carlos-ornelas-avatar

Fin de trimestre

Un lector envió una carta a mi buzón preguntando si tenía experiencia docente. Me inquirió si daba clases y que le dijera de qué y a quiénes. Ya he escrito artículos donde reseño mis tareas en la Universidad Autónoma Metropolitana. Al terminar cada trimestre escribo una carta a mis alumnos. Transcribo la que envié ayer a los estudiantes del primer trimestre de doctorado. Quizás ofrezca pistas sobre mi labor docente.

Estimadas y estimados estudiantes:

uam_examenYa cerramos el trimestre. Estoy satisfecho por lo que alcanzamos en 12 semanas. Les confieso que recelé cuando la coordinadora del área me pidió que en lugar del seminario de teoría de la educación, ofreciera un coloquio acerca del sistema educativo mexicano.

Manifesté que tal vez a ustedes no le gustaría cambiar la lectura de los clásicos para concentrarse en textos acerca de la educación mexicana. Argüí sobre la importancia de que los estudiantes conozcan las ideas fundamentales de Durkheim, Weber y Marx, de los fundadores del funcionalismo, Parsons y Dreeben; de los ensayistas de la nueva sociología de la educación, Young y Bernstein; de los neomarxistas Althusser, Carnoy, Bowles y Gintis; a sociólogos contemporáneos como Habermas y Giddens, y a postmodernistas como Foucault y Bourdieu (no sé dónde colocar a este autor).

Me pregunté si alguno de los colegas pondrá a su consideración el ensayo de C. Wright Mills, El trabajo intelectual como artesanía. Es una pieza a la que dedico una sesión completa en otros seminarios, mas no lo propongo como una lectura independiente, sino ligada a sus proyectos de investigación. Pero como apenas andan en búsqueda de problema, tal vez no sea apropiado leer a Mills en el primer trimestre. En fin, estaba lleno de titubeos.

Mi conciencia se tranquilizó cuando me enteré que no se privarían de la teoría, que en el núcleo básico de profesores se había acordado que era conveniente que ustedes tuvieran un piso común de conocimiento sobre el sistema. La teoría vendrá después, no se elimina.

Cedí a ese argumento. Tenía dudas si ustedes tolerarían que la mayor parte de los textos a discusión fueran de mi autoría. Cuando les presenté el Syllabus no hubo protestas. Aunque ése no es un buen indicador, ningún estudiante reclama algo importante en la primera clase de sus cursos de doctorado. Este lunes se sintieron más libres e hicieron críticas y sugerencias. Las acepto.

En sus tareas por escrito encontré mi recompensa. Les pido que revisen su autobiografía y comparen su redacción con la del ensayo final. En términos generales, el primer relato tenía problemas de organización, no desplegaban un argumento coherente, estaba plagado de oraciones gigantes y algunas no hacían sentido.

En contraste, las piezas que leí en estos días fueron elaboradas con esmero; se nota su dedicación y la corrección a la que sometieron sus borradores. Las tareas intermedias con pocas excepciones, todavía eran intuitivas, se tenía que adivinar el enfoque teórico, no había definición de conceptos ni problematización. Su reflexión final y su ensayo de fin de curso enmiendan esas faltas.

No soy dado a los pronósticos, pero me precio de identificar a quienes poseen talento, disciplina y saben sobreponerse a las dificultades. Ustedes forman un grupo de gente dedicada y dispuesta a aceptar desafíos. Estoy convencido de que en unos cuantos años veremos tesis de doctorado de calidad académica sobresaliente.

Agradezco los comentarios que hicieron al seminario y a mi labor. En la encuesta anónima que les apliqué esperaba críticas, pensé que encontraría reclamos por la cantidad de páginas que había que leer y discutir cada semana; las hubo, pero no fueron ásperas; algo de queja más que de protesta.

El mensaje de su reflexión final me da ánimos para seguir explorando estas vías. Disfruté sus piezas y también me sentí a gusto al ponerles mis comentarios con el lápiz rojo. Les exigí, pero no fui rudo, pienso.

Todo comienzo tiene final. La parte dolorosa es tener que poner calificaciones con un número (evalué cada trabajo con conceptos). No me gusta, pero hay que reconocer las diferencias en experiencia, conocimiento y desempeño, aunque todos sean iguales en mis afectos. Tal vez nos encontraremos en otro seminario. Como ya los conozco les exigiré más.

Un abrazo

Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana

Carlos.Ornelas10@gmail.com

Facebook Comentarios

Leave A Comment