El futuro nos duró muy poco: el complejo panorama profesional de los egresados universitarios

No es culpa ni mérito nuestro que vivamos en una época

 en que el apocalipsis del hombre se ha vuelto un suceso cotidiano. 

-Peter Sloterdijk 

El Observatorio del Derecho a la Educación y la Justicia (ODEJ) es una plataforma para el pronunciamiento público, impulsado por el Campo Estratégico en Modelos y Políticas Educativas del Sistema Universitario Jesuita (SUJ). Su propósito consiste en la construcción de un espacio de análisis informado y de posicionamiento crítico de las políticas y las reformas educativas en México y América Latina, arraigado en la realidad social acerca de las injusticias del sistema educativo, y recupera temas coyunturales y estructurales con relación a la agenda educativa vigente.

José Jiménez Ortiz, 

IBERO Torreón

En el filme El río y la muerte (1954), Luis Buñuel narra la historia de un joven que ha dejado su pueblo en la costa de Guerrero, México, para estudiar una carrera profesional en la recién inaugurada Ciudad Universitaria de la UNAM. Al terminar sus estudios, el entonces médico, no sólo se ha instruido y cultivado de tal forma que la educación le ha otorgado un distanciamiento crítico que le permite rechazar las violentas e irracionales tradiciones arraigadas en su tierra, sino que, además, ha alcanzado una calidad de vida próspera como miembro de un cuerpo de investigadores de la misma institución de la cual egresó. 

La tesis del director español es contundente: la educación es la única vía para terminar con la ancestral violencia del país, llevando a sus ciudadanos por el camino del progreso, el crecimiento económico y una posterior movilidad social. En una escena de la historia, el Dr. Genaro Anguiano le muestra a su madre ropa, departamento, incluso sus nuevos muebles, todo fruto del trabajo que ha podido obtener tras haberse titulado como médico cirujano, en franco contraste con la vida del pueblo costeño del cual Buñuel, siempre premeditadamente, muestra las manecillas de sus relojes en las doce en punto, ironizando sobre la condición social que respecto al progreso y la modernidad se vivía en aquel lugar y en buena parte de la realidad latinoamericana.

Mis padres cursaron su carrera universitaria algunos años después de que se estrenara el filme, y durante décadas, en el imaginario colectivo se cimentó firmemente la idea central de El río ya muerte: egresar de la universidad te convertirá en una persona preparada, capaz de obtener un buen empleo, aumentar drásticamente tu poder adquisitivo y así, mejorar tu calidad de vida. Era 1954, el Milagro Mexicano transformaba vertiginosamente la infraestructura de todo el país, mientras la oferta laboral, producto de la coyuntura, permitiría sostener dicho mito durante algunos años más: esforzarse por ingresar a la universidad, para así obtener un buen un empleo en una gran empresa y permanecer en ella hasta la jubilación, se convirtió en el plan de vida no sólo de generaciones enteras, sino del propio currículo universitario.

Todos sabemos lo que ocurrió un par de décadas después: la bonanza y prosperidad pronto terminaron, una serie de coyunturas de crisis económicas, políticas y sociales (1968, 1971, 1977, 1982, 1985, 1988, 1994, y un largo etcétera), derrumbarían por completo el mito. Pero, ¿qué ha pasado con el currículo y la cosmovisión con la que las universidades preparan a sus estudiantes respecto a su futuro profesional? 

Durante los últimos 30 años se han realizado grandes esfuerzos para optimizar planes de estudio respecto a las constantes transformaciones sociales, culturales y tecnológicas que el mundo vive a ritmo siniestro. Desde la tecnificación de la educación media superior, hasta el balance oferta-demanda que cada zona geoeconómica del mundo requiere de acuerdo con sus características (y las necesidades globales de los grandes capitales), no cabe duda que se trabaja de forma continua en regular las herramientas que los estudiantes ocuparán para enfrentar su realidad laboral, ofreciendo conocimientos, habilidades, técnicas, competencias e incluso, la inteligencia emocional para afrontar los retos que el mercado laboral representa. Sin embargo, considero que sigue habiendo un fuerte tufo a aquel mito de que un estudiante habrá de desarrollarse profesionalmente, en principio, dentro de una empresa que le contratará de manera formal en el área en que se ha preparado. Y sabemos que eso es cada día menos probable: México tiene la proporción más baja de población con ocupación laboral (25-64 años) de personas con un título de educación superior entre los países miembros de la OCDE: 17.4%, muy por debajo del promedio de la Organización, que es de 36.9%.

 

Ante ese panorama, para muchos jóvenes existen, principalmente, dos grandes alternativas a convertirse en fuerza laboral asalariada: el freelance y el emprendedurismo. La primera, reforzada por las reformas laborales en materia de outsourcing en todo el mundo, y la segundo, impulsada en gran medida por la política del “changarrito” iniciada hace 20 años por el entonces presidente de la República Vicente Fox Quezada (aunque también es una tendencia en buena parte del orbe). Ninguna de las dos opciones es una locura en el mundo actual, creo que a nadie le debería sorprender que un joven tome cualquiera de los dos caminos. Lo que personalmente me ocupa y preocupa, es la carencia de algunas herramientas con las que el estudiante universitario no cuenta a la hora de egresar y elegir alguna de estas opciones. 

