Fortalezas de las escuelas rurales durante y después de la pandemia
- Pluma invitada
- 6 diciembre, 2021
- Opinión
- RIER
Holda María Espino Rosendo
Red Temática de Investigación en Educación Rural
El Observatorio del Derecho a la Educación y la Justicia (ODEJ) es una plataforma para el pronunciamiento público, impulsado por el Campo Estratégico en Modelos y Políticas Educativas del Sistema Universitario Jesuita (SUJ). Su propósito consiste en la construcción de un espacio de análisis informado y de posicionamiento crítico de las políticas y las reformas educativas en México y América Latina, arraigado en la realidad social acerca de las injusticias del sistema educativo, y recupera temas coyunturales y estructurales con relación a la agenda educativa vigente.
El 16 de noviembre, en el XVI Congreso Nacional de Investigación Educativa del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (Comie), Philippe Meirieu, pedagogo francés, compartió sus reflexiones en torno a dos puntos: Las lecciones de la pandemia y Después de la pandemia ¿Qué educación está por venir? Leer o escuchar a Meirieu supone cavilar durante muchos días, entre otros motivos, porque tiene buen tino al apuntar con una idea o una pregunta (de esas que echan raíces y dan tema para conversar con los cercanos), a ese lugar donde se tocan la cabeza y el corazón. Comparto algunas ideas de las que me hizo sentipensar a mí. Considerando que estamos cerrando el año, elegí las que me dan esperanza.
Comienzo retomando algunos de los planteamientos de Meirieu: la pandemia mostró la fragilidad de la civilización. En educación profundizó de manera considerable las desigualdades ya conocidas, por la distancia entre los alumnos que sí pueden beneficiarse de una educación en casa y los que no. Todos necesitamos “curar el presente”. Curar las heridas de nuestra sociedad nos llevará un tiempo importante. Nuestros niños y jóvenes están marcados psíquicamente por la muerte y la enfermedad, incluso por el uso del cubrebocas, lo que ha ocasionado en ellos un estado de inseguridad y de angustia psíquica. En estas circunstancias no están disponibles para enfrentar las solicitudes cognitivas y académicas que les presenta la escuela.
Es importante que el interés de los gobiernos por recuperar el tiempo perdido en los estudios tome en cuenta que para abrir posibilidades de aprendizaje, hace falta disponer de tiempo para construir seguridad psíquica. Un camino en ese sentido está en las artes. Las obras y las expresiones artísticas permiten la reflexión y la expresión filosófica. También es necesario el acto de desplazarse físicamente a la escuela. Dejar por unas horas el espacio familiar y entrar al mundo escolar permite el desplazamiento cognitivo y mental. Las interacciones en el aula ayudan a niños y jóvenes a dedicarse, a empeñarse y a comprometerse con su aprendizaje. Además, necesitan al colectivo para aprender, compartir lo que aprenden y permitir que los otros lo hagan. Hasta aquí Meirieu.
¿Qué me llevó a pensar?
Los maestros también necesitan recuperarse, han sufrido pérdidas, han enfermado o han visto enfermar a sus seres queridos. El trabajo escolar no presencial trastocó sus horarios y gradualmente intensificó sus tareas docentes, traslapándolas con sus responsabilidades personales. Como madres y padres de familia se vieron ante mayores exigencias. Regresar al aula es un alivio y un gusto en muchos sentidos; en otros, ha traído nuevas tensiones como aquellas derivadas de las medidas sanitarias y de la recuperación de los edificios escolares que, en muchos casos, se vieron muy deteriorados o desmantelados. Su trabajo docente siempre ha sido exigente, pero lo que ha dejado la pandemia (y lo que se llevado también), les exige redoblar esfuerzos. Aun en su condición de adultos, es probable que compartan con sus alumnos la necesidad de recuperar seguridad.
