Esta semana recordé los encuentros deportivos en los que participaban mis estudiantes. Lo mismo en el volibol, basquetbol o futbol, de vez en cuando sucedía que dos jugadores iban con determinación a un balón y terminaban chocando o estorbándose; otras se quedaban ambos inmóviles suponiendo que el otro sería quien respondería. Cuando esto pasaba, siempre la reacción del entrenador era un grito con el que mostraba al mismo tiempo incredulidad y desaprobación: ¡HÁBLENSE!
Y es que así me quedé, y así nos quedamos varios cada vez con más frecuencia, ante las acciones que juegan en la cancha política los encargados de tomar decisiones en esta pandemia. Y miren que desde esta columna con frecuencia he tratado de mostrarme empático con ellos (disculpen el término si les molesta) pues me parece que tomar decisiones en entornos VUCA (volátiles, inciertos, complejos y ambiguos; por sus siglas en inglés) es similar a manejar una carretera desconocida en medio de una tormenta y sin apoyo de un GPS. Requiere de pericia y serenidad; pero también de firmeza y responsabilidad.
El pasado martes el secretario de educación, Esteban Moctezuma Barragán, afirmaba con decisión que aquellos estados que están en color verde en el semáforo epidemiológico deberían regresar a clases presenciales en enero de 2021 como está considerado en dicha estrategia. Por lo pronto es el caso de Chiapas, Campeche y Veracruz. Se supone que, bajo estas condiciones, el gobierno federal califica como seguro el regreso a las aulas de los escolares. Sin embargo, la misma autoridad definió dos condiciones adicionales al anhelado color: el visto bueno de las autoridades estatales y de las familias, quienes decidirán libremente si enviar o no a sus hijos a la escuela, sin poner en riesgo sus calificaciones, transfiriendo así la responsabilidad de las estrategias de enseñanza y evaluación para cada caso diferente, a los docentes.
Los gobiernos estatales mencionados, no han querido cargar con el peso de la responsabilidad de decretar el regreso a las aulas, pues bien saben que esto puede acarrearles un costo político muy oneroso, si las cosas no salen bien. Ya veremos si cambian de opinión ante el enfático llamado del responsable de la secretaría de educación. Y cuando esto suceda, habrá que esperar la reacción de los padres de familia, y de un magisterio muy exigido y poco apoyado, que ha mostrado por meses su resiliencia. (perdón si les molesta el término).
El secretario Moctezuma señaló también que los estados que están en color amarillo podrían organizar lo que denominó un “regreso seguro a las escuelas” bajo la forma de Centros Comunitarios que ofrezcan diversos servicios educativos, a grupos reducidos de padres de familia y alumnos. Eso sí, uno de los requisitos es pedirles a los padres una carta responsiva “en la cual manifiesten que, bajo su propia responsabilidad, tienen interés en participar”. ¡Sí, una responsiva!, El solo nombre causa temor. Una carta responsiva como la que te exigen firmar si quieres realizar un salto en paracaídas, nadar entre tiburones o consumir un platillo de pez globo.
Ninguna palabra clara sobre la responsabilidad de los profesores en ambos casos. Si el semáforo está en amarillo o en verde, ¿Su asistencia también será voluntaria?, ¿Cuáles son los casos de excepción?, ¿cómo organizarán la escuela los directores sin tener con anticipación la seguridad de con cuánto personal pueden contar?, ¿Se han acordado con claridad los términos de esta asistencia con los sindicatos?
Y mientras estas interrogantes y muchas otras más se agolpaban en mi cabeza viendo el juego del secretario desde la tribuna. De pronto, otro jugador, del mismo equipo, que no se distingue por su juego limpio, pelea un balón y lo derriba. Y es que el pasado viernes el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Sr. Hugo López-Gatell (ofrezco una disculpa si alguien se molesta por no referirme a él como doctor) nos obsequia otra de las joyas de su retórica política: “el color del semáforo es, hasta cierto punto, intrascendente”. Esto ante el desconcierto porque la CDMX no cambió oficialmente el color del semáforo a rojo a pesar de la emergencia que están viviendo, aunque, dicho sea de paso, no sólo esa entidad sino muchas otras por saturación de servicios hospitalarios. Entonces, si es intrascendente, ¿Dónde ponemos las declaraciones del secretario de educación?
No es la primera vez que ambos jugadores chocan en sus dichos o acciones. Recordemos el consistente ejemplo que ha dado el secretario de educación en el uso del cubrebocas “lo mejor es el ejemplo, por eso no me lo quito” afirmó en su comparecencia en la cámara de senadores; mientras que el poderoso subsecretario desestima su uso con dichos cargados de una perniciosa y calculada ambigüedad: “No digo que no sirva. Lo que digo es: sirve para lo que sirve y no sirve para lo que desafortunadamente no sirve…”
Se aproximan las vacaciones de los escolares y de los maestros, pero no de los políticos. Así que esperamos que antes de regresar al juego en enero, en el vestidor el entrenador los reprenda y les diga ¡Háblense! Y es que en cuestiones que implican una situación de emergencia no se puede andar con medias tintas, ni podemos darnos el lujo de para quedar bien, dejar todo a la responsabilidad social pues ya sabemos que lamentablemente no nos distinguimos por ello. No vaya a ser que, por falta de una buena charla de vestidor, de una estrategia clara y del diseño de jugadas de pizarrón para los diversos escenarios que se pueden presentar, perdamos un juego, en el que, dicho sea de paso, tenemos ya un abultado marcador en contra.
Sergio Dávila Espinosa