 

El mercado laboral se ha transformado en la última década a tal punto que hoy en día la estructura de trabajo por proyectos es predominante. Las prácticas de reclutamiento, selección y administración de personal apuntan a una seria reducción de las posiciones laborales permanentes, y sólo en México, 14 millones de personas se clasifican como trabajadores independientes o freelancers (a nivel Latinoamérica, se registra un aumento de 42% hacia 2020). En cuanto al emprendedurismo, 85% de los estudiantes universitarios en México tomaría esa opción, de contar con la preparación y los medios adecuados para ello, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI realizada en 2020. Entonces, ¿por qué el desfase entre lo aprendido en la universidad y lo que se necesita para desarrollarse profesionalmente en estos medios?

 

Existen áreas fundamentales para confrontar la realidad del mercado laboral actual, que aún pasan desapercibidas en el currículo. Los estudiantes (salvo los matriculados en áreas administrativo-contables) no tienen idea de las responsabilidades fiscales que les esperan, menos, si es que deciden desenvolverse de forma independiente o tomar los riesgos financieros que implica emprender un negocio propio. Tampoco poseen herramientas apropiadas de Networking que les permitan formar parte de una línea de producción global interconectada. Desconocen el proceso y la metodología del lenguaje en código, dentro de un mundo empresarial regido por el E-Commerce. No saben cómo funciona un rancho de servidores en AWS, ni cómo opera el Dashboard de una APP para manejar inventarios, personal, o ventas en línea. Tampoco poseen formación en áreas de patentes y registro de marcas. Sufren con la administración de sus finanzas personales. No cuentan con elementos teóricos para sumergirse en los algoritmos que estructuran el mercado digital. Tampoco viven un proceso formativo en cuanto a UX/UI que les permita investigar su mercado, realizar un Testing adecuado de nuevos productos y servicios, y trazar las estrategias adecuadas para ello. No existen espacios para dialogar en torno al Smart Money, el diseño de un Pitch de trabajo o los productos que ofrece el emergente mercado del NFT. También se vive un vacío en torno al Branding personal, así como al proceso para la elaboración de un Book y Dossier profesional. Demasiados huecos que se traducen en incertidumbre, ansiedad o pánico, de jóvenes que no correrán con la misma suerte del Dr. Anguiano en El río y la muerte, y que deberán buscar otro camino para alcanzar la estabilidad profesional que les permita desarrollarse profesionalmente y mejorar su calidad de vida. Si bien es cierto, no es necesario que los estudiantes se vuelvan expertos en éstos y otros tópicos indispensables para una vida laboral a futuro, sí es necesario que cuenten con las bases que les posibiliten sobrellevar su práctica profesional, sean diseñadores industriales, nutriólogos, arquitectos, abogados, chefs, ingenieros ambientales, o educadores.

 

Al igual que para cualquier otra estructura que forme parte del tejido social contemporáneo, resulta muy difícil para la escuela estar completamente al día en cuanto a los vertiginosos y violentos cambios que día a día vive nuestro mundo. Sin embargo, resulta fundamental acortar poco a poco caminos y centrar la mirada en las necesidades concretas que la universidad debe atender para sus estudiantes. Es importante realizar una minuciosa revisión del currículo vigente, y gestionar desde las posibilidades y la filosofía de cada institución, estrategias que focalicen en estos vacíos existentes. ¿Cuáles son los conocimientos, herramientas y fortalezas del carácter que requiere un egresado del sistema universitario para desarrollarse profesionalmente en el escenario actual del mercado laboral global? ¿Cuentan los planes de estudio vigentes con asignaturas que le orienten en su desarrollo como un Emprendedor de su propio modelo de negocios o como un Freelancer interconectado globalmente? Es indispensable alcanzar academias interdisciplinarias para integrar un cuerpo de materias que atiendan las problemáticas técnicas y operativas que enfrenta un egresado con miras a su futuro inmediato, como parte de la población económicamente activa de su comunidad. Estoy seguro que, de esa forma, será más sencillo ampliar sus horizontes profesionales, contar con la preparación para su desarrollo personal y profesional,  y para nosotros, los profesores, será mucho más sencillo responder al siempre inquietante cuestionamiento: ¿Para qué estudiar una carrera entonces, si nadie me garantiza que así obtendré un empleo y la movilidad social que estoy buscando?

 

Referencias

Buñuel, L. (1954). El Río y la Muerte. 93 min. B/N. México.

Castells, M. (2007). Estudiar, ¿Para qué? Perú: Ed. La Vanguardia.

Duch, L. (1997). La educación y la crisis de la modernidad. Barcelona: Paidós. 

García Canclini, N. (2012). Jóvenes, Culturas Urbanas y Redes Digitales. Barcelona: Ariel. 

INEGI (2020). Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). México: INEGI.

OCED (2018). Education at a Glance 2018: OECD Indicators. Francia: OECD.

Levine, R. (2018). The End of Business as Usual. EUA: Basic Books.

Reguillo, R. (2010). Los Jóvenes en México. México: Fondo de Cultura Económica. 

Salgado Vega, M. (2005). Empleo y Transición Profesional en México. En Papeles de población No. 11. México: Universidad Autónoma del Estado de México.

 

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