en procesos de falsas consultas muy parecidas a la que ahora está en marcha.

Ya vivimos también y recurrentemente la imposición disfrazada de consenso de modelos educativos, planes y programas para cuya elaboración se ignoró totalmente a los investigadores educativos nacionales expertos en estos temas.

Hemos vivido también estos cambios “al cuarto para las doce” que redundan en una aplicación apresurada por los tiempos políticos y en la imposibilidad de darles continuidad y evaluar sus resultados reales en un tiempo prudente como lo requiere cualquier proceso de innovación educativa.

Porque también hemos vivido hasta el cansancio procesos como el actual, en el que los maestros son usados como instrumentos de legitimación, ignorando todo lo que podrían aportar desde su experiencia y conocimiento práxico.

En este sentido podríamos decir que no hay por qué sorprenderse o llamarse a engaño y que se trata simplemente de otro momento de esta educación basada en el cumplimiento -cumplo y miento- de “ideas geniales” de los gobernantes en turno y sus funcionarios del sector educativo.

Sin embargo, hay algo que hace más grave esta improvisación, esta imposición disfrazada de consulta y consenso. Por un lado, el hecho de que el proceso sea conducido por el director de Materiales Educativos de la SEP y no por la secretaria del ramo ni siquiera por los responsables de las subsecretarías involucradas directamente en el cambio de planes y programas de estudio.

Por otra parte, el que esto ocurra en medio de un proceso de pandemia en el que se han perdido enormes cantidades de aprendizaje sin que la SEP haya planteado un programa prioritario, urgente y bien sustentado de recuperación, que debería ser la necesario antes que pensar en un cambio de planes y programas.

Finalmente, porque el Presidente actual prometió centrar su (contra) reforma educativa en la revalorización del magisterio, que sigue siendo un pendiente y en este proceso de supuesta consulta, se vuelve a instrumentalizar a los docentes en lugar de valorar su experiencia y conocimiento. Un deja vu, pero agravado por el total desinterés del gobierno actual en la educación como un elemento muy relevante de transformación social.

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