¿Es posible calibrar o disminuir el ritmo de las demandas de operación del sistema educativo para disponer de un espacio así, donde se construya seguridad psíquica y se curen heridas?, ¿podemos alumnos, maestros, directivos, asesores (y con nosotros, nuestras familias) reposar juntos un momento alrededor de una aventura literaria o de un concierto musical?, ¿es factible regresar a estudiar juntos en un espacio donde haya tiempo suficiente para sentir curiosidad, para indagar y gozar al descubrir? Pienso que sí, que es posible crear un “descanso activo”, como lo entienden los educadores físicos y los entrenadores deportivos. En su medio, eso significa disminuir la intensidad del entrenamiento o cambiar de actividad para que los músculos se recuperen y asimilen el trabajo realizado: trotar en lugar de correr, nadar suave en lugar de pedalear 40 kilómetros en bicicleta, por ejemplo. ¿Cómo trasladar este recurso de fortalecimiento físico a nuestra vida escolar? Es verdad que necesitamos desplazarnos al aula, estar juntos en ella para mirarnos y hablar de nuestra materia (que es el ancho mundo). Así lo vivimos hace un par de días algunos colegas y estudiantes. Es innegable que en el encuentro físico y en la labor compartida cara a cara hay algo que cura y que nos hace más fuertes.
Tirando de este hilo llegué a reconocer que muchos maestros han creado esos descansos activos en sus relaciones de trabajo con compañeros, alumnos y las familias de éstos. Se aminora el ritmo cuando un director ataja solicitudes administrativas de la supervisión hacia los maestros o recomienda a los docentes no saturar de actividades a los estudiantes y a sus padres. También ocurre cuando una maestra hace un plan distinto al del grupo para una joven adolescente que trabaja para llevar dinero a casa. Sucede cuando los maestros ejercen más que antes su autoridad sobre el currículo priorizando a sus alumnos sobre los requerimientos de un examen.
Ha sucedido cuando, en la distancia, nos hemos sabido encontrar alrededor del trabajo escolar adaptándolo a nuestras circunstancias. Por eso confío en que también lo haremos después de la pandemia (si es que podemos hablar de un después). En todo caso, creo que con esa expresión ya todos entendemos que nos referimos a este regreso a las aulas que muchos estamos iniciando, parcial o totalmente.
Meirieu dijo algo más, lo dijo de manera categórica: más que nunca, los seres humanos hemos de elegir entre un proyecto de escuela eficaz que forma capacidades adaptativas al servicio del éxito individual y una escuela solidaria preocupada por construir el bien común. La pandemia nos enseñó que la solidaridad no sólo es un valor, sino un hecho. Nos mostró que podemos decidir unirnos o escapar creando un mundo injusto. La escuela ocupada en construir lo común, crea condiciones para que las personas piensen por sí mismas. La tarea del maestro es mostrar, en la escuela, cómo se articulan el pensamiento autónomo y el cuidado de lo colectivo. En medio de ambos hay una tensión que es necesario saber manejar. Justo aquí encuentro las fortalezas de las escuelas rurales.
Los mejores ejemplos de cuidar lo común y de pensamiento autónomo nos los han dado los maestros rurales. Tengo la fortuna de trabajar con algunos. Los he visto echar a andar toda su creatividad y hacer gala del poder de su aliento. Iniciativa, autonomía profesional, compromiso… hay muchas palabras disponibles para nombrar lo que los maestros rurales han hecho en las condiciones en que ellos y sus alumnos se han encontrado desde marzo de 2020.
Partiendo del hecho conocido de que ni las clases televisadas podían llegar a los estudiantes en las comunidades rurales, como cualquiera hubiera esperado, maestros, madres y padres de familia, tenderos, repartidores de productos varios, entre otros, han tejido otras redes sociales para que circulen libros de texto, cuadernillos, listas de actividades escolares a realizar, tareas escolares realizadas, audios, mensajes de texto; despensas y medicinas para esa familia que está en dificultades, materiales de construcción para esa aula o ese baño que hacía falta en la escuela (aprovechando que ahora no hay clases).
