El regreso a clases sin clases: El efecto placebo

Miguel Ángel Pérez Reynoso

Este lunes 1 de marzo algunos colegios privados vivirán un proceso de regreso a los edificios escolares, o como lo decía el Dr. Bazdresch “se regresa a la escuela y no se regresa a clases” (Educarnos, 25 febrero de 2021). Esta situación paradójica es como el efecto placebo que utilizan algunos médicos de otorgar medicina sin dar medicina.

El regreso a las escuelas que no implica rigurosamente el regresar a clases (Baazdersch dixit), debido a que las autoridades educativas han autorizado este formato de regresar sin regresar, o sea de regresar a las escuelas sin regresar a clases.

Cabe aclarar que esta decisión es exclusiva de los colegios particulares y del estado de Jalisco, la cual se da en un contexto en donde aun no contamos con semáforo verde y que contradice lo que el señor gobernador había declarado días antes de que “se regresará a las escuelas hasta el próximo ciclo escolar en el mes de agosto”.

Toda esta serie de confusiones, esta telaraña de discursos, estos laberintos declarativos; tienen en el trasfondo un asunto muy sencillo, han sido algunos colegios privados que al verse presionados por los padres de familia que, a su vez al verse presionados por sus propios hijos e hijas en edad escolar, han decidido abrir nuevamente las puertas de los colegios para cuidar niños y niñas, para permitirles que socialicen, para dar un respiro a los padres y con ello justificar el pago de cuotas escolares y colegiaturas mensuales. 

Esta pedagogía de cumplir caprichos o de responder ante los caprichos no siempre nos lleva a buen puerto, existe otra contradicción cuando se afirma que solo asistirán los niños y niñas que requieren cierta atención especial para recuperarse, pero por otro lado se dice que el regreso será plenamente voluntario. Si un niño o niña está en situación de rezago o de bajo rendimiento académico, pero no quiere regresar no lo pueden obligar a hacerlo y viceversa si otro caso de niño o niña son de alto rendimiento, pero ya quieren asistir a la escuela para ver a algunos de sus compañeros y tienen la firme voluntad de hacerlo no le pueden quitar el derecho.

Con lo anterior digo que con esta decisión apresurada y populista se generan una serie de ecuaciones, las cuales no tienen solución fácil, para cada uno de sus planteamientos.

Es claro y justificado por otro lado que la autoridad educativa estatal requiera espacios de respiro, abrir válvulas de escape, oxigenar un poco la presión social. El abrir las escuelas en donde se imparten clases, pero sin que haya clases es un contrasentido del cual se requiere explicaciones más claras y convincentes. Como decía Jaime Navarro en su entrega del pasado miércoles, es tanta la presión de los organismos privados en educación que incluso obligan a las autoridades educativas a tomar decisiones aun en contra del más elemental sentido común.

Ahora bien, pensando en los escenarios ¿qué pasará si en este regreso sin regreso se generan contagios inesperados en la escuela misma?, ¿si algún docente encargado de atender o de cuidar niños se contagia accidentalmente, si algún niño o niña en situación de riego en su afán de convivir con sus iguales contagia a sus compañeros? ¿Qué va a ser la autoridad para convencernos de que esos “fueron daños colaterales que estaban previstos pero que todo está bajo control”?

Despees de que los pliegues de la atención educativa se movieron de tal manera de que habilitamos no solo nuevas formas de atención, sino también nuevos espacios para proceder a educarnos en familia y comunidad. Después de todo ello, habría que contemplar un regreso a las escuelas con prevención con organización y sobre todo regresar a las escuelas para tomar clases y seguirse formando, socializando y conviviendo sanamente.

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