Las fortalezas tienen nombre propio
Son muchos los docentes que están dando ejemplo de lo que dijo Meirieu. Ahora mismo tengo en mente tres. Felicia tiene veintitantos años de edad y dos trabajando, es maestra en una primaria rural bidocente (lo que significa que dos maestras atienden los seis grados) donde, además de enseñar a los alumnos de 4º, 5º y 6º, también es directora. En plena pandemia organizó a la distancia y con ayuda de estudiantes y madres de familia la reapertura de la biblioteca escolar (una fortaleza de su escuela primaria) para que los libros circularan entre ellos mediante un sistema de préstamo a domicilio. Una vez a la semana, niños y niñas iban a la escuela para hacer la devolución de sus libros, renovar el préstamo o llevarse nuevos. La bibliotecaria: una alumna de 5º y su mamá. Al cierre del curso escolar, muchos preguntaron si en vacaciones de verano podrían seguir yendo a la biblioteca (¡!).
Jaime tiene treinta y tantos de edad, fue maestro en telesecundaria de contexto indígena, ahora es asesor técnico pedagógico y tiene a su cargo un grupo de escuelas multigrado. Decidió cursar una especialidad en docencia multigrado para poder realizar mejor su labor de asesoría. A partir de ello recientemente realizó su primer taller para maestros con esta condición de trabajo. Son evidentes sus avances tanto en su valoración del potencial pedagógico de los grupos multigrado, como en su identidad y práctica como asesor. Además, ha encontrado la manera de priorizar las tareas de asesoría sobre las administrativas.
Gregorio tiene aproximadamente la misma edad que Jaime. Lleva diez años trabajando en telesecundaria. También ha sido maestro en contexto indígena y multigrado. Actualmente es director de una escuela grande en muchos sentidos. Junto con un colectivo de más de diez maestros, de muy diversas edades, ha construido una comunidad de aprendizaje. Juntos se han hecho cargo de sus propias necesidades de formación docente y de buscar soluciones a dificultades comunes e individuales. Han afrontado de la mejor manera posible los desafíos del trabajo escolar a distancia; sostener la relación pedagógica con los adolescentes y recuperar a los que se han alejado ha sido el principal. Trabajando con las familias de los estudiantes y los vecinos de la escuela vigilaron las instalaciones mientras estuvo cerrada, casi logran salir ilesos, pero las pérdidas materiales fueron mínimas en comparación con el sentido de pertenencia hacia la escuela que han construido.
¿Cuál es la relación de todo esto con el descanso activo? Una biblioteca escolar en manos de los niños y las niñas de la primaria a partir de la creatividad e iniciativa de una maestra multigrado que no se rinde ante la distancia; un asesor empeñado en apropiarse de su función para acompañar a los profesores de grupos multigrado de telesecundaria; una comunidad de aprendizaje con un liderazgo académico fuerte y cercano a las necesidades pedagógicas de los adolescentes; y un trabajo conjunto con madres y padres de familia, tanto en el caso de Felicia como en el de Gregorio son acontecimientos posibles gracias a personas que disminuyen el ritmo, que hacen pausas, que alteran el orden que privilegia la eficacia para dar lugar a la cooperación donde se construye lo común. Maestros y maestras de ese talante son capaces de dar tiempo para curar heridas y crear condiciones donde recuperar seguridad y confianza en uno mismo y en los demás. Allí se expresa la fortaleza de las escuelas rurales antes y después de la pandemia.
Referencias
Consejo Mexicano de Investigación Educativa, A.C. (16 de noviembre de 2021). Ceremonia y conferencia magistral de inauguración. [Video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=BX8uVLnoGKI
Secretaría de Educación Pública. SEP, (2020). Principales Cifras del Sistema Educativo Nacional 2019-2020. México: autor.